C-280-13

Sentencias 2013

           C-280-13             

Sentencia C-280/13    

MEDIDAS DE ATENCION, ASISTENCIA Y REPARACION INTEGRAL A   LAS VICTIMAS DEL CONFLICTO ARMADO INTERNO-Cosa juzgada constitucional respecto de la expresión “ocurridas con   ocasión del conflicto armado interno”, contenida en el artículo 3 de la ley 1448   de 2011    

LEY DE VICTIMAS-Contenido y alcance/MEDIDAS DE ATENCION, ASISTENCIA Y REPARACION   INTEGRAL A LAS VICTIMAS DEL CONFLICTO ARMADO INTERNO-Alcance/LEY DE   VICTIMAS-Instrumento de justicia transicional/MEDIDAS PARA ALIVIAR EL   DESPLAZAMIENTO FORZADO Y POSIBILIDAD DE RETORNO A LAS TIERRAS DESPOJADAS-Instrumentos   internacionales/PRINCIPIOS DENG Y PRINCIPIOS PINHEIRO-Instrumentos   internacionales contenidos en documentos de las Naciones Unidas    

La referida ley contiene un trascendental estatuto a   través del cual se procura articular un conjunto de disposiciones especiales,   adicionales a las previamente contenidas en los principales códigos y en otras   leyes de carácter ordinario, relativas a los derechos de las víctimas de unos   determinados hechos punibles y de otras situaciones consecuenciales, reglas que   en razón a este carácter especial se superponen y se aplicarán de manera   preferente, o según el caso adicional, al contenido de esas normas ordinarias   durante su vigencia, que de manera expresa se previó temporal, por el plazo de   diez (años) hasta junio de 2021. Según lo plantea su artículo 1°, su principal   propósito es asegurar a las personas afectadas la efectividad de los derechos a   la verdad, la justicia y la reparación, así como la garantía de no repetición de   los hechos victimizantes, beneficios que la misma ley entiende como   manifestación y reconocimiento de la dignidad humana que es inherente a   aquéllas. Por otra parte, debe resaltarse que la expedición de una norma con   estos objetivos y contenidos sería además expresión del cumplimiento por parte   del Estado colombiano del mandato general contenido en varios importantes   tratados internacionales que imponen a los países suscriptores la obligación de   adoptar las medidas de carácter legislativo o de otro tipo que resulten   necesarias para garantizar a sus ciudadanos el pleno goce y protección de los   derechos reconocidos por esos mismos instrumentos. Ello por cuanto, sin lugar a   dudas, la crítica situación que hace décadas viven en Colombia las llamadas   víctimas del conflicto armado interno configura un escenario de masiva violación   de tales derechos a grandes sectores de la población, muy distante de su pleno   cumplimiento, que por lo tanto amerita y reclama intervención por parte del   Estado. Sin embargo, es claro que el contenido específico de las normas con las   que el legislador pretenda afrontar este problema y garantizar los referidos   derechos puede en principio ser decidido autónomamente por éste, salvo en caso   de existir razones o parámetros específicos de carácter constitucional. Según ya   se mencionó, es necesario recordar que a partir de sus objetivos y sus   contenidos la Ley de Víctimas ha de ser considerada una ley especial, aplicable   solo a determinadas situaciones, las definidas en sus artículos 1° a 3°, las   cuales no se regirán por las normas generales que de otra manera gobernarían los   respectivos temas, entre ellos la prestación por parte del Estado de servicios   de salud, educación o vivienda, las reglas sobre recuperación de la propiedad   indebidamente ocupada por terceros y sobre las restituciones consecuenciales, el   derecho a la verdad, la justicia y la reparación y las indemnizaciones debidas a   las víctimas de hechos punibles, entre otras, normas que por tal razón no podrán   entenderse derogadas ni afectadas de ninguna otra manera por el solo hecho de la   entrada en vigencia de esta nueva ley, pues continúan plenamente vigentes para   ser aplicadas a los casos no cubiertos por estas reglas especiales. Esta última   reflexión resulta válida incluso al considerar la regla contenida en el artículo   208 de la Ley de Víctimas, según la cual aquella “deroga todas las disposiciones   que le sean contrarias”, así como la prevista en el artículo 71 del Código Civil   sobre la llamada derogatoria tácita, la que según esa norma explica ocurre   “cuando la nueva ley contiene disposiciones que no pueden conciliarse con las de   la ley anterior”. Para la Sala es claro que estas reglas no impiden la vigencia   continuada de las normas preexistentes sobre las materias de que ahora trata la   Ley de Víctimas, pues a más de no haberse señalado como derogada ninguna en   particular, tampoco podría afirmarse que ellas resultan contrarias o   inconciliables con los nuevos preceptos, que como se ha explicado, aplican solo   dentro de un específico y limitado contexto, y sólo dentro de éste podrían   generar efecto derogatorio, respecto de normas que con anterioridad hubieran   regulado las mismas situaciones fácticas así delimitadas. Finalmente, debe   tenerse en cuenta que en varias ocasiones a lo largo de su texto la Ley 1448 de   2011 alude y/o remite a lo que denomina la normatividad vigente, lo que a juicio   de la Corte constituye refrendación, tanto del carácter especial y adicional de   sus disposiciones, como de la no derogación de las normas generales   anteriormente aplicables. Así las cosas, la plena vigencia de la preceptiva   previamente existente será premisa clara e insustituible del presente análisis   de constitucionalidad. Ahora bien, conforme a expresa previsión legislativa, una   de las facetas de especialidad que caracteriza las disposiciones de esta ley es   el hecho de ser concebida como un instrumento de justicia transicional, concepto   que este tribunal ha entendido como una institución jurídica a través de la cual   se pretende integrar diversos esfuerzos que aplican las sociedades para   enfrentar las consecuencias de violaciones masivas y abusos generalizados o   sistemáticos en materia de derechos humanos, sufridos en un conflicto, hacia una   etapa constructiva de paz, respeto, reconciliación y consolidación de la   democracia, situaciones de excepción frente a lo que resultaría de la aplicación   de las instituciones penales corrientes. Según lo ha reconocido la   jurisprudencia, la presencia de este elemento implica una consideración   adicional que se ve reflejada en el contenido concreto de las instituciones   diseñadas para resguardar y proteger en forma adecuada los derechos de las   víctimas previstos en la Constitución y en los instrumentos internacionales   sobre la materia que hacen parte del bloque de constitucionalidad. A partir de   lo anterior, y en lo atinente a las reglas que conforman el parámetro de   constitucionalidad de la presente decisión, la Corte destaca que aquel está   conformado, además del texto superior, por los tratados internacionales sobre   derechos humanos y sobre derechos sociales, económicos y culturales, definidos   por esta Corte como parte integrante del bloque de constitucionalidad, cuyo   contenido se pretende contribuir a cumplir mediante la expedición de esta ley.   Entre ellos cabe destacar el Pacto Internacional de Derechos Civiles y   Políticos, la Convención Americana sobre Derechos Humanos también conocida como   Pacto de San José, el Pacto Internacional de Derechos Sociales, Económicos y   Culturales PIDESC, el Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre   Derechos Humanos sobre Derechos Sociales, Económicos y Culturales – Protocolo de   San Salvador, todos ellos ratificados y vinculantes para Colombia.   En esa misma línea, y en razón de los temas sobre los cuales versan las   disposiciones acusadas, entre ellos las medidas para aliviar el desplazamiento   forzado y la posibilidad de retorno a las tierras que hubieren sido despojadas,   son también pertinentes otros documentos de carácter internacional, que aún no   teniendo el carácter de tratados, han sido reconocidos por este tribunal como   criterios relevantes en torno al tratamiento de tales temas por el Estado   colombiano, e incluso como parte integrante del bloque de constitucionalidad en   sentido lato. En este carácter deberán tenerse en cuenta varios documentos de   las Naciones Unidas, entre otros los Principios Rectores de los Desplazamientos   Internos, también conocidos como Principios Deng (por el apellido del relator   que los compiló), los Principios sobre la Restitución de las Viviendas y el   Patrimonio de los Refugiados y las Personas Desplazadas, que por igual razón son   conocidos como Principios Pinheiro, y los Principios y Directrices Básicos sobre   el derecho de las Víctimas de violaciones manifiestas de las normas   internacionales de Derechos Humanos y de violaciones graves del Derecho   Internacional Humanitario a interponer recursos y obtener reparaciones.    

MANDATO DE PROGRESIVIDAD EN LOS DERECHOS ECONOMICOS,   SOCIALES Y CULTURALES-Aplicación derivada del carácter prestacional    

MEDIDAS DE ATENCION, ASISTENCIA Y REPARACION INTEGRAL A   LAS VICTIMAS DEL CONFLICTO ARMADO INTERNO-Medidas en materia de educación/MEDIDAS DE ATENCION, ASISTENCIA Y   REPARACION INTEGRAL A LAS VICTIMAS DEL CONFLICTO ARMADO INTERNO-Acceso y   exención de costos académicos a la carencia de recursos/DERECHO A LA   EDUCACION-Gratuidad    

MEDIDAS DE ATENCION, ASISTENCIA Y REPARACION INTEGRAL A   LAS VICTIMAS DEL CONFLICTO ARMADO INTERNO-Normatividad aplicable/DECRETOS REGLAMENTARIOS-Alcance/POTESTAD   REGLAMENTARIA-Alcance    

LEY DE VICTIMAS-Carácter especial    

La Sala destacó que la Ley 1448 de 2011 de la cual   hacen parte todas las disposiciones acusadas es una ley de carácter especial,   pues regula respecto de los sujetos y personas determinados en su artículo 3° un   conjunto de temas que en la mayoría de los casos se encuentran también   previstos, aunque de distinta forma, en leyes preexistentes, las cuales no son   derogadas ni afectadas de ninguna otra manera por la expedición de esta norma.   En consecuencia, sus disposiciones se aplicarán durante su vigencia respecto de   los sujetos antes señalados. En esta perspectiva, la Corte puntualizó que los   contenidos específicos de su preceptiva no pueden ser cuestionados por la   presunta infracción del principio de progresividad, pues el grado de protección   antes alcanzado conforme a las leyes que regulan cada materia permanece vigente   y no resulta menoscabado por efecto de esta norma.    

LEY DE VICTIMAS-Alcance de la derogatoria   contenida  en inciso segundo del artículo 60 de la ley 1448 de 2011/POTESTAD   DEROGATORIA DEL CONGRESO-Jurisprudencia constitucional/LEY DE VICTIMAS-No   se trata de una norma que respecto de toda la población trace políticas públicas   para el cumplimiento de uno o más de los derechos sociales, económicos y   culturales/LEY DE VICTIMAS-Se trata de reglas directamente   enfocadas a la plena recuperación de las llamadas víctimas/PRINCIPIO DE   PROGRESIVIDAD-Alcance    

LEY DE VICTIMAS-Inexequibilidad de la   expresión “que no contraríen la presente ley”, contenida en inciso segundo del   artículo 60 de la ley 1448 de 2011    

JUICIO DE CONSTITUCIONALIDAD-Aplicación del principio de distinción/PRINCIPIO DE   DISTINCION-Criterio relevante para el análisis de constitucionalidad   de normas que brindan atención y protección de víctimas en escenarios como el   regulado en la ley 1448 de 2011    

SERVICIOS SOCIALES DEL GOBIERNO Y REPARACION DE LAS   VICTIMAS-Constituyen deberes y   acciones diferenciables/SERVICIOS SOCIALES DEL GOBIERNO Y REPARACION DE LAS   VICTIMAS-Distinción/OFERTA INSTITUCIONAL EN MATERIA DE ATENCION A   VICTIMAS DE LA VIOLENCIA-Definición/REPARACION DE LAS VICTIMAS-Noción   amplia y comprehensiva    

VICTIMAS DE DESPLAZAMIENTO FORZADO-Alcance del   concepto contenido en el artículo parcial de la Ley 1448 de 2011    

MEDIDAS DE   ATENCION, ASISTENCIA Y REPARACION INTEGRAL A LAS VICTIMAS DEL CONFLICTO ARMADO   INTERNO-Declaración   sobre los hechos que configuran la situación de desplazamiento    

ATENCION INTEGRAL   A PERSONAS VICTIMAS DE DESPLAZAMIENTO FORZADO-Retornos y   reubicaciones    

Acerca de algunas expresiones y reglas contenidas en   los artículos 66 y 67 de la Ley 1448 de 2011 relativas al retorno de las   víctimas de desplazamiento interno, la Corte encontró que tales reglas no   resultan desproporcionadas, ni trasladan a las personas desplazadas la carga de   aliviar o solucionar su propia situación, responsabilidad que corresponde al   Estado. En consecuencia, se declara la exequibilidad de estos apartes, con un   condicionamiento en el caso de la norma que impone a los víctimas desplazadas la   obligación de informar al Ministerio Público cuando no existan condiciones de   seguridad para permanecer en el lugar elegido para el retorno, que sí se estima   parcialmente desproporcionada, advirtiendo que el no lleno de esta carga no   podrá privar a tales personas del derecho a ser nuevamente reubicados en un   lugar seguro.    

MEDIDAS DE   ATENCION, ASISTENCIA Y REPARACION INTEGRAL A LAS VICTIMAS DEL CONFLICTO ARMADO   INTERNO-Medidas   de restitución en materia de vivienda    

SUBSIDIO FAMILIAR   DE VIVIENDA A PERSONAS VICTIMAS DE DESPLAZAMIENTO FORZADO-Cuantía máxima    

Referencia: expediente D-9321    

Demanda de inconstitucionalidad contra los artículos   3°, 51, 60, 61, 66, 67, 123 y 132 (todos parcialmente) y 125 de la Ley 1448 de   2011, “Por la cual se dictan medidas de atención, asistencia y reparación   integral a las víctimas del conflicto armado interno y se dictan otras   disposiciones”.    

Actor: Álvaro Huertas Molina y otros    

Magistrado Ponente:    

NILSON PINILLA PINILLA    

Bogotá, D. C.,  quince (15) de mayo de dos mil   trece (2013).    

La   Sala Plena de la Corte Constitucional, en cumplimiento de sus atribuciones   constitucionales y de los requisitos y trámite establecidos en el Decreto 2067   de 1991, ha proferido la siguiente    

SENTENCIA    

I. ANTECEDENTES    

En   ejercicio de la acción pública prevista en el artículo 241 de la Constitución,   Política, el señor Álvaro Huertas Molina y otros 396 ciudadanos cuyos nombres,   números de identificación, firmas y huellas fueron adjuntados, presentaron ante   este tribunal demanda de inconstitucionalidad contra el artículo 125, así como   contra distintas expresiones contenidas en los artículos 3°, 51, 60, 61, 66, 67,   123 y 132 de la Ley 1448 de 2011, “Por la cual se dictan medidas de atención,   asistencia y reparación integral a las víctimas del conflicto armado interno y   se dictan otras disposiciones”.    

Mediante auto de octubre 11 de 2012 el Magistrado   sustanciador admitió la demanda y ordenó fijar en lista el presente asunto y   correr traslado al Procurador General de la Nación para que rindiera el concepto   de rigor.    

En esa misma decisión se ordenó comunicar la iniciación   de este proceso a los señores Presidente de la República, Presidente del   Congreso y a los Ministros del Interior, de Justicia y del Derecho, de Hacienda   y Crédito Público y de Agricultura y Desarrollo Rural. Además se extendió   invitación al Departamento Administrativo para la Prosperidad Social, a la   Fiscalía General de la Nación, a la Defensoría del Pueblo, a la oficina del Alto   Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, a la Comisión   Nacional de Reparación y Reconciliación CNRR, a la Comisión Colombiana de   Juristas, al Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad DEJUSTICIA, al   Centro de Investigación y Educación Popular CINEP, a la Fundación Nuevo Arco   Iris y a la Corporación Viva La Ciudadanía, así como a las facultades de Derecho   de las Universidades del Rosario, Externado de Colombia, de los Andes,   Pontificia Javeriana, de Antioquia, Industrial de Santander, del Norte y   Nacional de Colombia, para que si lo estimaban pertinente, se pronunciaran sobre   la exequibilidad de los segmentos normativos acusados.    

Cumplidos los trámites propios de esta clase de   procesos, procede la Corte a decidir sobre la demanda de la referencia.    

II.  LAS NORMAS DEMANDADAS    

El siguiente es el texto de las normas contra las   cuales se dirige la demanda, de conformidad con su publicación en el Diario   Oficial N° 48.096 del 11 de junio de 2011, destacándose en negrilla los   fragmentos acusados:    

“LEY   1448 DE 2011    

(junio 10)    

Por la cual se dictan medidas de atención, asistencia y   reparación integral a las víctimas del conflicto armado interno y    

se dictan otras disposiciones    

EL CONGRESO DE COLOMBIA    

DECRETA:    

ARTÍCULO 3°.VÍCTIMAS. Se consideran víctimas, para los   efectos de esta ley, aquellas personas que individual o colectivamente hayan   sufrido un daño por hechos ocurridos a partir del 1o de enero de 1985, como   consecuencia de infracciones al Derecho Internacional Humanitario o de   violaciones graves y manifiestas a las normas internacionales de Derechos   Humanos, ocurridas con ocasión del conflicto armado interno.    

También son víctimas el cónyuge, compañero o compañera   permanente, parejas del mismo sexo y familiar en primer grado de consanguinidad,   primero civil de la víctima directa, cuando a esta (sic) se le hubiere dado muerte o estuviere   desaparecida. A falta de estas (sic), lo serán los que se encuentren en   el segundo grado de consanguinidad ascendente.    

De la misma forma, se consideran víctimas las personas   que hayan sufrido un daño al intervenir para asistir a la víctima en peligro o   para prevenir la victimización.    

La condición de víctima se adquiere con independencia   de que se individualice, aprehenda, procese o condene al autor de la conducta   punible y de la relación familiar que pueda existir entre el autor y la víctima.    

(…)                   (…)             (…)    

En educación superior, las instituciones técnicas   profesionales, instituciones tecnológicas, instituciones universitarias o   escuelas tecnológicas y universidades de naturaleza pública, en el marco de su   autonomía, establecerán los procesos de selección, admisión y matrícula que   posibiliten que las víctimas en los términos de la presente ley, puedan acceder   a sus programas académicos ofrecidos por estas instituciones, especialmente   mujeres cabeza de familia y adolescentes y población en condición de   discapacidad.    

Por su parte, el Ministerio de Educación Nacional   incluirá a las víctimas de que trata la presente ley, dentro de las estrategias   de atención a la población diversa y adelantará las gestiones para que sean   incluidas dentro de las líneas especiales de crédito y subsidios del ICETEX.    

Dentro de los cupos habilitados y que se habilitaren   para la formación que imparte el Servicio Nacional de Aprendizaje, SENA, se   priorizará, facilitará y garantizará el acceso a las víctimas de que trata la   presente ley.    

(…)                   (…)             (…)    

ARTÍCULO 60. NORMATIVIDAD APLICABLE Y DEFINICIÓN. La atención a las víctimas del desplazamiento forzado,   se regirá por lo establecido en este capítulo y se complementará con la política   pública de prevención y estabilización socioeconómica de la población desplazada   establecida en la Ley 387 de 1997 y demás normas que lo reglamenten.    

Las disposiciones existentes orientadas a lograr el   goce efectivo de los derechos de la población en situación de desplazamiento,   que no contraríen la presente ley, continuarán vigentes.    

PARÁGRAFO 1o. El costo en el que incurra el Estado en   la prestación de la oferta dirigida a la población desplazada, en ningún caso   será descontado del monto de la indemnización administrativa o judicial a que   tiene derecho esta población.    

Esta oferta, siempre que sea prioritaria, prevalente y   que atienda sus vulnerabilidades específicas, tiene efecto reparador,   exceptuando la atención humanitaria inmediata, de emergencia y de transición.    

PARÁGRAFO 2o. Para los efectos de la presente ley, se   entenderá que es víctima del desplazamiento forzado toda persona que se ha visto   forzada a migrar dentro del territorio nacional, abandonando su localidad de   residencia o actividades económicas habituales, porque su vida, su integridad   física, su seguridad o libertad personales han sido vulneradas o se encuentran   directamente amenazadas, con ocasión de las violaciones a las que se refiere el   artículo 3o de la presente Ley.    

ARTÍCULO 61. LA DECLARACIÓN SOBRE LOS HECHOS QUE   CONFIGURAN LA SITUACIÓN DEL DESPLAZAMIENTO. La persona víctima de desplazamiento   forzado deberá rendir declaración ante cualquiera de las instituciones que   integran el Ministerio Público, dentro de los dos (2) años siguientes a la   ocurrencia del hecho que dio origen al desplazamiento, siempre y cuando estos   hechos hubiesen ocurrido a partir del 1o de enero de 1985, y no se encuentre   registrada en el Registro Único de Población Desplazada.    

La declaración hará parte del Registro Único de   Víctimas, de acuerdo a lo estipulado en el artículo 155 de la presente Ley. La valoración que realice el   funcionario encargado de recibir la solicitud de registro debe respetar los   principios constitucionales de dignidad, buena fe, confianza legítima y   prevalencia del derecho sustancial.    

PARÁGRAFO 1o. Se establece un plazo de dos (2) años   para la reducción del subregistro, periodo en el cual las víctimas del   desplazamiento de años anteriores podrán declarar los hechos con el fin de que   se decida su inclusión o no en el Registro.    

Para este efecto, el Gobierno Nacional adelantará una   campaña de divulgación a nivel nacional a fin de que las víctimas de   desplazamiento forzado que no han declarado se acerquen al Ministerio Público   para rendir su declaración.    

PARÁGRAFO 2o. En las declaraciones presentadas dos   años después de la ocurrencia del hecho que dio lugar al desplazamiento forzado,   el funcionario del Ministerio Público deberá indagar sobre las razones   por las cuales no se llevó a cabo con anterioridad dicha declaración, con el   fin de determinar si existen barreras que dificulten o impidan la accesibilidad   de las víctimas a la protección del Estado.    

En cualquier caso, se deberá preguntar sobre las   circunstancias de tiempo, modo y lugar que generaron su desplazamiento para   contar con información precisa que permita decidir sobre la inclusión o no del   declarante al Registro.    

PARÁGRAFO 3o. En evento de fuerza mayor que haya   impedido a la víctima del desplazamiento forzado rendir la declaración en el   término establecido en el presente artículo, se empezará a contar el mismo desde   el momento en que cesen las circunstancias motivo de tal impedimento.    

La víctima de desplazamiento forzado deberá informar al   funcionario del Ministerio Público, quien indagará por dichas circunstancias y   enviará la diligencia a la Unidad Administrativa Especial para la Atención y   Reparación Integral a las Víctimas para que realice las acciones pertinentes de   acuerdo a los eventos aquí mencionados.    

(…)                   (…)             (…)    

ARTÍCULO 66. RETORNOS Y REUBICACIONES. Con el propósito   de garantizar la atención integral a las personas víctimas de desplazamiento   forzado que deciden voluntariamente retornar o reubicarse, bajo condiciones de   seguridad favorables, estas procurarán permanecer en el sitio que hayan   elegido para que el Estado garantice el goce efectivo de los derechos, a   través del diseño de esquemas especiales de acompañamiento.    

Cuando no existan las condiciones de seguridad para   permanecer en el lugar elegido, las víctimas deberán acercarse al Ministerio   Público y declarar los hechos que generen o puedan generar su desplazamiento.    

PARÁGRAFO 1o. La Unidad Administrativa Especial para la   Atención y Reparación Integral a las Víctimas, deberá adelantar las acciones   pertinentes ante las distintas entidades que conforman el Sistema Nacional de   Atención y Reparación a las Víctimas para garantizar la efectiva atención   integral a la población retornada o reubicada, especialmente en lo relacionado   con los derechos mínimos de identificación a cargo de la Registraduría Nacional   del Estado Civil, salud a cargo del Ministerio de la Protección Social,   educación a cargo del Ministerio de Educación Nacional, alimentación y   reunificación familiar a cargo del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar,   vivienda digna a cargo del Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo   Territorial cuando se trate de vivienda urbana, y a cargo del Ministerio de   Agricultura y Desarrollo Rural cuando se trate de vivienda rural y orientación   ocupacional a cargo del Servicio Nacional de Aprendizaje.    

PARÁGRAFO 2o. La Unidad Administrativa Especial para la   Atención y Reparación Integral a las Víctimas, reglamentará el procedimiento   para garantizar que las personas víctimas de desplazamiento forzado que se   encuentren fuera del territorio nacional con ocasión de las violaciones a las   que se refiere el artículo 3o de la presente Ley, sean incluidas en los programas   de retorno y reubicación de que trata el presente artículo.    

ARTÍCULO 67. CESACIÓN DE LA CONDICIÓN DE VULNERABILIDAD   Y DEBILIDAD MANIFIESTA. Cesará la condición de vulnerabilidad y debilidad   manifiesta ocasionada por el hecho mismo del desplazamiento, cuando la persona   víctima de desplazamiento forzado a través de sus propios medios  o de los programas establecidos por el Gobierno Nacional, alcance el goce   efectivo de sus derechos. Para ello accederá a los componentes de atención   integral al que hace referencia la política pública de prevención, protección y   atención integral para las víctimas del desplazamiento forzado de acuerdo al   artículo 60 de la presente Ley.    

PARÁGRAFO 1o. El Gobierno Nacional establecerá los   criterios para determinar la cesación de la situación de vulnerabilidad y   debilidad manifiesta a causa del hecho mismo del desplazamiento, de acuerdo con   los indicadores de goce efectivo de derechos de la atención integral definidos   jurisprudencialmente.    

En todo caso, la persona cesada mantendrá su condición   de víctima, y por ende, conservará los derechos adicionales que se desprenden de   tal situación.    

PARÁGRAFO 3o. Hasta tanto el Registro Único de Víctimas   entre en operación, se mantendrá el funcionamiento del Registro Único de   Población Desplazada de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 154 de la presente Ley.    

(…)                   (…)             (…)    

ARTÍCULO 123. MEDIDAS DE RESTITUCIÓN EN MATERIA   DE VIVIENDA. Las víctimas cuyas   viviendas hayan sido afectadas por despojo, abandono, pérdida o menoscabo,   tendrán prioridad y acceso preferente a programas de subsidios de vivienda en   las modalidades de mejoramiento, construcción en sitio propio y adquisición de   vivienda, establecidos por el Estado. Lo anterior, sin perjuicio de que el   victimario sea condenado a la construcción, reconstrucción o indemnización.    

Las víctimas podrán acceder al Subsidio Familiar de   Vivienda de conformidad con la normatividad vigente que regula la materia y a   los mecanismos especiales previstos en la Ley 418 de 1997 o las normas que la prorrogan, modifican o   adicionan.    

El Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo   Territorial, o la entidad que haga sus veces, o el Ministerio de Agricultura y   Desarrollo Rural, o la entidad que haga sus veces, según corresponda, ejercerá   las funciones que le otorga la normatividad vigente que regula la materia con   relación al subsidio familiar de vivienda de que trata este capítulo, teniendo   en cuenta el deber constitucional de proteger a las personas que se encuentren   en situación de debilidad manifiesta, razón por la cual deberá dar prioridad a   las solicitudes que presenten los hogares que hayan sido víctimas en los   términos de la presente ley.    

El Gobierno Nacional realizará las gestiones necesarias   para generar oferta de vivienda con el fin de que los subsidios que se asignen,   en virtud del presente artículo, tengan aplicación efectiva en soluciones   habitacionales.    

PARÁGRAFO 1o. La población víctima del desplazamiento   forzado, accederá a los programas y proyectos diseñados por el Gobierno,   privilegiando a la población mujeres cabeza de familia desplazadas, los adultos   mayores desplazados y la población discapacitada desplazada.    

PARÁGRAFO 2o. Se priorizará el acceso a programas de   subsidio familiar de vivienda a aquellos hogares que decidan retornar a los   predios afectados, previa verificación de condiciones de seguridad por parte de   la autoridad competente.    

(…)                   (…)             (…)    

ARTÍCULO 125. CUANTÍA MÁXIMA. La cuantía máxima del   subsidio familiar de vivienda de que trata este capítulo será el que se otorgue   en el momento de la solicitud a los beneficiarios de viviendas de interés social.    

(…)                   (…)             (…)    

ARTÍCULO 132. REGLAMENTACIÓN. El Gobierno Nacional, reglamentará dentro de los   seis (6) meses siguientes a la promulgación de la presente Ley, el trámite,   procedimiento, mecanismos, montos y demás lineamientos para otorgar la   indemnización individual por la vía administrativa a las víctimas. Este   reglamento deberá determinar, mediante el establecimiento de criterios y   objetivos y tablas de valoración, los rangos de montos que serán entregados a   las víctimas como indemnización administrativa dependiendo del hecho   victimizante, así como el procedimiento y los lineamientos necesarios para   garantizar que la indemnización contribuya a superar el estado de vulnerabilidad   en que se encuentra la víctima y su núcleo familiar. De igual forma, deberá   determinar la manera en que se deben articular las indemnizaciones otorgadas a   las víctimas antes de la expedición de la presente ley.    

La víctima podrá aceptar, de forma expresa y   voluntaria, que la entrega y recepción de la indemnización administrativa se   entiende realizada en el marco de un contrato de transacción en el cual la   víctima acepta y manifiesta que el pago realizado incluye todas las sumas que   este debe reconocerle por concepto de su victimización, con el objeto de   precaver futuros procesos judiciales o terminar un litigio pendiente. Lo   anterior, sin perjuicio del reconocimiento de las demás medidas de reparación   consagradas en la presente ley, de los derechos no patrimoniales de las   víctimas, y en el entendido de que ello no releva al victimario de su obligación   de reparar a la víctima según sea establecido en el marco de un proceso judicial   de cualquier naturaleza.    

PARÁGRAFO 1o. El presente artículo surtirá efectos para   las indemnizaciones administrativas que sean entregadas a partir de la fecha de   expedición de la presente ley, así la solicitud fuese hecha con anterioridad.   Así mismo, las víctimas que al momento de la expedición de la presente ley   hubiesen recibido indemnización administrativa por parte del Estado, contarán   con un (1) año contado a partir de la expedición de la presente ley para   manifestarle por escrito, a la Agencia Presidencial para la Acción Social y la   Cooperación Internacional o a la Unidad Administrativa Especial para la Atención   y Reparación a las Víctimas si ya estuviese en funcionamiento, si desean aceptar   de forma expresa y voluntaria que la indemnización administrativa fue entregada   en el marco de un contrato de transacción en los términos del presente artículo.   En este evento, la Agencia Presidencial para la Acción Social y la Cooperación   Internacional o a la Unidad Administrativa Especial para la Atención y   Reparación a las Víctimas según sea el caso, deberá volver a examinar el monto   de la indemnización entregado a la víctima y comunicarle el procedimiento que   debe surtirse, de conformidad con el reglamento que el Gobierno Nacional   establezca para el efecto, para entregar las sumas adicionales a que haya lugar.    

PARÁGRAFO 2o. El Comité Ejecutivo de que trata los   artículos 164 y 165 de la presente ley será el encargado de revisar, por   solicitud debidamente sustentada del Ministro de Defensa, el Procurador General   de la Nación o el Defensor del Pueblo, las decisiones que conceden la   indemnización por vía administrativa. Esta solicitud de revisión procederá por   las causales y en el marco del procedimiento que determine el Gobierno Nacional.    

En este sentido, el Comité Ejecutivo cumplirá las   funciones de una instancia de revisión de las indemnizaciones administrativas   que se otorguen y establecerá criterios y lineamientos que deberán seguir las   demás autoridades administrativas a la hora de decidir acerca de una solicitud   de indemnización. La decisión que adopte el Comité Ejecutivo será definitiva y   mientras ejerce la función de revisión no se suspenderá el acceso por parte de   la víctima a las medidas de asistencia, atención y reparación de que trata la   presente ley.    

PARÁGRAFO 3o. La indemnización administrativa para la   población en situación de desplazamiento se entregará por núcleo familiar,   en dinero y a través de uno de los siguientes mecanismos, en los montos que para   el efecto defina el Gobierno Nacional:    

I. Subsidio integral de tierras;    

II. Permuta de predios;    

III. Adquisición y adjudicación de tierras;    

IV. Adjudicación y titulación de baldíos para población   desplazada;    

V. Subsidio de Vivienda de Interés Social Rural, en la   modalidad de mejoramiento de vivienda, construcción de vivienda y saneamiento   básico, o    

VI. Subsidio de Vivienda de Interés Social Urbano en   las modalidades de adquisición, mejoramiento o construcción de vivienda nueva.    

La suma que sea adicional al monto que para la   población no desplazada se encuentra establecido en otras normas para los   mecanismos señalados en este parágrafo, se entenderá que es entregada en forma   de indemnización administrativa.    

PARÁGRAFO 4o. El monto de los 40 salarios mínimos   legales vigentes del año de ocurrencia del hecho, que hayan sido otorgados en   virtud del artículo 15 de la Ley 418 de 1997 por la Agencia Presidencial para   la Acción Social y la Cooperación Internacional con motivo de hechos   victimizantes que causan muerte o desaparición forzada, o el monto de hasta 40   salarios mínimos legales vigentes otorgados por la incapacidad permanente al   afectado por la violencia, constituyen indemnización por vía administrativa.”    

III.    LA DEMANDA    

Los actores formularon ocho distintos cargos de   inconstitucionalidad dirigidos contra diferentes apartes normativos de la Ley   1448 de 2011, algunos de los cuales involucran simultáneamente fragmentos de   varios artículos, en los casos en que se considera que infringen el texto   superior por razones similares. Previamente, efectuaron otras extensas   consideraciones de carácter global, encaminadas a contextualizar el alcance de   tales cargos a partir del contenido de la jurisprudencia constitucional que   consideran relevante en relación con los temas que son objeto de esta ley.    

3.1. Consideraciones generales previas    

En este primer aparte, los demandantes incorporaron   algunas reflexiones de carácter general en relación con los principales aspectos   constitucionales que en su opinión resultan relevantes para dilucidar la   exequibilidad de las disposiciones acusadas. Estas observaciones aluden, en su   orden: i) al principio de progresividad y la prohibición de regresividad en   relación con las materias sobre las cuales versa la ley parcialmente demandada;   ii) al hecho de haberse declarado por esta corporación un estado de cosas   inconstitucional en relación con el fenómeno del desplazamiento interno, así   como a la forma en que esta circunstancia limitaría la autonomía del órgano   legislativo; iii) a la necesidad de aplicar de manera específica un test de   proporcionalidad al momento de juzgar la constitucionalidad de las medidas   contenidas en una norma de esta temática.    

En relación con lo primero, los actores comienzan   realizando un recuento de algunas decisiones de esta corporación, en las que se   habría destacado la importancia del principio de progresividad en relación con   el disfrute efectivo de los derechos sociales, económicos y culturales. De igual   manera, citan varios documentos internacionales integrantes del bloque de   constitucionalidad, entre ellos el Pacto Internacional de Derechos Económicos,   Sociales y Culturales PIDESC, los Principios de Limburgo de 1987 y las   Directrices de Maastricht de 1997, así como decisiones del Sistema   Interamericano de Derechos Humanos, todos los cuales destacarían esa misma   necesidad.    

Destacan que, en desarrollo de este principio, los   Estados deben trabajar por brindar a sus asociados los máximos niveles de   cobertura posibles en relación con estos derechos, y por incrementar tales   niveles a través del tiempo, sin que puedan excusar su inacción con el pretexto   de la progresividad[1]. De otro lado, señalan   también que la aplicación de esta perspectiva al desarrollo de tales derechos   implica restricciones a la autonomía del legislador, órgano que estaría obligado   a participar y contribuir al cabal desarrollo de los mismos, además de lo cual   debe abstenerse de aprobar normas que de cualquier manera restrinjan el grado de   disfrute ya alcanzado en relación con cada uno de ellos, medidas que por esta   razón se presumirían inconstitucionales, pese a lo cual podrían,   excepcionalmente, resultar válidas en razón a las limitaciones presupuestales   que constantemente afronta el Estado.    

En esta línea, recuerdan que para efectos de determinar   la validez constitucional de disposiciones legales con este contenido, esta   Corte ha implementado el llamado test de regresividad, en desarrollo del   cual debe verificarse que la medida cuestionada i) no tenga un carácter   discriminatorio; ii) sea claramente necesaria; iii) exista un compromiso de   avance futuro, y iv) no desconozca ni implique restricción de los mínimos, que   en relación con el disfrute de tales derechos haya establecido la jurisprudencia   constitucional.    

Sobre el hecho de haberse declarado un estado de cosas   inconstitucional, los actores comienzan por rememorar las razones que condujeron   a esa declaración, entre ellas el hecho de que las vulneraciones advertidas se   originan en graves problemas de carácter estructural, no atribuibles a una sola   entidad pública, y cuya solución necesariamente demanda cambios en la   formulación y ejecución de políticas públicas. Señalan que dentro de un contexto   de este tipo, el ejercicio de la función legislativa debe enfocarse al logro de   soluciones que permitan superar la situación identificada como irregular y   contraria al texto fundamental, mientras que la labor de este tribunal como   guardián y defensor de la integridad de la Constitución, debe apuntar a   verificar que las medidas adoptadas por el Congreso efectivamente contribuyan a   la superación de tales problemas.    

A partir de lo anterior, insisten en que la   constitucionalidad de las disposiciones de una norma como la Ley 1448 de 2011,   que pretende implementar medidas de atención, asistencia y reparación integral   para personas que son víctimas de las situaciones entonces identificadas, debe   auscultarse desde esta perspectiva. Así las cosas, anuncian que buena parte de   los cargos que a continuación desarrollan comparten este enfoque, por lo que   este tribunal deberá tenerlo en cuenta al resolver sobre ellos.    

Frente a esta regla, señalan los actores que el   artículo 44 del texto superior considera la educación un derecho fundamental de   los niños, que por ende no podría ser limitado en la forma en que lo hace la   norma acusada. De otro lado, resaltan que si bien el artículo 67 ibídem deja   abierta la posibilidad de que en la educación pública se cobren derechos   académicos a quienes puedan pagarlos, esta corporación mediante sentencia C-376   de 2010 sostuvo que a la luz de los tratados y preceptos aplicables que integran   el bloque de constitucionalidad, esa posibilidad resulta inaceptable en lo que   respecta a la educación básica. Así las cosas, la regla instituida en este   segmento normativo resulta desproporcionada, al comparar el ya referido   principio sobre gratuidad de la educación con la grave y apremiante situación   que aqueja a las personas y familias a quienes la Ley 1448 de 2011 define como   destinatarias de sus preceptos.    

Como razones adicionales de la inconstitucionalidad   pretendida, afirman que esta norma no contiene una salvaguarda específica   respecto de los deberes que el Estado debe asumir para hacer efectivo el derecho   a la educación de las personas y/o comunidades que son objeto de esta ley, y que   por la ubicación que dentro de ella tiene el artículo 51, esta regla viene a ser   una medida de asistencia y atención a las víctimas, lo que implica negar su   carácter de derecho de todas las personas, según lo establecen los ya citados   artículos 44 y 67.    

3.3. Segundo cargo: se refiere a la regla contenida en el segundo inciso del artículo 60 de   esta ley, sobre normatividad aplicable a las víctimas de desplazamiento forzado,   según la cual las disposiciones preexistentes cuyo objeto sea el logro del goce   efectivo de los derechos de la población en situación de desplazamiento que no   contraríen lo dispuesto en esta nueva ley, continuarán vigentes. Esta regla   sería violatoria de los mandatos contenidos en los artículos 1° y 2° del texto   superior.    

En este caso la razón que conduciría a la   inexequibilidad de este precepto tiene que ver con el hecho de que esa cláusula   podrá implicar la desaparición de normas preexistentes que al contener un   estándar de protección superior al garantizado por la nueva ley, resulten   contrarias a ésta. Esa circunstancia hace posibles situaciones en las que, lejos   de aplicarse el principio de progresividad, que según se explicó, resulta   obligatorio frente a los derechos económicos, sociales y culturales sobre los   cuales trata esta ley, habría regresividad, al derogarse normas de mayor   cobertura protectora y entrar en vigencia mandatos menos favorables en relación   con los mismos temas. Según alegan, dado que esta regla pone en riesgo los   logros alcanzados antes de la expedición de esta ley, tanto por vía normativa   como jurisprudencial en relación con la protección de las víctimas de   desplazamiento forzado, debe presumirse inconstitucional.    

De otra parte, señalan que esta norma entraría en   conflicto con otro precepto de la misma Ley 1448 de 2011, concretamente su   artículo 27, según el cual las disposiciones de ésta deben ser interpretadas de   conformidad con los tratados y convenios internacionales sobre derechos humanos   ratificados por Colombia. Insisten en que la presencia de esta regla resulta   contradictoria y problemática para la aplicación e interpretación armónica de   esta importante ley, lo que también contribuiría a demostrar su   inconstitucionalidad.    

3.4. Tercer cargo: Recae sobre la frase “Esta oferta, siempre que sea prioritaria,   prevalente y que atienda sus vulnerabilidades específicas tiene efecto   reparador…”, contenida en el segundo inciso del parágrafo 1° del mismo   artículo 60 de la Ley 1448 de 2011, en la que el sujeto “Esta oferta” se   refiere al conjunto de servicios de atención a las víctimas de desplazamiento   forzado, a los que alude el enunciado inicial del mismo precepto.    

Para los actores, una regla de este contenido resulta   contraria al principio de distinción de las medidas de reparación, que son   esencialmente diferentes a las de ayuda y asistencia humanitaria y a las de   prestación de servicios sociales, principio que según explican, ha sido acogido   de manera coincidente por la jurisprudencia del Consejo de Estado, de la Corte   Interamericana de Derechos Humanos y de este tribunal[2].    

En la misma línea, incorporan a continuación sendas   definiciones sobre los conceptos de servicios sociales, ayuda humanitaria y   medidas de reparación, a partir de las cuales buscan resaltar las diferencias   existentes entre ellos, especialmente las relacionadas con la fuente de la cual   deriva en cada caso el deber del Estado de prestar tales servicios y con los   sujetos que deben ser beneficiarios de ellos. Más adelante, transcriben   fragmentos de algunas de las decisiones judiciales que sustentarían esta postura   jurisprudencial, a las cuales se hizo antes referencia.    

Teniendo en cuenta que la regla contenida en el   segmento normativo atacado ignora esta diferenciación, consideran que debe ser   declarada inconstitucional.    

3.5. Cuarto cargo: Se refiere a la expresión “ocurridas con ocasión del conflicto   armado interno” que hace parte del primer inciso del artículo 3° de la Ley   1448 de 2011, así como a la regla contenida en el parágrafo 2° del artículo 60   de la misma norma, relativa a quiénes se entiende como víctimas del   desplazamiento forzado para efectos de esta ley, definición que a su turno alude   a los sujetos delimitados en aquel artículo 3°. Según alegan, estas   disposiciones resultan contrarias al mandato del artículo 13 superior sobre el   derecho a la igualdad así como al contenido de los artículos 1°, 2°, 6°, 12, 29,   93, 94 y 229 del texto constitucional, en lo atinente al derecho de las víctimas   a la verdad, la justicia y la reparación integral, como consecuencia de los   hechos victimizantes.    

En relación con lo primero, resaltan que la restricción   resultante de esta regla implica que quedarían excluidas de los beneficios   previstos por esta ley aquellas personas que hubieren sufrido daños dentro del   contexto del conflicto armado interno, pero no como directa consecuencia de   éste, lo que constituye un acto de discriminación al dejar al margen de esos   beneficios a un importante número de personas afectadas por graves acciones   violatorias de los derechos humanos y/o por crímenes de lesa humanidad, respecto   de los cuales no pueda establecerse relación de causalidad con el conflicto   armado interno.    

Al avanzar en la sustentación de este cargo, los   demandantes afirman que el conflicto armado no internacional constituye el   ámbito de aplicación material del Protocolo II adicional a los Convenios de   Ginebra, según se determina en su artículo 1°, norma que transcriben a   continuación. Señalan que esta corporación ha reconocido la aplicabilidad de   este instrumento internacional a la situación que actualmente vive el país, pues   ésta se encuadra de manera razonable dentro de los criterios generales previstos   en la citada norma[3].    

Añaden que esos mismos referentes han sido utilizados   por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, con igual propósito de   determinar la posible aplicabilidad del Derecho Internacional Humanitario,   reflexiones de las cuales incluyen también una transcripción parcial. Sin   embargo, aclaran que el encuadramiento de una situación específica dentro de los   criterios previstos en la norma antes referida no depende del reconocimiento o   no del conflicto interno por parte del Gobierno o de las otras partes en   conflicto, pues esto implicaría poner en manos de aquellos la decisión de   aplicar o no el Derecho Internacional Humanitario, lo que no resulta lógico ni   razonable.    

Posteriormente, indican que la jurisprudencia de esta   Corte ha entendido que la identificación de quiénes pueden ser consideradas   víctimas dentro del contexto de un conflicto armado interno no requiere una   relación de causalidad directa entre los hechos victimizantes y el referido   conflicto, siendo suficiente que el hecho dañoso se haya producido dentro de   dicho contexto. Este aserto es respaldado también con fragmentos de los   pronunciamientos del Tribunal Penal para la antigua Yugoslavia, a partir de   traducciones informales de los mismos.    

Señalan también que el carácter de víctima de graves   violaciones de los derechos humanos y de los delitos de lesa humanidad se   establece a partir de una interpretación amplia del concepto de conflicto armado   interno, que no requiere una directa relación de causalidad. Resaltan incluso   que la comisión de los llamados crímenes de lesa humanidad podría tener lugar en   tiempos de paz, completamente al margen de la existencia de un conflicto armado[4]. De otro lado plantean   varios ejemplos de situaciones que enmarcan la comisión de acciones   victimizantes dentro de un contexto de conflicto armado, aun cuando no exista   una directa relación de causalidad entre el delito cometido y el desarrollo de   aquél, por ejemplo la defensa activa de los derechos humanos. En opinión de los   actores, estas observaciones demuestran que la exigencia de ser víctimas del   conflicto armado como condición para el reconocimiento de los beneficios   establecidos en esta ley es contraria a la actual jurisprudencia constitucional.    

Después de estas reflexiones, precisan que el fragmento   acusado del artículo 3° sería inconstitucional en cuanto se entienda que la   alusión a “… con ocasión del conflicto armado interno” implica la   necesaria exigencia de una relación de causalidad entre el hecho victimizante y   aquel conflicto, pues ello dejaría por fuera de la cobertura de esta ley un   importante conjunto de situaciones que deberían quedar incluidas, de las cuales   plantea varios ejemplos.    

De otra parte, señalan que el concepto de víctimas del   desplazamiento forzado incluido en el parágrafo 2° del artículo 60 (que también   es objeto de este cargo), en cuanto alude a las previsiones del artículo 3°, y   entre ellas la relación de causalidad con el conflicto armado, es   injustificadamente restrictivo frente a definiciones previamente aceptadas en el   país tanto a nivel normativo como jurisprudencial, entre ellas la prevista en el   artículo 1° de la Ley 387 de 1997, la contenida en los Principios Rectores de   los Desplazamientos Internos (Principios Deng)[5]  o las empleadas en las sentencias T-025 de 2004 y C-372 de 2009 y en el auto   A-011 del mismo año.    

Después de transcribir y comentar ampliamente varias de   estas definiciones, resaltan que todas ellas tienen en común el hecho de la   coacción que hace necesario el traslado ante la perspectiva de sufrir daño, y la   circunstancia de no haber traspasado las fronteras nacionales, pero no exigen un   determinado tipo de conflicto como fuente de esa coacción. Señalan también que,   según lo ha indicado esta Corte, al definir el concepto de víctimas o personas   en situación de desplazamiento, el legislador debe observar esas pautas y   criterios.    

Sobre este particular, concluyen los actores   insistiendo en que la definición de víctima del desplazamiento prevista en el   parágrafo 2° del artículo 60 contiene elementos que restringen indebidamente su   cobertura, y en tal medida implican incumplimiento del deber del Estado de   promover condiciones para hacer realidad la igualdad real y efectiva que pregona   el artículo 13 superior.    

3.6. Quinto cargo: Se dirige contra distintas expresiones contenidas en los parágrafos   1°, 2° y 3° del artículo 61, y en el enunciado inicial de los artículos 66 y 67   de la Ley 1448 de 2011, disposiciones que en concepto de los actores resultan   contrarias a los artículos 2°, 13 y 93 de la Constitución Política, en cuanto   imponen cargas excesivas y desproporcionadas para que las víctimas puedan   reivindicar sus derechos. Los aspectos cuestionados son los siguientes:    

La primera de estas normas (art. 61) trata sobre los   requisitos que debe llenar la declaración que las personas desplazadas deben   rendir ante el Ministerio Público con el fin de hacerse acreedoras a los   beneficios previstos en esta ley, si previamente no se encontraren inscritas en   el Registro Único de Población Desplazada RUPD. Frente a esta extensa norma se   objetan estos aspectos: i) la regla según la cual existirá un plazo   aparentemente preclusivo de dos (2) años para que las personas afectadas por   estos hechos durante años anteriores puedan hacer su declaración y ser incluidas   en ese registro (inciso 1° del parágrafo 1°); ii) la orden para que el Gobierno   Nacional adelante una campaña de divulgación con el fin de informar sobre esta   regla y propiciar el oportuno registro de las víctimas que no hubieren cumplido   esta diligencia (inciso 2° del parágrafo 1°); iii) la obligación de que el   funcionario que en estos casos recibe la declaración indague sobre las razones   de la demora, con el ánimo de determinar la posible existencia de barreras de   acceso en relación con estos procesos (inciso 1° del parágrafo 2°); iv) el deber   de preguntar al declarante por las circunstancias de tiempo, modo y lugar que   hubieren ocasionado el desplazamiento, a fin de contar con mayores elementos de   juicio para decidir sobre su eventual inclusión en este registro (inciso 2° del   parágrafo 2°); v) la obligación para el desplazado declarante de enterar de   manera detallada al funcionario del Ministerio Público sobre la posible   existencia de situaciones de fuerza mayor que previamente hubieren impedido su   registro (parágrafo 3°) y vi) el deber que en este último caso tendrá el   funcionario de enviar las diligencias a la Unidad Administrativa Especial para   la Atención y Reparación Integral de las Víctimas “para que realice las   acciones pertinentes de acuerdo a los eventos aquí mencionados”.    

Por su parte, el artículo 66 se refiere a los retornos   y reubicaciones de las víctimas del desplazamiento. En este caso se demandan: i)   la regla conforme a la cual las personas que hubieren decidido retornar o   reubicarse procurarán permanecer en el sitio que hayan elegido, para que el   Estado pueda garantizar el goce efectivo de sus derechos, y ii) el mandato según   el cual cuando no existan condiciones de seguridad para permanecer en   determinado lugar las víctimas deberán informar a este respecto al Ministerio   Público. Mientras tanto, el artículo 67 trata sobre las circunstancias en que   cesa la condición de vulnerabilidad y debilidad manifiesta, una de las cuales,   la que es objeto de demanda, consistiría en que la víctima de desplazamiento   forzado recupere por sus propios medios, el goce efectivo de sus derechos.    

Respecto de lo primero, consideran los actores que las   reglas sobre declaración ante el Ministerio Público contenidas en los parágrafos   del artículo 61 son contrarias a los artículos 13, 2° y 93 del texto   constitucional, pues crean diversas dificultades para acceder a los servicios   que la ley estableció en favor de las víctimas del desplazamiento forzado. Una   de ellas sería el señalamiento de un plazo perentorio para la realización de los   registros tardíos, que si bien puede entenderse como un estímulo para luchar   contra el subregistro existente en esta materia, y como una medida para   racionalizar la oferta de servicios y las obligaciones del Estado en relación   con el tema, podría limitar en forma desproporcionada la posibilidad efectiva de   ser inscrito, y por esa vía, la de recibir los beneficios previstos en esta ley,   entre ellos la ayuda humanitaria[6].    

Como alternativa, los demandantes proponen a la Corte   que se interprete la norma en el sentido de que quienes no hubieren efectuado   esta declaración respecto de hechos acaecidos más de dos años antes de la   vigencia de esta ley debe entenderse que han afrontado un caso fortuito, vista   la falta de garantías existente en esa época[7] para tales efectos,   interpretación que a la luz de lo previsto en el parágrafo 3°, permitiría la   declaración tardía de tales hechos.    

De igual manera, aun cuando esa restricción no consta   en los apartes acusados, se cuestiona el hecho de que la declaración solo pueda   versar sobre hechos acaecidos a partir del 1° de enero de 1985, ya que según   explican, no podría asumirse que las personas desplazadas antes de esa fecha no   tienen derecho a la verdad, la justicia y la reparación en relación con los   hechos que causaron su victimización, pues estos derechos no desaparecen por el   mero paso del tiempo. En consecuencia, los actores piden a la Corte remover este   límite temporal, en caso de que no lo hubiere hecho ya al fallar anteriores   demandas al respecto.    

En relación con los apartes acusados de los artículos   66 y 67, consideran también los demandantes que generan cargas desproporcionadas   sobre las víctimas que esta ley busca apoyar y favorecer. Ejemplos de ello son   el deber de procurar permanecer en el lugar inicialmente escogido para el   reasentamiento, pese a los nuevos peligros y dificultades que allí pudieran   presentarse, o la opción de que sea por el propio esfuerzo de la víctima   desplazada que se logre el pleno restablecimiento de sus derechos, de tal modo   que cese la identificada situación de vulnerabilidad. Con base en el precedente   de la sentencia C-278 de 2007 sobre las implicaciones del deber de cooperación   en torno a la superación de las propias dificultades, solicitan declarar la   inexequibilidad de estas reglas.    

3.7. Sexto cargo: En línea semejante a lo planteado en el cargo tercero, se cuestiona en   este caso una parte del título o denominación de la norma contenida en el   artículo 123 de la Ley 1448 de 2011, referido a “Medidas de restitución en   materia de vivienda”. Afirman los actores que el beneficio previsto en esta   norma no puede ser entendido como una medida de restitución, pues ello implica   desconocer el principio de distinción, al considerarse como beneficios sociales   que el Estado graciosamente otorga, prestaciones que deben hacer parte de la   plena reparación debida a las víctimas de un determinado daño.    

Haciendo implícita alusión al contenido del precepto   legal cuyo título se cuestiona, señalan los demandantes que una de las razones   que demuestran la trascendencia de esa distinta denominación es el hecho de que   las medidas de reparación deben cumplirse de manera completa, sin que la   eventual falta de recursos pueda ser razón válida para excusar su   incumplimiento, situación diversa a la que ocurre cuando se trata de acciones   dirigidas a la materialización de los derechos sociales, económicos y   culturales, respecto de los cuales tales limitaciones podrían considerarse   admisibles. Tomando como referente normas de las Leyes 387 y 418, ambas de 1997,   insisten entonces en que si, por ejemplo, los hechos victimizantes causaron daño   a la vivienda de las personas afectadas, ese daño debe ser plenamente reparado,   sin que resulte suficiente ofrecer prioridad y acceso preferente a programas   sociales sobre la materia.    

3.8. Séptimo cargo: Recae sobre la totalidad del texto del artículo 125 de la Ley 1448 de   2011, que establece un límite sobre la cuantía del subsidio de vivienda que   podrá ser otorgado como parte de las medidas de restitución en materia de   vivienda. El reproche de constitucionalidad radica, semejante a lo planteado en   los dos primeros cargos de la demanda, en la eventual vulneración de los   artículos 13 y 51 superiores, sobre principio de igualdad y derecho a la   vivienda respectivamente, en cuanto este límite puede implicar una situación de   regresividad frente al disfrute previamente alcanzado de los derechos sociales,   económicos y culturales, en este caso del derecho a la vivienda digna.    

Sobre este aspecto los actores invocaron el principio   de progresividad de los derechos sociales y al principio pro homine et   libertatis, conforme al cual las normas deben ser interpretadas y aplicadas   en la forma en que resulte más favorable a la vigencia y protección de los   derechos humanos, principios que según comentan, hacen parte integrante del   bloque de constitucionalidad.    

Frente al contenido de este precepto, los actores   explican que la fijación de un límite, equivalente al vigente para las viviendas   de interés social al momento de ser presentada la respectiva solicitud, implica   una reducción efectiva del monto disponible para cada subsidio de conformidad   con las normas vigentes antes de la expedición de la Ley 1448 de 2011,   específicamente en algunos decretos reglamentarios, que por efecto de lo   dispuesto en el artículo 60 de esta ley deberán considerarse derogados.    

Consideran que en razón a ese retroceso cuantitativo   consecuencial, la norma acusada debe ser declarada inconstitucional.    

3.9. Octavo cargo: En este caso el cuestionamiento se dirige contra apartes del parágrafo   3° del artículo 132 de la Ley 1448, relacionado con las formas a través de las   cuales puede cumplirse el pago de las indemnizaciones por vía administrativa. Se   atacan en esta norma: i) la expresión “por núcleo familiar”, que hace   parte del enunciado principal de este parágrafo, y que en tal medida determina   la forma de pago de las indemnizaciones; ii) las seis distintas alternativas que   la norma contempla para el cumplimiento de esta obligación, y iii) la regla con   la que termina el parágrafo 3°, relativa al tratamiento que se dará a las sumas   que resulten adicionales frente a las que se entreguen por los mismos conceptos   a personas no víctimas de desplazamiento.    

Sobre lo primero, afirman los actores que la frase   “por núcleo familiar” desconoce el principio de reparación integral, que   según la misma Corte habría reconocido[9], es parte del bloque de   constitucionalidad. La razón para ello sería que al establecer este referente,   se excluye la posibilidad de que una persona no integrante de un núcleo familiar   logre el reconocimiento y pago de la reparación debida, al no corresponder a   tales criterios. Agregan que esta restricción podría causar adicionales   vulneraciones, por ejemplo al ignorar que podría tratarse de una persona cuyo   grado de afectación sea aún mayor al no contar con el apoyo de lazos familiares,   o que el daño inflingido podría consistir precisamente en la destrucción de su   núcleo familiar, lo que a la postre le privaría de la posibilidad de ser   indemnizado conforme a este artículo. Alegan también que este criterio afecta   indebidamente el derecho de acceso a la administración de justicia, en cuanto la   irracionalidad de esta regla demuestra un exceso en el ejercicio de la autonomía   de configuración normativa que en relación con la regulación de los aspectos   típicamente procesales se reconoce usualmente al legislador.    

En lo que respecta a los distintos mecanismos   disponibles para el pago de la indemnización y a la regla final sobre el   tratamiento de los eventuales excedentes (frente al monto de la indemnización   que se reconocería a personas no desplazadas), afirman que se vulnera el   principio de distinción entre las medidas de reparación y las otras medidas de   carácter asistencial o humanitario o la simple prestación de servicios sociales.   Sostienen que por esta razón, las disposiciones acusadas son contrarias a la   jurisprudencia que en relación con estos temas han sentado tanto el Consejo de   Estado, como este tribunal.    

Para concluir, señalan que según lo ha explicado la   jurisprudencia de esta corporación[10], esa distinción resulta   necesaria por cuanto la consideración de los servicios sociales que debe prestar   el Gobierno a quienes los requieran en tiempo y condiciones de normalidad, como   una parte de la reparación debida a las víctimas, se traduce en una reducción   neta del monto que esta última debe tener, lo que además de infringir el   principio de distinción, implica también el recorte de los derechos a la verdad,   justicia y reparación, que conforme a la Constitución deben ser cumplidos y   garantizados a las víctimas.    

IV. INTERVENCIONES    

4.1. Del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural    

Este Ministerio participó por conducto del Jefe de su   Oficina Asesora Jurídica, quien se pronunció únicamente en relación con los   apartes acusados de los artículos 123 y 125, los cuales solicitó declarar   exequibles.    

Respecto de lo primero, este interviniente incorpora   una extensa transcripción de la reciente sentencia C-715 de 2012 de esta   corporación, en la que se analizó el concepto de restitución en cuanto elemento   componente de la reparación integral, se trazaron algunas reflexiones sobre la   naturaleza que tendrían en este ámbito las prestaciones del Estado en materia de   derecho a la vivienda y se efectuó un análisis de las novedades que en relación   con estos temas plantea la Ley 1448 de 2011. Con tal sustento, el interviniente   afirma que este tribunal ha reconocido que la implementación de medidas   encaminadas a garantizar el derecho a la vivienda, como ocurre con los subsidios   desarrollados por el artículo 123, pueden ser consideradas medidas de   restitución.    

Seguidamente, invoca varios otros pronunciamientos de   esta Corte en relación con el derecho a la igualdad y el principio de buena fe,   a partir de lo cual señala que cuando se denuncia la infracción de estos   principios le incumbe al actor satisfacer una carga argumentativa especialmente   intensa, lo que no se habría cumplido en el presente caso, razón por la cual el   cargo estudiado no podría prosperar.    

Frente al séptimo cargo de inconstitucionalidad,   relacionado con el texto del artículo 125 de la ley parcialmente acusada, este   representante incorpora inicialmente un conjunto de consideraciones en torno al   concepto de justicia transicional, a partir de lo cual resalta que, dentro de un   contexto de este tipo, el carácter integral de las reparaciones no depende ni   del monto de la compensación económica ni de los bienes materia de restitución,   sino de que se cumpla con cinco elementos que componen el concepto de   reparación, esto es, indemnización, restitución, medidas de satisfacción,   rehabilitación y garantías de no repetición. Más adelante, explora algunos   criterios sobre el significado del principio de progresividad y no regresividad,   y sobre los elementos del test que en ocasiones ha aplicado esta Corte para   determinar si una medida prima facie  regresiva podría o no ser acorde a la Constitución.    

4.2. De la Secretaría Jurídica de la Presidencia de la   República, la Unidad para la Reparación Integral a Víctimas, el Ministerio de   Justicia y del Derecho y el Departamento Administrativo para la Prosperidad   Social    

Estas dependencias oficiales, obrando por conducto de   sus respectivos representantes, que en el caso del Ministerio fue el   Viceministro de Promoción de la Justicia y en el del Departamento Administrativo   de la Prosperidad Social la Jefe de la Oficina de Asesoría Jurídica, presentaron   en forma conjunta un escrito encaminado a defender la exequibilidad de las   disposiciones acusadas. Estos intervinientes se pronunciaron de manera separada   acerca de cada uno de los cuestionamientos planteados por los demandantes, en la   siguiente forma:    

i) Sobre el cargo primero dirigido contra la   expresión “… y cuando éstas no cuenten con los recursos para su pago”,   relativa a la gratuidad de la educación, contenida en el artículo 51 de la ley   demandada: Manifiestan que en caso de considerarse que esta exigencia resulta   regresiva a la luz de lo señalado en la sentencia C-376 de 2010, esa   circunstancia afectaría apenas a la educación básica primaria, que es el nivel   respecto del cual la Corte determinó que debería existir gratuidad sin   excepciones. De otra parte, anotan que con posterioridad a la promulgación de la   Ley 1448 de 2011 acusada, se expidió el Decreto 4807 del mismo año, mediante el   cual se establecieron las condiciones para la aplicación del principio de   gratuidad en los distintos niveles del sistema educativo. Así, afirman que en   cuanto las normas de ese Decreto complementan y amplían el sentido de la   expresión acusada, ésta debe ser declarada exequible.    

ii) Sobre el cargo segundo dirigido contra el   inciso 2° del artículo 60, relativo a la vigencia de las disposiciones sobre   derechos de la población en situación de desplazamiento que no contraríen la Ley   1448: Señalan que si bien una interpretación puramente literal de esta norma   podría tener como consecuencia una situación de regresividad como la que   plantean los actores, ello resultaría contrario a la intención de esta nueva   Ley, cual es instituir un conjunto comprehensivo y sistemático de protección y   beneficios en favor de las víctimas determinadas en su artículo 3°, y también   iría en contravía del principio de progresividad de que trata el artículo 17   ibídem.    

En esta perspectiva, estiman que no podría asumirse que   el precepto acusado tiene el efecto que le atribuyen los demandantes, pues en   caso de que la legislación preexistente contenga beneficios eventualmente   superiores a los desarrollados por la Ley 1448 de 2011, ellos no podrían   entenderse derogados por efecto de ese precepto. Por estas razones, solicitan   que esta disposición sea declarada exequible.    

iii) Respecto del cargo tercero, formulado   contra el inciso 2° del parágrafo 1° del artículo 60, en torno al efecto   reparador de la oferta de servicios dirigida a las víctimas en situación de   desplazamiento: Reconocen la importancia del principio de distinción invocado   por los demandantes y resaltan cómo la regla contenida en el inciso 1° del mismo   parágrafo garantiza que el costo asociado a esta oferta de servicios no será   descontado del monto de la indemnización a que las víctimas tienen derecho. Sin   embargo, señalan que bajo determinadas condiciones, resulta válido que a esa   oferta se le reconozca efecto reparador, lo que en su entender no necesariamente   implica infracción de ese principio.    

En relación con este cargo, analizan las circunstancias   en que podría producirse el retorno y la reubicación de la población víctima de   desplazamiento forzado, como medida de restitución. Señalan que esta situación   solo podría tener lugar previo el lleno de importantes condiciones que permitan   lograr la estabilización socioeconómica de las víctimas, entre las cuales se   encuentra la disponibilidad de la llamada oferta social del Estado,   adaptada a las necesidades específicas de las personas y familias que pretenden   retornar, de tal modo que durante ese proceso pueda superarse su situación de   vulnerabilidad. Estiman que dentro de un contexto de este tipo, la relación   entre las medidas de asistencia humanitaria y las de reparación se torna   compleja, y que si bien conceptualmente es posible diferenciarlas, en el terreno   práctico esa distinción no siempre resulta factible. Añaden que en esa   específica circunstancia, la oferta de servicios que hace posible el retorno, en   cuanto además se ofrezca como prioritaria y prevalente, puede tener carácter   reparador, frente a la situación dañosa previamente vivida por tales personas,   sin que por ello se lesione el principio de distinción.    

De otra parte, señalan que a diferencia que lo que   ocurría con la norma declarada inexequible mediante la sentencia C-1199 de 2008,   citada por los actores[12], la que ahora se   cuestiona contiene unos condicionamientos muy precisos, pues la oferta social   debe ser prioritaria, prevalente y atender las vulnerabilidades específicas de   las víctimas, de tal modo que en realidad tenga el efecto de hacer posible el   retorno, medida que en su opinión no podría dejar de considerarse reparatoria.   Así mismo, destacan que aunque la norma acusada le atribuye a estos servicios un   efecto de reparación, no ha señalado en cambio que ellos agoten ese concepto,   por lo que también podrán concurrir las demás acciones que haya lugar a realizar   con ese mismo propósito, entre ellas las dirigidas a restablecer la salud, la   autoestima y la tranquilidad de las víctimas y de las comunidades a las que   ellas pertenecen[13]. A partir de estas   reflexiones, los intervinientes piden a la Corte declarar exequible esta   disposición.    

iv) Frente al cargo cuarto dirigido contra la   expresión “ocurridas con ocasión del conflicto armado interno” que forma   parte del artículo 3° y el parágrafo 2° del artículo 60, relacionados con la   definición de quiénes son víctimas de desplazamiento forzado: A este respecto   señalan que mediante sentencia C-781 de 2012 se declaró la exequibilidad de la   misma frase del artículo 3° que en esta demanda se cuestiona, frente a cargos   esencialmente idénticos a los que ahora se plantean, razón por la cual habrá de   reconocerse el efecto de cosa juzgada constitucional derivado de este fallo.   Acerca de la regla contenida en el artículo 60, indican que en cuanto las   críticas a esta norma se basan directamente en la remisión que allí se hace a la   definición plasmada en el artículo 3°, que este tribunal encontró exequible,   deberá así mismo declararse acorde a la Constitución el parágrafo 2° del   artículo 60 de la Ley 1448 de 2011.    

v) Frente al cargo quinto, en lo relativo a las   glosas formuladas contra distintas expresiones contenidas en los parágrafos 1°,   2° y 3° del artículo 61, que establecen las reglas aplicables a la declaración   que las personas desplazadas deberán rendir ante el Ministerio Público: Piden a   la Corte declararse inhibida en relación con este punto, al considerar que la   demanda es inepta al no explicar de manera satisfactoria la forma cómo, en   concepto de los actores, se vulneran los textos constitucionales invocados.    

En todo caso, frente a la posibilidad de que la Sala   resuelva decidir de fondo sobre este aspecto, los intervinientes ofrecen razones   por las que consideran que esas disposiciones deben ser declaradas exequibles.   Así, de una parte, frente al implícito cuestionamiento de la fecha establecida   en el 1° de enero de 1985, aspecto que no hace parte del texto de los parágrafos   parcialmente acusados, explican que esta regla fue declarada exequible por esta   corporación mediante sentencia C-250 de 2012. En cuanto a lo demás, destacan que   las pautas incorporadas en estos parágrafos no resultan en modo alguno   irrazonables, y que además son fruto de la autonomía normativa que la   jurisprudencia constitucional ha reconocido al legislador. Por esta razón piden,   de manera subsidiaria, que se declare la exequibilidad de todas estas normas.    

vi) También con respecto al cargo quinto, pero   en lo atinente a las acusaciones dirigidas contra apartes de los artículos 66 y   67, que regulan aspectos relativos al retorno de las personas desplazadas y la   cesación de las condiciones de vulnerabilidad: Consideran también que la demanda   es inepta, en este caso debido a la falta de certeza y suficiencia del cargo[14], entre otras razones por   cuanto los actores asumen como deberes de las víctimas desplazadas situaciones   que no tendrían ese alcance, por lo cual la Corte debería inhibirse para fallar   sobre estos temas. Sin embargo, al igual que en el caso anterior, ofrece razones   que conducirían a la exequibilidad de estas disposiciones.    

Respecto del aparte en el artículo 66, después de   realizar un amplio recuento de la jurisprudencia de esta Corte sobre la especial   atención debida a las víctimas de desplazamiento forzado, comienzan por resaltar   el significado del verbo procurar, que define la conducta que se espera   de las personas que han logrado retornar al lugar de donde fueron desplazados.   Seguidamente, explican que esa expectativa resulta razonable y no es   desproporcionada, por cuanto una vez que se ha producido el retorno, es porque   el Estado ha desplegado un conjunto de servicios y prestaciones en beneficio de   los interesados para hacerlo seguro y posible, lo que hace conveniente la   permanencia de éstos en el mismo lugar, además para que no tengan que afrontar   otra vez las dificultades de un nuevo traslado y la consiguiente readaptación.   Por ello, consideran que no existe en este caso la alegada carga   desproporcionada en cabeza de las personas y/o comunidades retornadas, por lo   cual esta disposición sería también exequible.    

En cuanto a la frase demandada en el artículo 67,   destacan que esta norma no descarga en las personas desplazadas la   responsabilidad de lograr la superación de la condición de vulnerabilidad, sino   que apenas contempla la posibilidad de que el propio esfuerzo conduzca o   contribuya a ese resultado. De otro lado, precisan que ese cambio de   circunstancias no supone perder el estatus de víctima ni los derechos y   garantías inherentes a éste, pese a lo cual la existencia de esta posibilidad es   congruente con el carácter eminentemente temporal de este tipo de situaciones.   Finalmente, señalan que el desarrollo reglamentario de estas normas hecho a   través del Decreto 4800 de 2011 clarifica aún más algunas de las situaciones que   sustentan este cargo de inconstitucionalidad, a partir de lo cual este segmento   normativo debe ser declarado exequible.    

vii) Con respecto al cargo sexto de la demanda,   relacionado con la expresión “de restitución” contenida en el artículo   123 de la misma Ley 1448 de 2011: Los intervinientes se refieren no solo al   título de esta norma (que es la parte parcialmente demandada) sino a la   totalidad de su contenido, el cual consideran plenamente exequible. Ello por   cuanto resulta a su juicio evidente que la entrega de subsidios de vivienda (en   sus distintas modalidades) es un mecanismo válido de restitución, cuando el   desplazamiento sufrido ha implicado el abandono, la pérdida y/o el daño de la   propia morada. Señalan además que esta concepción se encuentra presente también   en los denominados Principios Pinheiro[15], así como en el Pacto   Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDESC), que son las principales   normas internacionales relevantes en relación con esta materia.    

viii) Acerca del cargo séptimo, referente al   artículo 125, que establece un límite o cuantía máxima del subsidio familiar de   vivienda que puede otorgarse como medida de restitución dentro del marco de esta   ley: Consideran infundado el reproche constitucional pues parte de un supuesto   que no tendría soporte en el texto superior, cual es que los subsidios de   vivienda para personas desplazadas deben necesariamente ser mayores a los de   personas que se encuentran en situación de pobreza. Señalan que, por el   contrario, el monto específico de este beneficio sería un asunto del exclusivo   resorte del legislador, órgano que por la misma razón bien podría haber   establecido o establecer en el futuro un monto diferente, mayor o menor sin   limitación alguna.    

De otra parte, señalan también que el cargo se sustenta   en un supuesto fáctico así mismo discutible, como sería el hecho de que   existieran subsidios de vivienda más favorables al determinado por esta norma. A   ese respecto, realizan otras anotaciones sobre las distintas modalidades de este   subsidio actualmente disponibles, de las cuales resultaría falso ese supuesto,   lo que así mismo conduciría a declarar la exequibilidad del artículo 125 en   cuestión.    

ix) Sobre el octavo cargo, en lo relativo a la   expresión “por núcleo familiar”, que hace parte del artículo 132 de la   Ley 1448 de 2011, sobre indemnizaciones por vía administrativa: Los   intervinientes refutan la hipótesis planteada por los actores, conforme a la   cual este criterio dejaría sin derecho a las referidas indemnizaciones a las   personas solteras, sin ascendientes ni descendientes con quienes conformar un   núcleo familiar, y señalan que dentro de este criterio cabe incluso la unidad   conformada por una sola persona, sin más parientes.    

De otro lado, destacan que este mismo ha sido el   entendimiento que le ha dado a ese concepto la jurisprudencia de esta   corporación, razones a partir de las cuales esta norma debe ser declarada   exequible.    

x) Finalmente, respecto al mismo cargo octavo,   pero en lo atinente a las distintas modalidades de indemnización administrativa   previstas en el parágrafo 3° del artículo 132: También en este caso plantean su   desacuerdo con este cargo, para lo cual reiteran la consideración conforme a la   cual si bien existe una clara diferencia conceptual entre las acciones de   reparación, los servicios sociales del Gobierno y las medidas de asistencia   humanitaria, es factible que en algunos casos la distinción resulte difícil, o   que una sola acción tenga al mismo tiempo características de más de una de estas   especies. Indica que varias de las medidas listadas en esta norma constituyen   buenos ejemplos de las medidas que pueden tener ese carácter mixto.    

4.3. Del Ministerio del Interior    

Este Ministerio intervino por conducto de apoderado   especial, quien expuso algunos breves comentarios de carácter global sobre las   distintas disposiciones acusadas, con base en los cuales solicitó a la Corte   declarar la exequibilidad de todas ellas.    

Este interviniente destaca que la Ley 1448 de 2011, de   la cual hacen parte todas las disposiciones acusadas, pretende la   sistematización de una amplia y ambiciosa política pública de atención y   reparación a las víctimas del conflicto armado, tema sobre el cual, si bien   existían previamente varios importantes desarrollos normativos y   jurisprudenciales relevantes, nunca se había realizado un esfuerzo de   unificación semejante[17]. Explica que en esa   medida, la entrada en efecto de este nuevo estatuto supone cambios y   alteraciones en las normas antes vigentes, que precisamente se busca reemplazar   por la nueva regulación, en el entendido de que, al ser comprehensiva e   integral, ella permite un mejor y más adecuado desarrollo del tema, dentro del   marco constitucional aplicable.    

Señala que por esta razón, la aplicación del principio   de progresividad y la prohibición de regresividad no pueden ser entendidas ni   aplicadas punto por punto, sino de manera global, razón por la cual la eventual   derogatoria o alteración de normas específicas, enfocadas a la atención de las   víctimas del conflicto armado, no puede ser entendida como un inconstitucional   retroceso. De otra parte, llama la atención sobre la existencia de varias normas   y principios contenidos a lo largo del articulado de esta ley, entre ellas el   artículo 17 sobre el principio de progresividad, el 13 sobre enfoque diferencial   o el 8° y 9° que la definen como un instrumento de justicia transicional, todos   los cuales deben ser tomados en cuenta en la interpretación y recto   entendimiento de sus demás disposiciones.    

Se refiere también a la dificultad que existe para   implementar políticas que como la contenida en esta ley están dirigidas a   sectores determinados de la población en forma simultánea con las políticas   sociales ordinarias, así como para distinguir adecuadamente quiénes deben ser   los beneficiarios de unas y otras. A este respecto, señala que un entendimiento   incorrecto del principio de igualdad podría conducir a la imposibilidad de   aplicar políticas e instituciones específicamente diseñadas para casos así mismo   especiales, frustrando el esfuerzo del legislador e impidiendo al Gobierno   cumplir sus responsabilidades propias, que es lo que considera que ocurriría si,   como en este caso se pretende, se declara la inconstitucionalidad de los   segmentos normativos acusados.    

Además de estas consideraciones, a lo largo de su   escrito, este interviniente señala que en relación con la mayoría de los cargos   planteados existen posturas subjetivas, así como falta de explicación o de   sustentación suficiente en relación con la forma en la que los segmentos   normativos cuestionados infringen las normas constitucionales, razón que en su   entender debe conducir a que se declare la exequibilidad de tales preceptos.    

Finalmente, en relación con el aparte acusado del   artículo 3° de la Ley 1448, recuerda que el mismo fue declarado exequible   mediante sentencia C-781 de 2012, por lo cual solicita decidir estarse a lo   resuelto en esa oportunidad.    

4.4. Del Ministerio de Hacienda y Crédito Público    

Este Ministerio intervino también mediante apoderado   especial, quien después de analizar los distintos cargos de la demanda, señaló   que todos ellos presentan falencias frente a los criterios de claridad, certeza,   especificidad, pertinencia y suficiencia, definidos por la Corte como   indispensables para poder adoptar una decisión de fondo frente a un cargo de   inconstitucionalidad.    

Este interviniente indicó, por ejemplo, que en algunos   casos la sustentación del cargo formulado se referiría a enunciados normativos   que no fueron acusados en el libelo (caso de los cargos primero y quinto), como   también que no se cumple la especial carga argumentativa que según la   jurisprudencia de la Corte es requerida frente a cargos basados en la presunta   infracción del principio de igualdad (cargo cuarto) o a través de los cuales se   pretende demostrar el carácter regresivo de medidas relacionadas con el disfrute   de los derechos sociales, económicos y culturales. Pese a ello, ofreció en todos   los casos razones encaminadas a justificar la exequibilidad de los apartes   demandados.    

En relación con el primer cargo contra el   artículo 51 (parcial), señaló que la regla acusada se limita a realizar el   supuesto previsto en el 4° inciso del artículo 67 de la Constitución, que   contempla el cobro de derechos académicos a quienes puedan sufragarlos. También   indicó que esta regla cumple sin dificultad con los criterios de disponibilidad,   accesibilidad, adaptabilidad y aceptabilidad, identificados por la   jurisprudencia de esta corporación como condiciones necesarias del servicio   público de educación[18] y que no se ubica en   ninguno de los supuestos a partir de los cuales podría afirmarse que una regla   de este tipo tiene carácter regresivo[19]. Finalmente, a propósito   de la supuesta mezcla indebida entre servicios sociales y acciones de   reparación, citó el artículo 25 de la misma Ley 1448 de 2011, en el cual se   establecen las condiciones para que ciertas medidas de asistencia puedan   considerarse complementarias a las medidas de reparación, pero se advierte que   aquellas no reemplazan a éstas, por lo que su costo no podrá ser descontado de   la indemnización administrativa o judicial a que tengan derecho las víctimas.    

Sobre el cargo segundo contra el 2° inciso del   artículo 60, acerca de la vigencia de normas anteriores sobre el mismo tema que   es objeto de esta ley, resalta que la Ley 1448 de 2011 es un instrumento de   justicia transicional, por lo que se trata de una normatividad especial, que   pretende afrontar una problemática concreta y específica, que se aplica solo   para los casos definidos en su artículo 3° y que tiene vigencia transitoria. El   interviniente afirma que tampoco esta regla tiene las características para ser   considerada regresiva, y que atribuirle ese efecto implica desconocer las   anteriores circunstancias.    

Frente al cargo tercero, contra una frase del   parágrafo 1° del artículo 60 relacionada con el efecto reparador que bajo   ciertas circunstancias tienen los servicios de la oferta social del Estado, cita   también las ya referidas reglas del artículo 25 de esta norma, que en su   concepto demuestran la aplicación y acatamiento del principio de distinción,   cuya supuesta infracción daría lugar a este reproche constitucional.    

En torno al cargo cuarto, sobre el alcance de la   definición de víctimas del desplazamiento (inciso 1° del artículo 3° y parágrafo   2° del artículo 60), señaló que los actores no demostraron una efectiva   vulneración del principio de igualdad. Agregó que estas normas son fruto de la   autonomía del legislador, tanto como en otra decisión sobre la misma norma lo   consideró la Corte[20]. Indicó también que ni   siquiera existen condiciones que hagan necesario un condicionamiento, como de   manera subsidiaria lo solicitaron los actores, pues esta solución solo es   posible cuando la norma acusada pudiera tener varias posibles lecturas o   entendimientos y es necesario señalar cuál(es) se aviene(n) al texto   constitucional, situación que en este caso no se presenta.    

Sobre el quinto cargo, dirigido contra apartes   de los parágrafos 1°, 2° y 3° del artículo 61 y algunas expresiones contenidas   en los artículos 66 y 67, explicó que esta Corte examinó ya lo relativo al   límite temporal establecido en enero 1° de 1985, encontrándolo exequible[21].   Por otra parte, frente a las condiciones que han de rodear la declaración que   las víctimas de desplazamiento deberán rendir ante el Ministerio Público,   sostuvo que no resultan desproporcionadas, sino por el contrario razonables, en   cuanto solo buscan establecer con la mayor precisión posible las circunstancias   en que ocurrieron los hechos, con el ánimo de brindar una más adecuada   protección a quienes han sufrido esa situación.    

Respecto de la frase acusada en el artículo 67, en la   que se prevé la posibilidad de que la condición de vulnerabilidad cese por los   propios medios de las personas afectadas, considera que ello no implica la   imposición de una carga desproporcionada a las víctimas, pues se trata de un   hecho que ciertamente podría ocurrir, de manera voluntaria, y pese a las   circunstancias de debilidad que afronta la víctima. De otra parte, sostiene que   no haber contemplado esta posibilidad podría haber creado un incentivo perverso   que impulsara a las víctimas a permanecer en esa condición de manera indefinida,   al paso que haberla considerado favorece la sostenibilidad fiscal de que trata   el actual artículo 334 superior y crea condiciones para el tratamiento   equitativo de las víctimas y de los ciudadanos en general, pues todos ellos   tienen derecho a ser apoyados por el Estado en caso de necesidad.    

Acerca del cargo sexto, relacionado con el   carácter restitutorio del derecho a la vivienda (artículo 123), nuevamente   recuerda el interviniente que esta ley es un instrumento de justicia   transicional, contexto dentro del cual se destacan los derechos a la verdad y a   la justicia, mientras el de la reparación adquiere una connotación más amplia,   más allá de lo puramente pecuniario[22]. Por estas razones   considera incorrecto entender que cuando se habla de que el subsidio de vivienda   y las demás prestaciones previstas en este artículo son medidas de restitución,   ello implique el recorte de la reparación debida a las víctimas. En esta   perspectiva, pide desestimar este cargo y declarar exequible esta norma.    

Frente al séptimo cargo, relativo al límite en   la cuantía del subsidio de vivienda establecido en el artículo 125, plantea que   la Corte no podría emitir sobre él un fallo de fondo, pues no cumple los   requisitos mínimos para ello. Explica, entre otras razones, que el cargo no   recae de manera precisa sobre el texto del artículo acusado, sino sobre la   comparación que podría establecerse entre el monto máximo establecido en esta   norma y los previstos en decretos reglamentarios previamente vigentes. Añade que   los cargos son vagos e indeterminados, lo que impide tener por cumplido el   criterio de certeza.    

Sobre el octavo cargo, dirigido contra varias   expresiones del artículo 132, que establece las principales reglas sobre la   indemnización por vía administrativa, afirma que en lo relacionado con la   expresión “por núcleo familiar” los actores cometen un error de   interpretación, al entender que se excluye de la posibilidad de ser indemnizadas   a las personas que no tienen familia. Estima que esta circunstancia descarta   totalmente la posible prosperidad del cargo planteado.    

Por último, frente a los cuestionamientos de los   actores en torno a las posibles formas de indemnización administrativa, resalta   que el mismo artículo 132 aclara que este reconocimiento no excluye las otras   medidas de reparación desarrollados por esta ley, y específicamente las de   contenido no patrimonial. Por esta razón considera que este cargo debe   desestimarse y la  norma ser declarada exequible.    

4.5. Del Ministerio de Vivienda, Ciudad y Territorio    

Este Ministerio intervino, también mediante apoderado   especial, quien efectuó algunas consideraciones sobre los alcances del derecho   constitucional a la vivienda digna, y a partir de ello se refirió brevemente a   los cargos formulados contra apartes de los artículos 123, 125 y 132 de la Ley   1448 de 2011.    

Este interviniente llamó además la atención sobre   varias otras disposiciones (no acusadas) de la Ley 1448 de 2011, que servirían   como criterio de interpretación de los preceptos demandados, entre ellas el   artículo 17 sobre el principio de progresividad, el 18 sobre gradualidad, el 19   sobre sostenibilidad económica, el 26 sobre colaboración armónica entre las   entidades del Estado y el 27 sobre aplicación de los tratados y estándares   internacionales sobre derechos humanos.    

Entre otros aspectos destacó que el citado artículo 19   prevé la necesidad de que el Gobierno Nacional presente y apruebe un documento   CONPES en el que se fijen las pautas sobre la sostenibilidad financiera de lo   ordenado por esta ley[23]. Explicó además los   principales desarrollos que ese documento contiene respecto del derecho a la   vivienda digna, los que a su entender guardan concordancia con varias de las   disposiciones demandadas, entre ellos los artículos 123, 125 y 132.    

En cuanto al límite cuantitativo a los subsidios de   vivienda de que trata el artículo 125, sostiene que existen varias normas[24] que determinan el monto   máximo de los subsidios de vivienda según distintas circunstancias. Rechaza la   acusación según la cual esta norma resulta regresiva, pues sostiene que los   beneficios que esta ley ha establecido a favor de las víctimas deben ser mirados   desde una perspectiva integral.    

Sobre el último cargo, dirigido contra apartes del   artículo 132, que contiene las principales reglas sobre indemnización   administrativa, refuta el entendimiento de los demandantes en torno a las   implicaciones del término “por núcleo familiar”, a partir de lo cual pide   desechar el cargo en este punto, al tiempo que se abstiene de pronunciarse sobre   los restantes segmentos acusados.    

4.6 Intervenciones extemporáneas    

Después de vencido el término de fijación en lista, se   recibieron cuatros escritos más, presentados por los siguientes ciudadanos: i)   por un apoderado especial del Senado de la República; ii) por el Decano de la   Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de   Colombia; iii) por el Director de la Comisión Colombiana de Juristas, quien   remite un escrito preparado en forma conjunta por distintas organizaciones   sociales, y iv) por la Jefe de la Oficina Asesora Jurídica del Ministerio de   Educación. Mientras que el primero, segundo y cuarto de estos escritos   solicitaron declarar exequibles algunas o todas las disposiciones acusadas, el   tercero de ellos formuló pretensiones semejantes a las de los actores[25].   Sin embargo, en razón a su extemporaneidad, esos escritos no serán tenidos en   cuenta en la presente providencia.    

V. CONCEPTO DEL PROCURADOR GENERAL DE LA NACIÓN    

En concepto Nº 5487 de fecha diciembre 5 de 2012, el   Procurador General de la Nación presentó a la Corte Constitucional su concepto   de rigor sobre la presente demanda, al término del cual formuló diversas   solicitudes en relación con los distintos cargos estudiados.    

La primera de ellas tiene que ver con el segmento   normativo acusado del artículo 3° “ocurridas con ocasión del conflicto armado   interno” (cargo cuarto) sobre el cual recuerda que fue declarado exequible   mediante sentencia C-781 de 2012. Alude también al fallo C-052 del mismo año,   que tendría incidencia sobre la misma norma, y pide a la Corte estarse a lo   resuelto en esas dos decisiones.    

En segundo lugar, destaca que la ley de la cual hacen   parte las disposiciones acusadas ha sido definida como un instrumento de   justicia transicional, concepto respecto del cual transcribe un fragmento de un   concepto anterior de esa oficina[26] y de una sentencia de   este tribunal[27]. Señala que para   desarrollar un modelo de este tipo el órgano legislativo cuenta con un amplio   margen de autonomía, como ya ha sido destacado por la jurisprudencia   constitucional.    

En lo relativo a la expresión demandada dentro del   texto del artículo 51 (cargo primero) el Procurador respalda el argumento de los   actores, pues considera discriminatorio que a las víctimas del conflicto se les   exijan mayores requisitos que a otras personas para hacer efectivo el derecho a   la educación, ya que para la generalidad de la población es gratuito en los   niveles de preescolar, básica y media. Por consiguiente pide declarar   inexequible este aparte normativo.    

Posteriormente se refiere a las glosas dirigidas contra   el inciso 2° del artículo 60 y el inciso 2° del parágrafo 1° de la misma norma   (cargos segundo y tercero), las cuales considera provienen de una lectura   parcial y descontextualizada de las referidas normas, lo que conduce a concluir   que tales cargos no cumplen con el criterio de certeza, definido por esta   corporación. Lo mismo ocurre, según sostiene, con la expresión “por núcleo   familiar” que hace parte del artículo 132 (cargo octavo). En consecuencia,   solicita a la Corte declararse inhibida para decidir sobre la exequibilidad de   esas normas.    

En otros casos, los relacionados con las expresiones   demandadas de los artículos 61 y 67 (cargo quinto), respecto de las cuales   consideran los actores que se impone a las víctimas cargas desproporcionadas   para reivindicar sus derechos, sostiene el Procurador que no existe tal   desproporción, y que los requisitos allí desarrollados son fruto de la ya   comentada autonomía del legislador al crear y regular instrumentos de justicia   transicional. En el caso del artículo 123 (cargo sexto), en el que se tratan   como medidas de restitución las acciones previstas en materia de vivienda,   considera que esa denominación no resulta incorrecta, pues no podría   desconocerse el efecto que esas acciones pueden tener para aliviar la situación   de las víctimas a que esta ley se refiere. Tampoco encuentra reparo en que,   dentro del marco de un sistema de justicia transicional, la ley establezca un   límite cuantitativo a alguna de las prestaciones establecidas, como ocurre en el   artículo 125 con respecto al subsidio de vivienda (séptimo cargo). Por estas   razones el concepto fiscal pide declarar la exequibilidad de todas estas   disposiciones.    

Finalmente, el Procurador analiza las distintas   modalidades de indemnización administrativa, de que trata el artículo 132 de la   Ley 1448 de 2011, que son cuestionadas en el cargo octavo. Frente a ellos afirma   no encontrar razón que conduzca a la inexequibilidad, pues se trata de medidas   que indudablemente alivian, al menos parcialmente, la situación de   vulnerabilidad de las víctimas. En consecuencia, pide a la Corte declarar la   exequibilidad de estos apartes.    

VI. CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL    

1.  Competencia    

Esta corporación es competente para conocer de la   presente demanda, de conformidad con lo previsto en el artículo 241 numeral 4°   de la Constitución, puesto que las disposiciones acusadas hacen parte de una Ley   de la República.    

2. Aclaración previa: existencia de cosa juzgada   constitucional    

Tal como lo señalaron la mayoría de los intervinientes   y el Procurador General, debe señalarse que esta corporación se pronunció ya   sobre la constitucionalidad de la expresión “ocurridas con ocasión del conflicto armado interno”, que hace parte de las normas glosadas en el cargo   cuarto de la demanda, la cual fue declarada exequible mediante fallo C-781 de   octubre 10 de 2012 (M. P. María Victoria Calle Correa) en los términos previstos   en esa providencia.    

En el presente caso, esa expresión ha sido cuestionada   en cuanto la remisión al artículo 3° contenida en el parágrafo 2° del artículo   60, que define quiénes se consideran víctimas de desplazamiento forzado para   efectos de esta ley, implica que este último concepto depende entonces del   alcance de aquél. En esa medida, la supuesta indebida limitación del concepto de   víctima que se derivaría de la expresión acusada, ocasionaría también una   inconstitucional restricción de la noción de víctima de desplazamiento forzado,   desarrollada en el parágrafo 2° del artículo 60, también demandado en esta   ocasión.    

En la referida sentencia C-781 de 2012 la Corte analizó   de manera exhaustiva el mismo argumento que en este caso se propone para   sustentar la supuesta inexequibilidad de este elemento de la definición de   víctimas, esto es, la posible indebida restricción del concepto, y la injusta   exclusión, contraria al principio de igualdad, de quienes no encuadraren en él.   A este respecto la Corte llegó a conclusiones distintas a lo sostenido por los   entonces actores, al encontrar que ese concepto no resulta restrictivo, sino en   cambio, suficientemente amplio, además de ser legítimo producto de la autonomía   normativa del legislador.    

Dos razones principales llevaron a esta decisión: De   una parte, la interpretación amplia e incluyente que la jurisprudencia de este   tribunal ha sostenido respecto del concepto de conflicto armado, lo que   sensiblemente reduce la posibilidad de que resulten indebidamente excluidas   personas que debieran ser admitidas bajo esa noción. De otra, el hecho de que la   imposibilidad de ser reconocido como beneficiarios de la Ley 1448 de 2011 no   trae consigo la absoluta desprotección visualizada por los demandantes, en   cuanto el sistema jurídico colombiano ofrece otras herramientas y mecanismos de   defensa para la atención y la protección de los derechos de las demás víctimas,   más allá de este importante instrumento recientemente aprobado.    

Por consiguiente, encuentra ahora la Sala que esa   decisión resolvió sobre los mismos aspectos que en este caso se han planteado,   en lo que concierne al concepto desarrollado en el artículo 3°, tema sobre el   cual existe entonces cosa juzgada constitucional. Sin embargo, no ocurre lo   mismo frente a la regla contenida en el parágrafo 2° del artículo 60 de la   referida Ley 1448, sobre el cual no existe aún decisión de esta corporación. Así   las cosas, en la presente sentencia la Corte resolverá sobre los   cuestionamientos atinentes a esta última norma, para lo cual partirá del   supuesto de que la definición del artículo 3°, a la cual remite la norma glosada   en este caso, es conforme a la Constitución.    

3. Consideraciones previas sobre el contexto conceptual   dentro del cual se inscribe la Ley 1448 de 2011 de la que hacen parte las normas   acusadas y sobre el parámetro de constitucionalidad aplicable    

La Corte estima oportuno plantear, antes de adentrarse   en el estudio específico de los cargos de la demanda, algunas consideraciones   generales pertinentes a todos o varios de ellos, relativas a las principales   características de la ley de la cual hacen parte los preceptos acusados, y a los   referentes de tipo constitucional que deberán aplicarse y ser tenidos en cuenta   para decidir sobre aquéllos. En esa medida, estas reflexiones forman parte de   las consideraciones con base en las cuales la Sala resolverá sobre cada uno de   tales cargos, para lo cual dará alcance de ellas en la oportunidad   correspondiente.    

Así, debe en primer lugar recordarse que todas las   disposiciones que en este caso han sido censuradas hacen parte de la Ley 1448 de   2011 “Por la cual se dictan medidas de atención, asistencia y reparación   integral a las víctimas del conflicto armado interno y se dictan otras   disposiciones”, que en tal medida, es usualmente denominada y conocida como   la Ley de Víctimas.    

La referida ley contiene un trascendental estatuto a   través del cual se procura articular un conjunto de disposiciones especiales,   adicionales a las previamente contenidas en los principales códigos y en otras   leyes de carácter ordinario[28], relativas a los derechos   de las víctimas de unos determinados hechos punibles y de otras situaciones   consecuenciales, reglas que en razón a este carácter especial se superponen y se   aplicarán de manera preferente, o según el caso adicional, al contenido de esas   normas ordinarias durante su vigencia, que de manera expresa se previó temporal[29], por el plazo de diez   (años) hasta junio de 2021. Según lo plantea su artículo 1°, su principal   propósito es asegurar a las personas afectadas la efectividad de los derechos a   la verdad, la justicia y la reparación, así como la garantía de no repetición de   los hechos victimizantes, beneficios que la misma ley entiende como   manifestación y reconocimiento de la dignidad humana que es inherente a   aquéllas.    

Por otra parte, debe resaltarse que la expedición de   una norma con estos objetivos y contenidos sería además expresión del   cumplimiento por parte del Estado colombiano del mandato general contenido en   varios importantes tratados internacionales que imponen a los países   suscriptores la obligación de adoptar las medidas de carácter legislativo o de   otro tipo que resulten necesarias para garantizar a sus ciudadanos el pleno goce   y protección de los derechos reconocidos por esos mismos instrumentos[30].   Ello por cuanto, sin lugar a dudas, la crítica situación que hace décadas viven   en Colombia las llamadas víctimas del conflicto armado interno configura un   escenario de masiva violación de tales derechos a grandes sectores de la   población, muy distante de su pleno cumplimiento, que por lo tanto amerita y   reclama intervención por parte del Estado. Sin embargo, es claro que el   contenido específico de las normas con las que el legislador pretenda afrontar   este problema y garantizar los referidos derechos puede en principio ser   decidido autónomamente por éste, salvo en caso de existir razones o parámetros   específicos de carácter constitucional.    

Según ya se mencionó, es necesario recordar que a   partir de sus objetivos y sus contenidos la Ley de Víctimas ha de ser   considerada una ley especial, aplicable solo a determinadas situaciones, las   definidas en sus artículos 1° a 3°, las cuales no se regirán por las normas   generales que de otra manera gobernarían los respectivos temas, entre ellos la   prestación por parte del Estado de servicios de salud, educación o vivienda, las   reglas sobre recuperación de la propiedad indebidamente ocupada por terceros y   sobre las restituciones consecuenciales, el derecho a la verdad, la justicia y   la reparación y las indemnizaciones debidas a las víctimas de hechos punibles,   entre otras, normas que por tal razón no podrán entenderse derogadas ni   afectadas de ninguna otra manera por el solo hecho de la entrada en vigencia de   esta nueva ley, pues continúan plenamente vigentes para ser aplicadas a los   casos no cubiertos por estas reglas especiales[31].    

Esta última reflexión resulta válida incluso al   considerar la regla contenida en el artículo 208 de la Ley de Víctimas,   según la cual aquella “deroga todas las disposiciones que le sean   contrarias”, así como la prevista en el artículo 71 del Código Civil sobre   la llamada derogatoria tácita, la que según esa norma explica ocurre “cuando   la nueva ley contiene disposiciones que no pueden conciliarse con las de la ley   anterior”. Para la Sala es claro que estas reglas no impiden la vigencia   continuada de las normas preexistentes sobre las materias de que ahora trata la  Ley de Víctimas, pues a más de no haberse señalado como derogada ninguna   en particular, tampoco podría afirmarse que ellas resultan contrarias o   inconciliables con los nuevos preceptos, que como se ha explicado, aplican solo   dentro de un específico y limitado contexto, y sólo dentro de éste podrían   generar efecto derogatorio, respecto de normas que con anterioridad hubieran   regulado las mismas situaciones fácticas así delimitadas.    

Finalmente, debe tenerse en cuenta que en varias   ocasiones a lo largo de su texto la Ley 1448 de 2011 alude y/o remite a lo que   denomina la normatividad vigente[32], lo que a juicio de la Corte constituye refrendación,   tanto del carácter especial y adicional de sus disposiciones, como de la no   derogación de las normas generales anteriormente aplicables. Así las cosas, la   plena vigencia de la preceptiva previamente existente será premisa clara e   insustituible del presente análisis de constitucionalidad.    

Ahora bien, conforme a expresa previsión legislativa,   una de las facetas de especialidad que caracteriza las disposiciones de esta ley   es el hecho de ser concebida como un instrumento de justicia transicional[33],   concepto que este tribunal ha entendido como una institución jurídica a través   de la cual se pretende integrar diversos esfuerzos que aplican las sociedades   para enfrentar las consecuencias de violaciones masivas y abusos generalizados o   sistemáticos en materia de derechos humanos, sufridos en un conflicto, hacia una   etapa constructiva de paz, respeto, reconciliación y consolidación de la   democracia, situaciones de excepción frente a lo que resultaría de la aplicación   de las instituciones penales corrientes[34].   Según lo ha reconocido la jurisprudencia, la presencia de este elemento implica   una consideración adicional que se ve reflejada en el contenido concreto de las   instituciones diseñadas para resguardar y proteger en forma adecuada los   derechos de las víctimas previstos en la Constitución y en los instrumentos   internacionales sobre la materia que hacen parte del bloque de   constitucionalidad.    

A partir de lo anterior, y en lo atinente a las reglas   que conforman el parámetro de constitucionalidad de la presente decisión, la   Corte destaca que aquel está conformado, además del texto superior, por los   tratados internacionales sobre derechos humanos y sobre derechos sociales,   económicos y culturales, definidos por esta Corte como parte integrante del   bloque de constitucionalidad, cuyo contenido se pretende contribuir a cumplir   mediante la expedición de esta ley. Entre ellos cabe destacar el Pacto   Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la Convención Americana sobre   Derechos Humanos también conocida como Pacto de San José, el Pacto   Internacional de Derechos Sociales, Económicos y Culturales PIDESC, el Protocolo   Adicional a la Convención Americana sobre Derechos Humanos sobre Derechos   Sociales, Económicos y Culturales – Protocolo de San Salvador, todos   ellos ratificados y vinculantes para Colombia.    

En esa misma línea, y en razón de los temas sobre los   cuales versan las disposiciones acusadas, entre ellos las medidas para aliviar   el desplazamiento forzado y la posibilidad de retorno a las tierras que hubieren   sido despojadas, son también pertinentes otros documentos de carácter   internacional, que aún no teniendo el carácter de tratados, han sido reconocidos   por este tribunal como criterios relevantes en torno al tratamiento de tales   temas por el Estado colombiano, e incluso como parte integrante del bloque de   constitucionalidad en sentido lato[35]. En este carácter deberán   tenerse en cuenta varios documentos de las Naciones Unidas, entre otros los   Principios Rectores de los Desplazamientos Internos[36],   también conocidos como Principios Deng (por el apellido del relator que   los compiló), los Principios sobre la Restitución de las Viviendas y el   Patrimonio de los Refugiados y las Personas Desplazadas[37],   que por igual razón son conocidos como Principios Pinheiro, y los   Principios y Directrices Básicos sobre el derecho de las Víctimas de violaciones   manifiestas de las normas internacionales de Derechos Humanos y de violaciones   graves del Derecho Internacional Humanitario a interponer recursos y obtener   reparaciones[38]    

En otro contexto, en lo específicamente atinente a la   situación de las personas víctimas de desplazamiento forzado, deberá tenerse en   cuenta, la existencia desde hace varios años de una grave situación de masiva   vulneración de derechos, catalogada por esta Corte como un estado de cosas   inconstitucional[39], que aún perdura[40].   A ese respecto debe tenerse en cuenta que un escenario de este tipo, aunque de   suyo temporal, puede prolongarse por un lapso relativamente considerable,   durante el cual el Estado tiene el deber, aun cuando no fuere el causante   directo de esa situación, de intentar avanzar a través de las distintas   instituciones competentes hacia la solución de tales problemas, y cuando menos,   de no contribuir a su agravamiento. En esta medida, la libertad de configuración   normativa que es propia del legislador sufre algún grado de restricción, pues   los preceptos que en tales condiciones se establezcan deberán tener en cuenta la   referida situación y procurar contribuir a su superación.    

Ahora bien, a partir de la perspectiva de especialidad   que según se ha explicado caracteriza la Ley de Víctimas, debe anotarse   que resulta impertinente como parámetro de constitucionalidad la invocación que   en varios de los cargos de la demanda se hace del principio de progresividad y   la correlativa objeción que se plantea en torno a la presunta regresividad de   varias de las cláusulas contenidas en las disposiciones atacadas.    

Tres consideraciones esenciales respaldan este   planteamiento, a saber: i) que el principio de progresividad es un parámetro de   interpretación de los derechos económicos, sociales y culturales, a partir de la   circunstancia de que en razón a su carácter prestacional, tanto el Estado como   la ciudadanía aceptan que su goce efectivo no sea completo en un momento   determinado, siempre que exista el firme compromiso de continuar ensanchando su   cobertura a través del tiempo, criterio que no es de recibo en el presente caso,   pues no todos los derechos sobre los cuales versa esta ley tienen ese carácter;   ii) que tratándose de una regulación de carácter especial, su contenido concreto   debe ser definido por el legislador en atención a los objetivos que se busca   alcanzar, las condiciones específicas de los sujetos destinatarios y las   particulares circunstancias en las que se expida dicha nueva regulación; iii)   que según quedó dicho, la expedición de normas especiales no implica la   derogación ni ningún otro tipo de afectación para las normas generales que en   los demás casos regulan los mismos temas tratados por la restrictiva ley   especial, situación necesaria para que pueda hablarse de una reducción en el   disfrute efectivo de un derecho.    

Con base en estos criterios generales, además de los   específicos que en cada caso se requieran, la Corte aborda a continuación el   análisis y resolución de cada uno de los reproches formulados contra la ley en   cuestión.    

4. Análisis de los cargos de la demanda    

4.1. Primer cargo: Se dirige contra la expresión “… y cuando éstas no cuenten con   recursos para su pago”, contenida en el primer inciso del artículo 51 de la   Ley 1448 de 2011. En todo caso cabe advertir, tal como lo señaló uno de los   intervinientes, que el contenido y extensión de los cargos propuestos no   coincide exactamente con el del aparte que los actores atacan como supuestamente   inexequible, aspecto que más adelante será precisado.    

La disposición acusada forma parte del Capítulo II   sobre Medidas de asistencia y atención a las víctimas del Título III   sobre Ayuda Humanitaria, Atención y Asistencia. Dentro de ese contexto,   el artículo 51 impone a las distintas autoridades educativas la obligación de   adoptar las medidas necesarias para asegurar a las víctimas de que trata esta   ley el acceso y la exención de costos académicos en los establecimientos   oficiales en los niveles de educación preescolar, básica y media. Frente a esta   regla, el aparte acusado tiene por efecto condicionar la exención de costos   académicos a la carencia de recursos, según lo cual no todas las víctimas podrán   gozar del beneficio previsto en esta norma.    

Los actores consideran que esta distinción infringe los   artículos 13 (igualdad), 44 (derechos de los niños), 67 (derecho a la educación)   y 93 (sobre el deber de interpretar los derechos conforme a los tratados   internacionales sobre derechos humanos ratificados por Colombia) Según aducen,   la norma glosada impone a las víctimas una carga desproporcionada que afecta el   efectivo acceso a este derecho, resulta regresiva frente al alcance previamente   reconocido al mismo, e iría en contravía de lo sostenido por la jurisprudencia   de esta Corte, conforme a la cual la educación pública ha de ser gratuita al   menos hasta el nivel de enseñanza básica.    

En relación con este asunto, desde sus inicios, la   jurisprudencia de este tribunal ha delineado las características generales que   el texto superior le atribuyó a este derecho. En esa línea, la Corte ha   sintetizado los contornos de la educación, en su doble condición de servicio   público y derecho de todas las personas[41]. En esa última   perspectiva, y vistas sus importantes implicaciones, en cuanto al   aprovechamiento del conocimiento, el adecuado desenvolvimiento en la vida en   sociedad y la productividad laboral, entre otros factores, la Corte ha   reconocido que se trata de un derecho fundamental, si bien tiene una   inescindible faceta de carácter prestacional.     

Frente al tema de los costos educativos, la   exequibilidad o no del aparte acusado depende entonces de manera directa del   nivel hasta el cual la gratuidad del servicio educativo deba ser garantizada por   exigencia constitucional. A este respecto, un primer y esencial parámetro   relevante se encuentra en el artículo 67 inciso 4° del texto superior, que si   bien plantea como regla el carácter gratuito de este servicio en las   instituciones del Estado, reconoce de manera expresa la viabilidad de exigir   derechos académicos a quienes puedan sufragarlos. A partir de este supuesto, el   artículo 187 de la Ley General de Educación[42] estableció en cabeza del   Gobierno Nacional la competencia para regular el cobro de tales derechos, y   encargó a las Secretarías de Educación la responsabilidad de ejercer la   inspección y vigilancia sobre el correcto ejercicio de esta posibilidad.    

Sin embargo, en años más recientes, y precisamente a   raíz de una demanda de inconstitucionalidad dirigida contra la norma legal que   viene de referirse[43], la Corte aclaró que esta   posibilidad y la consiguiente facultad gubernamental solo puede entenderse   referida a la educación secundaria, media y superior, por cuanto la educación   básica primaria debe ser gratuita en todos los casos.    

Así lo determinó este tribunal a partir de un análisis   sistemático de los distintos criterios constitucionales relevantes, incluyendo:   i) los tratados internacionales de derechos humanos ratificados por la República   de Colombia, varios de los cuales prevén que la gratuidad de este servicio   deberá cubrir todos los años correspondientes al nivel básico primario[44];   ii) el texto del artículo 41 de la Constitución vigente hasta 1991 (incorporado   por Acto Legislativo 01 de 1936), que de igual manera disponía que “La   enseñanza primaria será gratuita en las escuelas del Estado”; iii) la   evidencia histórica disponible sobre el proceso de aprobación del actual   artículo 67 en la Asamblea Constituyente de 1991, del que bien puede concluirse   que la intención del constituyente fue mantener el parámetro plasmado en la   norma superior entonces vigente, lo que sin embargo no quedó explícitamente   reflejado en el texto finalmente aprobado, cuya falta de claridad ha dado lugar   a la especulación sobre el alcance de este principio; iv) el artículo 44   superior, que establece que la educación es un derecho fundamental de los niños,   pues la gratuidad de este servicio es uno de los mecanismos que ayuda a asegurar   su accesibilidad, y con ella la plena efectividad de ese derecho.    

De otra parte, y según se explicó en el numeral   anterior, debe recordarse que la norma parcialmente acusada es de carácter   especial, pues a partir del objeto y alcance delimitados en sus artículos 1° y   2°, la Ley 1448 de 2011 establece ciertos servicios y beneficios especiales en   favor de las personas definidas como víctimas por su artículo 3°, cuya extensión   concreta depende entonces de la autónoma decisión del legislador. Bajo esta   premisa, la cobertura de tales beneficios podría ser diferente, mayor o menor, a   la determinada por las leyes de carácter general, en cuanto usualmente las   reglas especiales representan un plus de carácter voluntario, que acrece   la protección ofrecida a la generalidad de las personas y ciudadanos. Al mismo   tiempo, la perspectiva podría ser otra, si como ocurre en este caso, la   prestación de que se trata ha sido reconocida como un derecho fundamental, cuyo   contenido mínimo es garantizado por el estatuto superior y/o por otras normas   integrantes del bloque de constitucionalidad.    

Con todo, encuentra la Sala que la regla acusada no   necesariamente resulta contraria al texto constitucional, pues según puede   advertirse, en lugar de restringir la posibilidad de que “las víctimas   señaladas en la presente ley” accedan a la educación en los establecimientos   oficiales, lo que esa norma prevé es, precisamente, la posibilidad de que no   haya lugar a cobro alguno, en caso de que los educandos y/o sus familias   carezcan de recursos para atender el pago de los respectivos costos académicos.   En esta medida, no se excluye a los niños del derecho a la educación, el que en   términos del artículo 67 superior comprende como mínimo un año de educación   preescolar y nueve de educación básica.    

De otra parte, debe también recordarse que por el hecho   de encuadrarse en alguna de las distintas hipótesis que conforme a lo previsto   en su artículo 3° permiten ser considerado víctima para los efectos de   esta ley, se presume que tales personas se encuentran en situación de   vulnerabilidad, razón por la cual sería el Estado quien tendría la carga de   probar que los interesados en acceder al beneficio previsto en esta norma sí   tienen la posibilidad de cubrir los costos respectivos. De esta manera, salvo   que medie la referida prueba, caso en el cual debería aplicarse la excepción que   se viene comentando, las víctimas tienen derecho a la prestación del servicio   educativo de que trata esta norma.    

Las anteriores reflexiones son suficientes para   concluir que no se abre paso el primer cargo de la demanda, relativo al aparte   demandado del artículo 51 de la Ley 1448 de 2011. Sin embargo, la Corte   encuentra necesario efectuar dos breves precisiones adicionales en torno a las   razones con que los demandantes y los intervinientes debatieron sobre este tema.    

La primera de ellas tiene relación con el hecho de que   se cuestione el contenido de esta regla bajo el supuesto de que ella resulta   regresiva. Como ya se indicó, la Sala estima desacertada esta perspectiva, pues   el principio de progresividad y la prohibición de regresividad se predican del   nivel global de cobertura y disfrute de un determinado derecho, del tipo de los   económicos, sociales y culturales, a partir de su reconocimiento por normas de   carácter general. Empero, como en varias ocasiones se ha señalado a lo largo de   esta providencia, la Ley de Víctimas es una ley de carácter especial, a   través de la cual se otorgan ciertos beneficios a personas en situaciones así   mismo precisas, lo que en nada afecta el nivel de disfrute de un derecho como la   educación, previamente alcanzado y reconocido por las leyes ordinarias que   regulan la materia[45]. Bajo esta consideración   resulta errado cuestionar el alcance de un determinado beneficio desarrollado   por esta ley por su supuesto carácter regresivo.    

La segunda atiende a un aspecto de la defensa contenida   en la intervención de la Secretaría Jurídica de la Presidencia de la República y   otras entidades oficiales, quienes procuraron sustentar la exequibilidad de esta   regla a partir de los desarrollos contenidos en un posterior decreto   reglamentario[46].    

Sobre este aspecto, debe la Sala reiterar que los actos   administrativos que con ese objetivo expida el Presidente de la República en   ningún caso pueden aducirse como prueba ni indicio sobre el real contenido de la   norma legal acusada, conclusión que se sustenta en varias razones de fondo,   relacionadas con la naturaleza jurídica de los decretos reglamentarios, entre   ellas: i) que siendo la ley y el decreto normas cuya expedición corresponde a   distintas autoridades, mal podría sostenerse que el contenido de este último   sirva para inferir los alcances y la real intención del órgano legislativo que   expidió aquélla; ii) que en su auténtico sentido, la potestad reglamentaria   (art. 189, num. 11° Const.) no es una herramienta válida de interpretación de   las leyes, sino apenas un mecanismo de instrucción de la suprema autoridad   administrativa a los restantes miembros de la Rama Ejecutiva, sobre la mejor   forma de ejecutar aquéllas; iii) en directa consonancia con el punto anterior,   que el mecanismo de interpretación de las leyes a través de otras normas   previsto por la Constitución es fundamentalmente la expedición de una nueva ley   por parte del Congreso de la República (art. 150, num. 2° Const.); iv) que al   provenir de una autoridad diferente al órgano legislativo, el decreto   reglamentario bien podría en realidad exceder o alterar el auténtico contenido   de la ley reglamentada, caso en el cual es posible solicitar su nulidad ante la   jurisdicción de lo contencioso administrativo[47].   Así las cosas, la referida explicación resulta totalmente improcedente como   argumento demostrativo de la exequibilidad de esta norma.    

De otra parte, debe recordarse que los actores también   cuestionaron esta norma por razones diferentes a la ya analizada gratuidad de la   educación, que de resultar aceptables podrían también ocasionar su   inexequibilidad. Sin embargo, es necesario señalar que estas otras alegaciones   son genéricas y confusas, y no alcanzan a demostrar ninguna otra forma de   vulneración a la norma superior que pudiera generar la inconstitucionalidad de   este precepto.    

Así por ejemplo, los incipientes planteamientos de los   demandantes en el sentido de que la inclusión de esta norma dentro del capítulo   de Medidas de Asistencia y Atención a las Víctimas desconoce el carácter   de derecho que es inherente a la educación, o de que esta ley no contiene una   real salvaguarda de ese derecho, pueden ser fácilmente desvirtuados con solo   recordar que el artículo 51, tanto como todos los demás preceptos que integran   esta ley es una norma de carácter especial, que incorpora beneficios dirigidos a   sujetos específicos, y que por lo tanto no deroga ni afecta de ninguna otra   manera las normas que contienen el desarrollo principal del derecho a la   educación.    

Así las cosas, una vez agotado el estudio de las   razones de posible oposición a la Constitución planteadas por los actores, se   concluye que ninguna de ellas alcanza a afectar la constitucionalidad de este   precepto. En consecuencia, se declarará exequible el aparte demandado, por los   cargos analizados.    

4.2. Segundo cargo: En este caso se   cuestiona el segundo inciso del artículo 60 de la Ley 1448 según el cual “Las   disposiciones existentes orientadas a lograr el goce efectivo de los derechos de   la población en situación de desplazamiento, que no contraríen la presente ley,   continuarán vigentes.” Los actores alegaron que esta regla resulta contraria   a la Constitución, en cuanto supone la derogación de aquellas normas legales   existentes con anterioridad a esta ley, dictadas con el fin de proteger a las   personas víctimas del desplazamiento forzado, que tengan un mayor alcance   protector que la nueva norma. Señalaron que la aprobación de esta nueva ley no   debe conducir a la desaparición de las normas anteriores, pues ello crea una   situación de regresividad que va en contravía del texto superior.    

En   sustento de este planteamiento, los actores aluden a la existencia de un estado   de cosas inconstitucional declarado por esta Corte con respecto al tema del   desplazamiento forzado, así como a la existencia, en otras varias decisiones de   este tribunal[48], de referencias   relacionadas con el carácter progresivo de la atención que el Estado debe   brindar a la población víctima de esta situación.    

A   partir de estas reflexiones, debe la Corte determinar si resulta contrario a la   Constitución que el legislador decida privilegiar la vigencia de esta nueva ley   en cuanto regula la situación de las víctimas de desplazamiento forzado, por   encima de las demás normas legales que previamente hubieren desarrollado la   materia, como sería principalmente la Ley 387 de 1997 y las demás que   posteriormente la hayan modificado.    

Antes de avanzar hacia la solución de ese interrogante, debe la Corte precisar   que pese a su aparente coincidencia, el efecto práctico de esta norma es   distinto al de la ya comentada regla incluida en el artículo 208 de la misma   ley, según la cual ésta “deroga todas las disposiciones que le sean   contrarias”. Ello por cuanto, según se explicó, la regla sobre derogatoria   tácita contenida en el citado artículo 208 solo alcanza a aquellas normas que   tengan el mismo grado de especialidad que las que integran la nueva ley, pero   deja incólumes los preceptos de carácter general que regulan los mismos temas   frente a escenarios diferentes a los previstos en su artículo 3°. En cambio, el   inciso cuya exequibilidad ahora se estudia, podría traer como resultado la   derogación de todas las normas que con anterioridad a la Ley de Víctimas   hubieren regulado los derechos de la población en situación de desplazamiento   forzado en forma distinta a como ésta lo hace, hipótesis que incluiría, entre   otras normas, la Ley 387 de 1997 y las que posteriormente la hubieren modificado   y/o reglamentado    

Al   margen de esa circunstancia, pero a partir de ese presunto efecto derogatorio,   la censura de esta regla envuelve un cuestionamiento a la facultad derogatoria   que de ordinario tiene el Congreso frente a las leyes previamente expedidas, por   expresa disposición del numeral 1° del artículo 150 superior. Recientemente, la   Corte tuvo oportunidad de discurrir sobre este aspecto en el fallo C-630 de 2011   (M. P. María Victoria Calle Correa)[50],   ocasión en la cual este tribunal reiteró pronunciamientos anteriores en los   cuales precisó que esa posibilidad es libre y puede ejercerse en cualquier   momento, según lo decida el órgano legislativo, en desarrollo del principio   democrático.    

Con   todo, en esas mismas decisiones la Corte advirtió que ello no puede hacerse de   manera arbitraria, pues excepcionalmente existen razones constitucionales que   imponen límites a la configuración del legislador sobre asuntos específicos.   Empero, sin perjuicio de esta circunstancia, es claro que la decisión   legislativa que deroga una ley preexistente es, por regla general, un acto   soberano del Congreso, que en cuanto tal no puede ser cuestionado en sí mismo,   salvo en cuanto ello genere infracción de un precepto superior específico, o en   su caso, de una norma aceptada como parte integrante del bloque de   constitucionalidad.    

Sobre la posibilidad de derogar las leyes mediante la aprobación de nuevas leyes   y su carácter autónomo, expresó esta Corte en la sentencia C-529 de 1994:    

“Si el legislador   careciera de competencia para cambiar o suprimir las leyes preexistentes se   llegaría a la absurda conclusión de que la normatividad legal tendría que quedar   petrificada. Las cambiantes circunstancias y necesidades de la colectividad no   podrían ser objeto de nuevos enfoques legislativos, pues la ley quedaría   supeditada indefinidamente a lo plasmado en normas anteriores, que quizá   tuvieron valor y eficacia en un determinado momento de la historia pero que   pudieron haber perdido la razón de su subsistencia frente a hechos nuevos   propiciados por la constante evolución del medio social en el que tiene   aplicación el orden jurídico.    

Estamos, pues,   frente a una facultad que no es posible desligar de la función legislativa por   cuanto es connatural a ella, toda vez que el legislador está llamado a plasmar,   en el Derecho que crea, las fórmulas integrales de aquello que, según su   apreciación, mejor conviene a los intereses de la comunidad. Por ello no es   extraño que estime indispensable sustituir, total o parcialmente, el régimen   jurídico por él mismo establecido, con el objeto de adecuar los nuevos preceptos   a los postulados que inspiran su actividad.”    

En la misma línea, señaló también este tribunal, algunos   años después:    

“La derogación de las leyes encuentra entonces sustento   en el principio democrático, en virtud del cual las mayorías pueden modificar y   contradecir las regulaciones legales precedentes, con el fin de adaptarlas a las   nuevas realidades históricas, con base en el juicio político de conveniencia que   estas nuevas mayorías efectúen. En materia legislativa, debe entenderse que la   última voluntad de los representantes del pueblo, manifestada por los   procedimientos señalados en la Carta, prevalece sobre las voluntades   democráticas encarnadas en las leyes previas.”[51]    

Ahora bien, según se advirtió, la Corte ha reconocido que no obstante el   carácter amplio y autónomo de la facultad derogatoria de las leyes, existen   algunos límites a esa posibilidad, derivados de la misma norma superior. Entre   ellos puede destacarse el contenido en el artículo 53 de la carta política,   conforme al cual el legislador no podría desconocer los contenidos mínimos del   derecho laboral que en ese precepto fueron desarrollados, o la prohibición de la   llamada derogación retroactiva, mediante la cual se pretendiera desconocer la   vigencia de derechos adquiridos consolidados durante la vigencia de una   determinada normatividad, situación que iría contra lo establecido en el   artículo 58 de la Constitución. Un tercer caso sería la ya comentada posible   infracción al principio de progresividad de los derechos sociales, económicos y   culturales y a la prohibición de regresividad, que es el argumento con el que en   este caso se cuestiona la regla contenida en el 2° inciso del artículo 60   parcialmente acusado.    

En   todo caso, según se explicó en páginas precedentes, el contenido de la Ley de   Víctimas no puede ser analizado desde esta óptica, pues no se trata de una   norma que respecto de toda la población trace políticas públicas para el   cumplimiento de uno o más de los derechos sociales, económicos y culturales,   organice la prestación de los servicios para ello requeridos o desarrolle sus   alcances específicos, que es el principal ámbito de incidencia de este   principio. Se trata, en cambio, de un conjunto sistemático de reglas   directamente enfocadas a la plena recuperación de las llamadas víctimas[52],   denominación que en este caso alude a un conjunto de personas afectadas por unos   acontecimientos específicos y claramente delimitados, incluso cronológicamente,   mediante el desarrollo de acciones de ayuda humanitaria, atención, asistencia y   reparación de todas ellas. Es este un escenario particular que por su misma   naturaleza carece incluso de un parámetro normativo anterior con el cual ser   comparado, lo que sin duda resulta necesario para, eventualmente, predicar que   ha habido una alteración de carácter progresivo o regresivo en el disfrute de   determinado(s) derecho(s).    

En   la misma línea, la Sala debe precisar también que el adjetivo progresivo(a)  y el concepto de progresividad, de uso frecuente tanto en diversas normas   como en distintas decisiones de este tribunal, no siempre tiene un alcance   unívoco identificable con la prohibición de regresividad que debe caracterizar   el disfrute de los derechos sociales, económicos y culturales[53].   En ese sentido, por ejemplo, el concepto de progresividad plasmado en el   artículo 17 de la misma Ley 1448 de 2011 es uno de los principios generales que   iluminan la interpretación y aplicación de esta norma, y en tal medida alude al   propósito de procurar que las prestaciones y beneficios por ella desarrollados   alcancen, dentro del universo de sus destinatarios, a un número creciente de   personas a través del tiempo, pero no como lo entienden los actores, a un límite   a la facultad legislativa de rediseñar el contenido de las normas mediante las   cuales se persiguen estos cometidos.    

Sin   embargo, pese a la inaplicabilidad de este criterio frente a la Ley de   Víctimas, no es menos cierto que si debiera entenderse derogada o de otra   forma modificado el contenido de la Ley 387 de 1997 como consecuencia de las   diferencias existentes entre ella y la nueva Ley 1448 de 2011, que pese a   regular una situación de doble victimización[54] contiene un tratamiento   más incipiente y mucho menos amplio de este grave fenómeno[55],   ello supondría un menor grado de protección y cobertura al previamente   disponible en beneficio de las personas víctimas del desplazamiento forzado.   Este escenario, además de implicar visible contrasentido, así como infracción al   deber que el legislador tiene de no agravar con sus acciones las situaciones que   han sido definidas como estados de cosas inconstitucionales, traería consigo la   parcial desatención por parte del Estado colombiano de importantes compromisos a   su cargo, atinentes a la protección de los derechos de estas personas, la   mayoría de los cuales han sido además reconocidos por la Corte como parte   integrante del bloque de constitucionalidad.    

Concretamente, en criterio de la Sala, una reducción en el grado de protección   reconocido por la ley a las personas víctimas de desplazamiento forzado   implicaría para el Estado colombiano, incumplimiento del deber plasmado en los   principales tratados de derechos humanos y de derechos sociales económicos y   culturales, de adoptar disposiciones de derecho interno apropiadas para   garantizar la plena efectividad de los derechos reconocidos por esos tratados[56].   De igual manera supondría ignorar el mandato contenido en los ya referidos   Principios Deng sobre el tema del desplazamiento forzado, en particular los   desarrollados en los puntos 1 y 3 sobre goce de todos los derechos en   condiciones de igualdad y sobre el deber particular que tienen los Estados de   proteger y brindar asistencia humanitaria a las víctimas de desplazamiento que   se encuentren en su territorio.    

Al   mismo tiempo, ello acarrearía también desatención de los fines esenciales del   Estado contenidos en el artículo 2° de la Constitución Política, pues implicaría   un menor grado de cumplimiento efectivo del deber de proteger a las personas   víctimas de esta situación en cuanto a su vida, honra, bienes y demás derechos y   libertades, así como un más precario desarrollo de los deberes sociales a cargo   del Estado. Finalmente, también traería consigo infracción al deber previsto en   el 2° inciso del artículo 13 superior, conforme al cual el Estado debe promover   las condiciones para garantizar la real y efectiva vivencia de la igualdad   reconocida por el texto constitucional y adoptar medidas adecuadas en beneficio   de grupos discriminados o marginados.    

A   partir de estas consideraciones, y visto que en efecto la regla contenida en el   segundo inciso del artículo 60 de la Ley 1448 de 2011 podría ser interpretada,   como lo entienden los actores, como derogatoria de la Ley 387 de 1997 y de otras   normas previamente existentes en beneficio de la población desplazada, la Sala   declarará inexequible la expresión “que no contraríen la presente ley”  y exequible por los cargos analizados el resto del referido segmento normativo,   lo que excluye entonces la posibilidad de que se considere derogada esa   preceptiva que, conforme se ha explicado, continúa plenamente vigente, y debe   ser aplicada al caso de todas aquellas personas víctimas de desplazamiento   forzado que no puedan acceder a los beneficios desarrollados por la Ley de   Víctimas.    

4.3. Tercer cargo: Tiene por objeto la   regla contenida en el segundo inciso del parágrafo 1° del mismo artículo 60 de   la ley parcialmente demandada, en cuanto establece que la oferta de servicios de   atención a las víctimas del desplazamiento forzado tiene efecto reparador, con   excepción de la atención humanitaria inmediata, de emergencia y de transición.   En este caso los actores sustentan su glosa en la presunta infracción del   principio de distinción, conforme al cual no pueden confundirse las medidas   de reparación ni las de ayuda o asistencia humanitaria con la prestación de   servicios sociales a cargo del Gobierno, principio que según aducen, ha sido   ampliamente referido por la jurisprudencia de esta Corte, de otros tribunales   nacionales y de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Más allá de esta   reflexión, la demanda no señala normas superiores específicas que se consideren   infringidas por el segmento acusado.    

A   partir de esta última circunstancia, varios de los intervinientes solicitaron a   la Corte declararse inhibida para decidir sobre este cargo, al encontrarse   ausentes varios de los elementos que la jurisprudencia[57]  ha considerado indispensables para una decisión de este tipo, particularmente   los criterios de pertinencia y especificidad. Pese a que esa   reflexión resulta acertada, al menos parcialmente, en aplicación del principio  pro actione, esta Corte considera viable resolver acerca de este   cuestionamiento, teniendo en cuenta que existe una aceptable claridad sobre las   razones del mismo, así como el hecho de que, efectivamente, la jurisprudencia   constitucional ha reconocido el referido principio de distinción, como un   criterio relevante para el análisis de constitucionalidad de las normas a través   de las cuales se brinde atención y protección a las víctimas, en escenarios como   el regulado por la Ley 1448 de 2011.    

Así   por ejemplo, es necesario recordar que esa diferenciación fue acogida por esta   Corte en la sentencia C-1199 de 2008 (M. P. Nilson Pinilla Pinilla), como   fundamento para declarar inexequible una regla contenida en la Ley de Justicia y   Paz, que dentro de ese contexto establecía que “Los servicios sociales   brindados por el gobierno a las víctimas, de conformidad con las normas y leyes   vigentes, hacen parte de la reparación y de la rehabilitación” [58].    

En   esa oportunidad, previa la plena diferenciación de los distintos conceptos que   según los actores habían sido indebidamente confundidos, esto es la asistencia   humanitaria a las víctimas, los servicios sociales del Gobierno y la reparación,   la Corte determinó que la equiparación prevista en esa norma resultaba contraria   al ordenamiento superior. Como sustento de esa decisión la Sala tuvo en cuenta,   entre otros aspectos, el hecho de que esas distintas tareas corresponden también   a diversos sujetos, pues por ejemplo la reparación se encuentra a cargo de los   victimarios, y solo subsidiariamente debe ser cubierta por el Gobierno, razón   por la cual esos dos conceptos no podrían superponerse. De igual manera, destacó   que la norma jurídica acusada empleaba una forma verbal imperativa, que no   dejaba espacio a ningún entendimiento diferente al de que, en todos los casos,   debería aceptarse esta particular forma de reparación.    

Al   dilucidar el alcance de la norma entonces impugnada en relación con el de las   demás disposiciones que conforman la ley de la cual ella hace parte, la Corte   reconoció la dificultad derivada del hecho de no existir a nivel normativo una   definición de servicios sociales. A partir de ello, indicó que pueden   entenderse bajo esta denominación las actividades permanentes y habituales del   Gobierno, desarrolladas por él mismo o bajo su coordinación y/o supervisión,   destinadas a satisfacer necesidades de carácter general de la población, en   particular aquellas relacionadas con los derechos a los que la carta política   les atribuye un carácter social, o cuya prestación origina gasto público social.   A continuación este tribunal volvió sobre el concepto de reparación, ese   sí ampliamente decantado, tanto por la jurisprudencia constitucional como por el   legislador y por los organismos internacionales de derechos humanos, resaltando   que aquélla no se agota en lo puramente patrimonial, puesto que abarca otras   facetas tales como la restitución, la rehabilitación y la satisfacción[59]. Al comparar esos   elementos, este tribunal concluyó que el desarrollo de las actividades   reconocidas como servicios sociales del Gobierno no podría ser considerado parte   de la reparación, como el legislador en su momento lo dispuso.    

De   otra parte, también en sede de revisión de tutela, en el reciente fallo SU-254   de 2013 (M. P. Luis Ernesto Vargas Silva), este tribunal reiteró la importancia   del principio de diferenciación entre las auténticas medidas de reparación y los   servicios sociales del Gobierno y su fundamento constitucional. Destacó además   que este criterio fue expresamente recogido y ampliamente desarrollado por el   artículo 25 de la Ley de Víctimas, a partir de lo cual aquel tuvo   determinante incidencia en las decisiones individuales que en ese caso se   adaptaron.    

En   el presente caso el juicio de constitucionalidad del precepto demandado depende   también del alcance de los conceptos que conforman esa regla. En esa medida,   deberá dilucidarse a qué se refiere el vocablo esta oferta con el que se   inicia este enunciado normativo, además de lo cual se deberá volver sobre el   concepto de reparación, al que alude el efecto que la norma atribuye a la   oferta.    

El   término oferta, y en algunos casos oferta institucional, aparece   en varias ocasiones a lo largo del texto de la Ley 1448 de 2011, por ejemplo en   el capítulo de Principios Generales[60], en algunas de las normas   sobre Atención a las Víctimas del Desplazamiento Forzado[61]  y especialmente a lo largo del Título V sobre la llamada Institucionalidad   para la Atención y Reparación a las Víctimas[62].   Aunque ninguna de estas normas incorpora una definición de este término, del   contexto que resulta de tales referencias, podría asumirse que el término   oferta institucional o simplemente oferta, se refiere a todo el   sistema de prestaciones y beneficios creados y desarrollados por esta ley en   favor de las víctimas determinadas por su artículo 3°, es decir, lo mismo que el   artículo 1° ibídem sobre el objeto de esta ley describió como “un conjunto de   medidas judiciales, administrativas, sociales y económicas, individuales y   colectivas, en beneficio de las víctimas (…) que posibiliten hacer efectivo el   goce de sus derechos a la verdad, la justicia y la reparación con garantía de no   repetición”.    

Ahora bien, la oferta a que se refiere la norma acusada es, según lo aclara el   primer inciso de este mismo parágrafo, la que va dirigida a la población   desplazada. Para conocer cuál es su contenido específico, es necesario referirse   también al primer inciso del mismo artículo 60, según el cual “La atención a   las víctimas del desplazamiento forzado, se regirá por lo establecido en este   capítulo y se complementará con la política pública de prevención y   estabilización socioeconómica de la población desplazada establecida en la Ley   387 de 1997 y demás normas que lo reglamenten”. Así, esta oferta estaría   constituida principalmente por los servicios y beneficios determinados en las   disposiciones del Capítulo III del Título III de esta ley, que comienza   precisamente con el artículo 60 del que hace parte la norma acusada, los cuales   se suman a las garantías y derechos establecidos hace ya varios años en la   referida Ley 387 de 1997.    

Sin   embargo, examinado con atención el contenido de este capítulo (artículos 60 a   68), se observa que el mismo no desarrolla los beneficios específicos que   compondrían esa oferta, sino que apenas plantea las reglas que determinarán   quiénes se entienden como víctimas de desplazamiento forzado para los efectos de   esta ley, entre ellas: i) las que regulan la declaración que tales personas   deberán rendir para informar a las autoridades sobre su calidad de víctimas de   desplazamiento; ii) las que establecen las etapas de la atención humanitaria a   que ellas tendrán derecho; iii) las que determinan la forma como se cumplirán   los retornos y reubicaciones; iv) las que regulan la forma como podrá evaluarse   más adelante si han cesado las condiciones de vulnerabilidad de las personas que   habían sido desplazadas, y las consecuencias de esa cesación.      

Al   mismo tiempo, se observa también que las normas de la Ley 1448 sobre atención a   las víctimas de desplazamiento forzado no se limitan en realidad a las   contenidas en ese capítulo, pues en otros apartes de esta ley son mencionadas   las víctimas de desplazamiento o se establecen reglas que los benefician. Entre   ellas se destacan las atinentes al tema de restitución de tierras, desarrolladas   a lo largo del Capítulo III del Título IV, las relativas a la restitución de   vivienda (art. 123), las normas sobre indemnización por vía administrativa (art.   132) y garantías de no repetición (art. 148), así como muchas de las normas del   Título V de esta ley sobre Institucionalidad para la Atención y Reparación a   las Víctimas, en cuanto establecen funciones en cabeza de distintas   autoridades del Estado relacionadas con la atención a las víctimas de este grave   fenómeno social. Esta circunstancia permite concluir que la oferta a que se   refiere la norma acusada no se reduce a lo establecido en el solo Capítulo III   del Título III del cual ella hace parte, sino que abarca también otras   disposiciones de la misma ley, además de las contenidas en la pluricitada Ley   387 de 1997.    

Por   su parte, la reparación es un concepto altamente protagónico, posiblemente el   más importante de la Ley de Víctimas, y en tal medida aparece mencionado   en la mayor parte de sus artículos. Así, en primer lugar, el artículo 25,   ubicado en el Capítulo de Principios Generales señala los distintos   aspectos que componen el derecho a la reparación integral, e incorpora sin   mencionarlo expresamente el ya referido principio de distinción. Más   adelante, el extenso Título IV de esta ley[63] tiene por objeto   precisamente las acciones de Reparación de las Víctimas, a partir de lo   cual su artículo 69, si bien no define directamente el concepto, señala como   medidas que tienen este carácter las que “propendan por la restitución,   indemnización, rehabilitación, satisfacción y garantías de no repetición en sus   dimensiones individual, colectiva, material, moral y simbólica”.    

La   Sala observa que esta última descripción corresponde a una noción amplia y   comprehensiva de lo que significa la reparación de las víctimas, a partir de lo   cual puede concluirse que la Ley 1448 emplea este trascendental concepto al   menos bajo dos distintas perspectivas complementarias: una genérica, que en   cuanto tal alude a la totalidad de las acciones en beneficio de las víctimas   desarrolladas a todo lo largo de su preceptiva, y otra más estricta, que   corresponde al concepto de reparación propio del derecho penal, como garantía   esencial de las víctimas del hecho punible junto con la verdad y la justicia, el   cual ha sido profusamente desarrollado por la jurisprudencia constitucional, con   mayor frecuencia durante la última década[64]. Una razón adicional para   así entenderlo tiene que ver con el hecho de que si bien la mayoría de las   situaciones previstas en el artículo 3° de esta ley tienen el carácter de hechos   punibles, muchos de los beneficios en ella desarrollados, especialmente dentro   de su Título IV, pueden ser alcanzados sin depender de la previa demostración de   un delito ni del establecimiento de la correlativa responsabilidad penal.    

A   partir de la anterior distinción, y a efectos de resolver sobre la exequibilidad   del aparte normativo acusado, la Sala entiende que cuando aquélla habla de   efecto reparador, lo hace bajo una perspectiva amplia de dicho concepto, que   consiste entonces en el efecto positivo, garantizador de derechos y   restablecedor de la dignidad humana que es común a todas las acciones que el   legislador creó en esta Ley 1448 de 2011 en beneficio de las víctimas, conforme   a los objetivos que él mismo dejó planteados en su artículo 1°. En este sentido   el efecto reparador que la norma le atribuye a lo que denomina la oferta   dirigida a la población desplazada, no resulta contrario a la Constitución.    

De   otra parte, es importante reparar también en otros elementos del segmento   normativo atacado, que resultan trascendentes para su recto entendimiento, y que   de igual manera apuntan a su exequibilidad. En primer lugar, debe tenerse en   cuenta que la referida oferta tiene que ser prioritaria, prevalente y atender   las vulnerabilidades específicas que afectan a la población desplazada. De esta   manera, el efecto reparador no se extiende sin más a todas las acciones que se   desarrollen en cumplimiento de esta ley, sino que deberá tratarse de acciones   cualificadas, que de manera oportuna, específica y adecuada atiendan las   necesidades particulares que afronta la población desplazada.    

El   texto acusado contiene también otras advertencias que evidencian el debido   acatamiento del principio de distinción, que como se recordará, es el principal   sustento del cargo de inconstitucionalidad que ahora se analiza. Así por   ejemplo, es necesario recordar que la norma excluye de la posibilidad de ser   considerada como reparación la denominada atención humanitaria inmediata, de   emergencia y de transición, cuyos respectivos alcances se precisan en los   subsiguientes artículos 62 a 65, de lo cual resulta que solo se entenderán   reparadoras las acciones que se realicen una vez superada la situación de   extrema vulnerabilidad que afecta a las personas y familias desplazadas   inmediatamente después de ocurridos los hechos victimizantes, pues ciertamente   la protección y apoyo brindados durante este primera fase no podrán entenderse   como reparación.    

Tampoco resulta posible confundir la oferta dirigida a la población   desplazada, bajo el entendimiento que páginas atrás se dejo planteado, con   los servicios sociales del Gobierno, según el concepto asumido por esta Corte en   la sentencia C-1199 de 2008, pues es claro que no se trata de tareas habituales   o permanentes dirigidas a toda la población, sino de otro tipo de acciones,   específicamente diseñadas para aliviar la situación de las víctimas de   desplazamiento forzado.    

Finalmente, aunque no hace parte de la norma acusada, ni involucra el concepto   de reparación, es pertinente considerar la regla contenida del primer inciso del   parágrafo 1° del artículo 60, en la cual se advierte que el costo de la oferta a   desplazados “en ningún caso será descontado del monto de la indemnización   administrativa o judicial a que tiene derecho esta población”. Así, queda   claro que la consideración como parte de la reparación de buena parte de las   acciones que dentro del marco de esta ley se cumplan en beneficio de la   población desplazada no tiene un impacto negativo en la cuantía de las   indemnizaciones puramente pecuniarias, que aquellos tienen derecho a recibir.    

Las   anteriores reflexiones llevan a la Corte a concluir que el tercer cargo de la   demanda, dirigido contra el segundo inciso del parágrafo 1° del artículo 60 de   la Ley 1448 de 2011, no está llamado a prosperar.    

Cuarto cargo: Como se explicó, esta   censura se dirige conjuntamente contra expresiones de dos distintos segmentos   normativos, uno de ellos el parágrafo 2° del ya referido artículo 60, que   determina quiénes se considerarán víctimas del desplazamiento forzado para   efectos de esa ley, y el otro la frase “ocurridos con ocasión del conflicto   armado interno” que hace parte del artículo 3°. Así, se precisó que más allá   de la referencia que la primera de estas normas hace a la segunda, el   cuestionamiento de constitucionalidad se dirige contra ambas.    

Al   abordar el estudio de este cuestionamiento, debe destacarse que la regla   prevista en el citado parágrafo 2° contiene una definición, la de las personas a   quienes se considera víctimas del desplazamiento forzado “para los efectos de   la presente ley”. Esta definición determina entonces quiénes podrán gozar de   los beneficios previstos y desarrollados en el Capítulo III del Título III de la   referida Ley 1448 de 2011, denominado precisamente “De la atención a las   víctimas del desplazamiento forzado”. Los actores censuran el sentido y   contenido de este concepto, por considerarlo demasiado restrictivo frente a   anteriores definiciones del mismo término contenidas en otras normas o   documentos relevantes.    

Frente a este cuestionamiento debe recordarse, en primer lugar, la amplia   facultad que el legislador tiene para establecer definiciones que determinen el   sentido de las palabras y expresiones que los mismos textos legales empleen, o   como ocurre en este caso, que delimiten el conjunto de quienes serán sus   destinatarios. Ello resulta posible, incluso si el concepto que la ley regula y   que para ello busca definir ha sido empleado en la Constitución Política, en   este caso, siempre que “no desvirtúe la   esencia de tales instituciones, ni las razones por las cuales ellas han sido   relievadas por el texto superior”. Así   lo recordó recientemente este tribunal al resolver sobre un reproche semejante,   relacionado precisamente con el concepto o definición de víctima contenido en el   artículo 3° de la misma Ley de Víctimas, que en este caso ha sido acusada[65].    

Ahora bien, en lo que atañe específicamente a la posibilidad de definir el   concepto de desplazado, es necesario considerar también el antecedente   contenido en la sentencia C-372 de 2009 (M. P. Nilson Pinilla Pinilla), en la   que la Corte declaró exequible por el cargo analizado, el parágrafo del artículo   1° de la Ley 387 de 1997 “Por la cual se adoptan medidas para la prevención   del desplazamiento forzado; la atención, protección, consolidación y   estabilización socioeconómica de los desplazados internos por la violencia en la   República de Colombia”, norma que prevé la posibilidad de que el Gobierno Nacional   reglamente lo que se entiende por condición de desplazado.    

En   esa ocasión, la Corte tuvo en cuenta los referentes relevantes del bloque de   constitucionalidad que ayudan a establecer el sentido de este concepto, entre   ellos los ya citados Principios Deng, documento cuyo artículo 1°   incorpora una definición de desplazados internos, semejante más no   plenamente coincidente con el contenido en esa importante ley.    

Este tribunal explicó entonces que si bien este concepto puede tener incidencia   en el reconocimiento o no de determinados derechos desarrollados por esa misma   norma, la condición de desplazado no podría considerarse petrificada por una   definición legal, puesto que obedece a una circunstancia fáctica, cuya   acreditación permite, en todo caso, el acceso a los correspondientes beneficios,   aún en los casos extremos en los que existiere alguna disconformidad frente a   los elementos que componen la definición prevista por la ley. Así, resaltando el   carácter indicativo de esa noción contenida en la misma Ley 387 de 1997, la Sala   declaró exequible la posibilidad de que el Gobierno contribuya a precisar este   concepto a través del tiempo, mediante el ejercicio de la potestad   reglamentaria. La conclusión alcanzada en ese caso permite reafirmar que el   concepto de víctimas de desplazamiento o simplemente desplazados  puede ser definido y acotado por el legislador, como en este caso se ha hecho.    

De   otra parte, recordando el ya explicado carácter de norma especial que frente a   varios de los códigos y leyes preexistentes tiene la Ley de Víctimas, así   como el contexto de doble y agravada victimización al que responden las normas   del Capítulo III del Título III de esta ley, debe reiterarse también que estas   disposiciones se aplican únicamente a aquellas personas que simultáneamente   reúnan las dos calidades, la de víctima en los términos del artículo 3°   ibídem, y la de desplazado, según la definición incorporada en el parágrafo 2°   cuya exequibilidad ahora se analiza. Por esa razón, para la Corte es claro que   en ninguna forma puede entenderse que esta nueva ley deroga o altera de algún   otro modo la normatividad ordinaria o de carácter general, de la cual hace parte   la Ley 387 de 1997 sobre prevención del desplazamiento forzado, norma que en   consecuencia continuará regulando plenamente y protegiendo los derechos de todas   las personas que afronten esta situación, pero que no cumplan los demás   criterios previstos en la llamada Ley de Víctimas.    

Sin   embargo, como se indicó previamente al resolver sobre el cargo segundo de esta   demanda, relativo a la regla contenida en el 2° inciso del artículo 60 de esta   ley sobre la vigencia de la normatividad preexistente, principalmente a partir   de referencias contenidas en el Título V acerca de la Institucionalidad para   la Reparación y Atención de las Víctimas, en algunos casos se ha entendido   que la Ley 1448 de 2011 reemplazaría totalmente la normatividad antes existente   sobre la atención debida a las víctimas de desplazamiento forzado,   principalmente la contenida en la Ley 387 de 1997, lo que de ser cierto y   aplicarse de tal manera implicaría que un importante número de personas que   conforme a la preceptiva últimamente citada eran consideradas víctimas de este   grave fenómeno social, quedarían al margen de tal calificación y sin acceso a   los beneficios previstos en la preceptiva cuya derogación se discute y   desarrollados por la jurisprudencia de esta corporación. Así las cosas, en caso   de ser este el entendimiento y alcance atribuido al segmento normativo cuya   exequibilidad ahora se analiza, claramente se producirían situaciones contrarias   a la Constitución.    

A   este respecto, esta corporación constata que la definición de víctimas del   desplazamiento forzado incluida en el artículo 60 parcialmente acusado tiene   menor cobertura que la contenida en la citada Ley 387 de 1997, como también   menos alcance que la noción que sirve como referente en los Principios Deng.   Según se observa, estas tres definiciones coinciden en gran parte de sus   elementos esenciales, entre ellos: i) el traslado o migración dentro del   territorio nacional; ii) la dejación del lugar que habitualmente sirve de   residencia o donde se desarrollan actividades económicas; iii) el carácter   forzado y no voluntario de esa decisión; iv) la amenaza directa contra la vida,   la integridad física y/o la seguridad o libertad personales como razones de esta   decisión; v) el conflicto armado interno como fuente o causa generadora de los   hechos que originan la amenaza. En el caso de la norma acusada, este último   elemento resulta de la remisión que ella hace en su parte final a las   “violaciones a las que se refiere el artículo 3° de la presente ley”, norma   que a su turno emplea el concepto de conflicto armado interno como referente y   común denominador de los hechos que originan la calidad de víctimas[66].    

No   obstante, estos tres conceptos difieren parcialmente por cuanto, a diferencia   del más reciente, los dos anteriores contemplan también como posible causa del   riesgo o amenaza otras situaciones, entre ellas la violencia generalizada, las   violaciones a los derechos humanos, las infracciones al derecho internacional   humanitario, e incluso desastres naturales. En el caso de la norma acusada solo   algunas de estas situaciones aparecen indirectamente consideradas como posible   origen de las amenazas, siempre y cuando ocurran con ocasión del conflicto   armado interno.    

Frente a este paralelo la Sala encuentra explicable, e incluso   constitucionalmente aceptable, la existencia de un concepto de víctimas del   desplazamiento forzado de menor espectro que el previsto en la Ley 387 de 1997,   siempre bajo el supuesto de que la nueva legislación de carácter especial no   supone ni ocasiona el desmonte de la anterior preceptiva, la cual seguiría   regulando el caso de aquellos desplazados que no encuadren en la nueva   definición, de reconocida menor amplitud. Sin embargo, contrario sensu,   ese mismo hecho resulta inaceptable y violatorio del orden superior si a partir   de ello se generare la desaparición de la antigua institucionalidad y en cuanto   ello implique exclusión de los consiguientes beneficios de personas que hasta la   expedición de la Ley de Víctimas eran objeto de protección por parte del   Estado dentro de esta categoría.    

Entre tales sujetos protegidos se encuentran las personas afectadas por acciones   constitutivas de infracción a los derechos humanos ocurridas al margen del   conflicto armado interno, como pueden ser las que actualmente perpetran las   denominadas bandas criminales, los desmovilizados de grupos armados que en lugar   de reintegrarse a la vida civil hubieren reincidido en su accionar delictivo, e   incluso, como quedó dicho, quienes se han visto afectados por desastres de la   naturaleza generados por los actores del conflicto. Frente a este escenario debe   recordarse que en muchas de estas ocasiones el desplazamiento, con toda su carga   de penurias y dificultades, viene a ser una forma de protección, en cuanto es la   única opción que permite resguardarse de peligros aún peores como los   resultantes de las situaciones descritas, a partir de lo cual resulta   injustificado que las víctimas de tales situaciones se vieran privados de las   compensaciones y beneficios que la ley y la jurisprudencia han desarrollado de   tiempo atrás, como forma alternativa para garantizar que el Estado cumpla   respecto de ellos los deberes previstos en el artículo 2° del texto   constitucional.    

De   otra parte, y más allá de la anterior consideración, teniendo en cuenta que   buena parte del cuestionamiento de los actores contra la regla delimitativa   contenida en el parágrafo 2° del artículo 60 que ahora se decide radica en el   carácter presuntamente restrictivo que tendría la noción de conflicto armado   interno a la que alude el inciso 1° del artículo 3° de la misma ley, la Sala   estima pertinente volver sobre las reflexiones vertidas en la sentencia C-781 de   2012, que declaró exequible ese segmento normativo por no ser contrario a varias   de las mismas normas superiores que en este caso se invocan como infringidas,   como son los artículos 1°, 2°, 13, 29, 93   y 94 de la Constitución Política.    

Como se recordará, esta corporación adelantó un exhaustivo análisis sobre el   alcance de la expresión “con ocasión del conflicto armado interno”, para   lo cual tuvo en cuenta los referentes disponibles tanto en la legislación   nacional de los años recientes como en la jurisprudencia constitucional de la   misma época, así como en los debates que precedieron la expedición de la Ley   1448 de 2011.    

Como resultado de esta reflexión, y haciendo énfasis en el amplio espectro que   resulta de la preposición con ocasión, la Corte señaló que la noción de   conflicto armado interno ha de entenderse en un sentido extenso y no   limitativo, que en consecuencia incluye todos los distintos escenarios en los   que las víctimas deben ser reconocidas en la forma en que lo hace esta ley,   entre ellos los hechos que impliquen violaciones a los derechos humanos y/o a   las normas del derecho internacional humanitario. Por esta razón, se concluyó en   esa oportunidad que el hecho de tomar este concepto como criterio delimitador   del campo de acción de la Ley de Víctimas no resultaba contrario a la   carta política ni a las normas pertinentes del bloque de constitucionalidad.    

La   Corte estima entonces que las mismas razones expuestas en esa decisión frente al   uso de la expresión con ocasión del conflicto armado interno como   criterio definidor de quiénes se consideran víctimas para los efectos de esta   ley, abonan también a la adecuación constitucional de la norma contenida en el   parágrafo 2° del artículo 60 que ahora se analiza, a partir de la cual se   determina quiénes son víctimas de desplazamiento forzado, para los efectos de   esta ley.    

Con   todo, visto el ya explicado posible entendimiento de la Ley 1448 de 2011    como derogatoria de la anterior preceptiva, especialmente la Ley 387 de 1997 y   sus normas complementarias, y la posible consecuencial exclusión del concepto de   víctimas del desplazamiento forzado de las personas afectadas por hechos de   violencia generalizada o desastres naturales, este tribunal considera necesario   condicionar la exequibilidad del parágrafo 2° del artículo 60 de la Ley 1448 de   2011 objeto de este cargo, en el sentido de que esta definición no podrá ser   razón para negar la protección prevista por la Ley 387 de 1997 y en esta misma   ley a las personas que hubieren sido víctimas de tales situaciones.    

Por   consiguiente, se abre paso parcialmente el cargo cuarto de la demanda, y así se   declarará en la parte resolutiva de esta sentencia.    

Quinto cargo: Aun cuando los   demandantes presentan este aparte como un único cargo de constitucionalidad, en   realidad éste incluye cuestionamientos a segmentos de tres distintos artículos   de la Ley 1448 de 2011, cuya conexión temática radica en el hecho de ser todas   normas relativas a la atención de las víctimas de desplazamiento forzado. Sin   embargo, principalmente en razón a su extensión, la Corte los estudiará   separadamente, dentro de este mismo cargo.    

Así, en primer lugar, se cuestionan varios fragmentos de los parágrafos 1°, 2° y   3° del artículo 61 de esta ley, que contienen reglas relativas a la declaración   que las víctimas de desplazamiento forzado deberán rendir ante el Ministerio   Público para oficializar su carácter de tales y ser inscritas en el Registro   Nacional de Víctimas, siempre que no se encuentren ya registradas en el Registro   Único de Población Desplazada. Esta declaración es necesaria para poder acceder   a los beneficios contenidos en el Capítulo III del Título III y supliría, para   el caso de quienes sean víctimas de este fenómeno, la declaración que en sentido   semejante prevé el artículo 155 de la misma ley.    

Los   actores cuestionan estas reglas bajo el supuesto de que imponen a las víctimas   de desplazamiento cargas desproporcionadas para hacer valer sus derechos, en   infracción de los artículos 2°, 13 y 93 del texto superior. Por otra parte debe   precisarse que esta censura no se dirige contra la regla que ordena realizar   esta declaración, contenida en los dos primeros incisos del artículo 61, sino   específicamente contra algunas de las reglas particulares que rodean esta   obligación, las cuales son desarrolladas en los subsiguientes parágrafos[67].    

Ahora bien, examinada nuevamente la demanda en este momento procesal, se observa   que parte muy importante de la argumentación con la que se pretende sustentar la   inconstitucionalidad de las reglas que integran el primer parágrafo de esta   norma[68] cuestiona   aspectos que solo están previstos en el enunciado inicial del referido artículo   61, entre ellos la existencia de un plazo de dos años contado a partir de los   hechos que originan el desplazamiento para que pueda realizarse la respectiva   declaración, o el hecho de que ésta solo pueda versar sobre hechos acaecidos a   partir del 1° de enero de 1985 y no antes[69]. Al mismo tiempo, debe   anotarse que no se presenta ninguna sustentación de las razones por las cuales   sería inconstitucional el texto de ese parágrafo primero (en ambos incisos), que   según puede comprobarse, sí fueron acusados en este libelo.    

De   manera semejante, en lo atinente a las reglas contenidas en los incisos 2° y 3°   de este parágrafo, también parcialmente acusados, se leen algunas reflexiones   sobre las condiciones que puede o no tener la declaración que las personas   desplazadas deben rendir ante las autoridades para hacerse acreedores a las   garantías y beneficios previstos en la ley. Sin embargo, tampoco en este caso se   explica de manera satisfactoria en qué consistiría la vulneración constitucional   generada por estas reglas, que desarrollan obligaciones tanto de la víctima   declarante como del funcionario ante quien presenta tal información. De otra   parte, se incluyen varias citas de jurisprudencia de este tribunal, las que   eventualmente podrían sugerir la existencia de una o más omisiones legislativas   relativas, las que de ninguna manera son sustentadas por los actores.    

En   tales condiciones, pese a haber sido admitida la demanda respecto de todos los   cargos en ella planteados, la Corte considera que el ahora analizado, en lo   atinente a algunos apartes de los parágrafos del artículo 61 de la Ley 1448, no   observa varias de las condiciones reiteradamente exigidas por la jurisprudencia   de este tribunal para que acerca de ellos pueda emitirse una decisión de fondo[70].    

En   efecto, y a guisa de ejemplo, en vista de la disconformidad existente entre las   normas acusadas y las reflexiones que se efectúan en prueba de su supuesta   inconstitucionalidad, así como de la total ausencia de sustentación en relación   con otras de ellas, considera la Sala que no existe claridad en los   argumentos ofrecidos, pues no resulta posible identificar cuál es el hilo   conductor de esa argumentación. De igual manera, tampoco se aprecia la   suficiencia  de esos razonamientos, ya que ellos no incluyen la totalidad de los elementos de   juicio necesarios para resolver sobre lo propuesto. Por lo mismo, menos aún   podría afirmarse que las consideraciones planteadas alcanzan a producir en el   juzgador una duda sobre la exequibilidad de las reglas censuradas.    

Como resultado del anterior análisis, en la parte resolutiva de esta sentencia   la Corte se declarará inhibida para decidir sobre el cargo dirigido contra   algunos segmentos de los parágrafos 1°, 2° y 3° del artículo 61 de la Ley 1448   de 2011.    

No   ocurre lo mismo con las glosas dirigidas contra fragmentos de los artículos 66 y   67 de la misma norma, pues pese a la brevedad de las reflexiones que al respecto   se plantearon en la demanda, éstas sí resultan adecuadas y suficientes frente a   los ya indicados requisitos, pues permiten entender el sentido de lo que se   cuestiona y cumplen con suficiencia los requisitos antes indicados, de tal modo   que resulta posible decidir sobre ello.    

Del   contenido de estas normas se censuran tres reglas, a saber: i) la que prevé que   las víctimas de desplazamiento forzado que voluntariamente hayan decidido   retornar o reubicarse procurarán permanecer en el sitio que hayan elegido para   que el Estado garantice el goce efectivo de sus derechos (artículo 66, inciso   1°); ii) la que requiere a estas mismas personas para que en caso de que no   hubiere condiciones de seguridad para permanecer en el lugar escogido, informen   al Ministerio Público sobre esa circunstancia y las que pudieren generar un   nuevo desplazamiento (artículo 66, inciso 2°); iii) la mención de que las   condiciones de vulnerabilidad y debilidad manifiesta de las personas que   previamente hubieren sido víctimas de desplazamiento forzado pudieren cesar a   través de sus propios medios, contenida en el primer inciso del artículo 67.    

En   todos estos casos se denuncia también la presunta imposición de cargas excesivas   para las víctimas que pretendan ejercer sus derechos, lo que en concepto de los   demandantes vulnera los artículos 2°, 13 y 93 de la Constitución Política. A   este respecto invocan como precedente aplicable la sentencia C-278 de 2007 (M.   P. Nilson Pinilla Pinilla), que declaró inexequibles dos normas de la Ley 387 de   1997 bajo un razonamiento semejante.    

Para resolver sobre lo planteado, la Corte estima oportuno recordar que uno de   los supuestos bajo los cuales se adoptó esa decisión fue la consideración de que el deber estatal de atender de manera preferente a los   desplazados tiene fundamento último “en la inhabilidad del Estado para   cumplir con su deber básico de preservar las condiciones mínimas de orden   público necesarias para prevenir el desplazamiento forzado de personas y   garantizar la seguridad personal de los asociados”, pues “si no fue capaz   de impedir que sus asociados fueran expulsados de sus lugares de origen, tiene   por lo menos que garantizarle a los cientos de miles de colombianos que han   tenido que abandonar sus hogares y afrontar condiciones extremas de existencia   la atención necesaria para reconstruir sus vidas”[71].    

Conforme a esa reflexión, que en el presente caso la Corte reitera plenamente,   las víctimas de desplazamiento forzado merecen un especial esfuerzo y atención   de parte del Estado, como compensación frente a la inaceptable y peligrosa   situación de restricción de derechos a la que se ven expuestos cuando el   desplazamiento interno resulta ser la única opción de protección viable frente a   la incapacidad de las autoridades para garantizar oportunamente aquellos. En esa   perspectiva, se justifica la existencia de condiciones especialmente favorables   en beneficio de las víctimas de tan graves hechos, de tal manera que se promueva   y facilite la plena y efectiva realización de los derechos otrora vulnerados.    

Sin   embargo, esta consideración no necesariamente lleva a concluir que en tales   escenarios se torna constitucionalmente imposible esperar o requerir de las   víctimas algún comportamiento que pudiera facilitar la acción del Estado   encaminada a la protección de sus derechos, pues no puede olvidarse que conforme   al texto superior, los ciudadanos no solo son sujetos de derechos sino también   de deberes, según lo establece su artículo 95. En esa medida, estima la Corte   que ello resulta factible, siempre que no se llegue al extremo de descargar   sobre ellas responsabilidades que, como se ha dicho, corresponden al Estado, o   de exigirles la realización de esfuerzos desproporcionados o excesivos. En tales   circunstancias la admisibilidad de las medidas de que se trate depende entonces   de la ponderación que al respecto realice el juez constitucional.    

Bajo estos supuestos, la Sala no comparte   el parecer de los actores en lo atinente a la primera y la tercera de estas   normas, pues no encuentra que esas reglas impongan a las víctimas de   desplazamiento forzado cargas intolerables, ni tampoco que contengan mandatos   inexcusables que los sometan a situaciones de sacrificio de sus derechos, como   aquéllos parecen entenderlo.    

En   el primero de estos casos, el precepto acusado establece que las personas que   después de haber padecido desplazamiento forzado decidan voluntariamente   retornar o reubicarse “procurarán permanecer en el sitio que hayan elegido”.   En opinión de la Corte ese parámetro resulta razonable, en cuanto pretende   rodear el proceso del retorno de mínimas condiciones de seriedad y estabilidad   que favorezcan su sostenibilidad hacia el futuro, aunque sin limitar ni impedir   de manera absoluta la posible reconsideración, e incluso el abandono de la   locación inicialmente escogida, si sobrevinieren circunstancias que así lo   ameriten.    

Para la Sala resulta significativo considerar las características del vocablo   empleado, el verbo procurar, el que bien podría entenderse en el sentido   de lo que en otros contextos jurídicos se ha denominado una obligación de   medios, más no de resultado[72]. En efecto, dado que lo   que se requiere de los reubicados es que procuren continuar habitando en   el lugar elegido, no existe en cabeza suya un mandato imperativo que al margen   de circunstancias concretas les obligue a permanecer en el mismo lugar, so pena   de perder las garantías o beneficios que la ley prevé para su particular   situación. Así, si bien es cierto que el verbo utilizado supone intención o   propósito, en este caso el de permanecer en el sitio escogido, no se trata de   una obligación ineludible en ese mismo sentido.    

Por   lo demás, la Corte resalta que la actuación que se espera de las personas   reubicadas, que la ley describió con el verbo procurar, no implica que en   caso de que ellas abandonen el lugar escogido para el retorno voluntario por no   existir condiciones de seguridad para permanecer allí, el Estado quede liberado   de su obligación de garantizar a los afectados el pleno ejercicio de sus   derechos. Es claro entonces que esta regla no obliga a los reubicados a   continuar en el sitio en el que inicialmente hubieren intentado restablecerse,   menos aún so pena de perder la protección que el Estado debe brindarles durante   tan importante proceso. A partir de estas reflexiones, la Sala considera que   esta fórmula pondera adecuadamente, frente a los valores constitucionales, el   interés de los distintos sujetos involucrados, entre ellos el del Estado, al que   sin duda favorece la estabilización de los procesos de retorno o reubicación,   pero también el de las familias que intentan el regreso, quienes podrán, en todo   caso, buscar y obtener una nueva ubicación, en caso de no concurran las   condiciones necesarias para permanecer en la inicialmente escogida.    

En   esta misma línea, encuentra la Corte que el comportamiento que esta norma   requiere de las personas reubicadas, no implica para ellas indebida restricción   del derecho fundamental a la libre locomoción, de que trata el artículo 24   superior, pues el compromiso de procurar permanecer en ningún caso conlleva la   imposibilidad de circular por el territorio y/o trasladarse de un lugar a otro,   sino únicamente la intención de mantener su domicilio en un determinado lugar.    

De igual manera, observa la Sala que esta regla respeta   y mantiene la esencia de lo previsto en el punto 10 de los Principios   Pinheiro[73], conforme al cual las   personas desplazadas tienen derecho a un regreso voluntario en condiciones de   seguridad y dignidad, pues como ya se dijo, la norma acusada deja a salvo la   posibilidad de trasladarse a una nueva ubicación, en caso de que la inicialmente   escogida no les garantice esas necesarias condiciones de seguridad y dignidad.   Así lo precisa el segundo inciso del artículo 66, que también es objeto de   censura, la cual se estudia más adelante.    

Ahora bien, frente a la expresión acusada del artículo   67 “forzado a través de sus propios medios”, cuyo efecto normativo radica   en contemplar y admitir la posibilidad de que las condiciones de vulnerabilidad   y debilidad manifiesta producto del desplazamiento forzado cesen como resultado   del esfuerzo propio de las personas interesadas, tanto como ocurriría como   resultado de las acciones restablecedoras que corresponde cumplir al Estado,   cabe efectuar reflexiones semejantes a las planteadas en el caso inmediatamente   precedente. Ello por cuanto, para la Corte es evidente que esta norma no obliga   a las personas víctimas de desplazamiento forzado a responsabilizarse de la   cesación de estas circunstancias, sino que se limita a prever la posibilidad de   que ello ocurra por su propia iniciativa, lo que sin duda alguna podría suceder,   dado el interés que las víctimas naturalmente tienen en superar su desfavorable   situación.    

Con apoyo en las mismas consideraciones vertidas en   relación con la norma previamente analizada, la Sala encuentra completamente   válido que se deduzcan consecuencias del cambio de circunstancias generado por   los propios sujetos interesados, lo que, se insiste, no implica imponerles la   carga de ser ellos quienes en primera medida se responsabilicen de su propio   restablecimiento, y por lo mismo, tampoco supone relevar al Estado de las   obligaciones que a ese respecto le atañen. Por esta razón, la indicada regla no   desconoce sino por el contrario reafirma, la regla contenida en el tercero de   los Principios Deng[74], según la cual “Las   autoridades nacionales tienen la obligación y la responsabilidad primarias de   proporcionar protección y asistencia humanitaria a los desplazados internos que   se encuentren en el ámbito de su jurisdicción”.    

A partir de lo anterior, la Sala considera enteramente   atinado y conforme al texto y los principios constitucionales que se generen   tales consecuencias (la cesación de las condiciones de vulnerabilidad y   debilidad manifiesta), aun si ello fuere resultado del esfuerzo individual de   las personas afectadas, pues como antes se señaló, siempre existirá para ellas   el interés o motivación que las impulse a buscar el propio mejoramiento. En este   sentido, no puede olvidarse que la asistencia en situaciones de emergencia   pretende precisamente la superación de la situación acaecida, razón por la cual   este tipo de beneficios no debe prolongarse más allá de la esperada   estabilización. Finalmente, también debe recordarse que las acciones   asistenciales cumplen una función supletoria, pues solo debe recibirlas quien   efectivamente necesita de ellas. A partir de estas razones este tribunal   entiende que resultaría notoriamente irrazonable mantener inalteradas las cargas   y obligaciones del Estado creadas por la Ley de Víctimas y por otras   precedentes frente a aquellas personas que, aunque fuere gracias a su propio   trabajo y dedicación, hayan logrado superar esta grave situación fáctica, pues   más allá del incremento indefinido de tales responsabilidades públicas, ello   iría en desmedro de la posibilidad de atender de manera adecuada a otras   víctimas que no hayan logrado mejorar su situación.    

Así, concluye la Corte que los dos segmentos normativos   que vienen de analizarse deben ser declarados exequibles, pues contrario a lo   aducido por los actores, no crean cargas desproporcionadas ni irrazonables en   cabeza de las víctimas de desplazamiento forzado.    

Sin embargo, cosa diferente ocurre frente a la regla   contenida en el segundo inciso del artículo 66, en cuanto establece que en caso   de fallar las condiciones de seguridad necesarias para permanecer en el lugar   elegido, las víctimas que se encuentren en esa situación deberán informar al   respecto al Ministerio Público.    

En efecto, aclarado que el artículo 66 de la Ley 1448   de 2011 sí permite que las víctimas de desplazamiento que hubieren retornado o   hubiesen sido reubicadas abandonen el lugar inicialmente escogido si allí no   existen condiciones de seguridad, la Corte también encuentra atendibles las   razones que hacen deseable que las personas afectadas informen al Ministerio   Público sobre los peligros existentes. Ello resulta válido, al menos en   principio, de una parte como simple medio de información para que el Estado y   los servidores públicos responsables tengan conocimiento de los hechos acaecidos   y de sus circunstancias, lo que sin duda tiene incidencia sobre obligaciones que   a ellas les atañen en interés de las víctimas y acerca de la forma más adecuada   de cumplirlas. De otro lado, porque se observa que esa información es también   pertinente desde una perspectiva más general, pues permite a las autoridades   estar al tanto de hechos que impactan la situación de orden público de cuya   preservación son responsables, de tal manera que puedan obrar en consecuencia en   forma más oportuna.    

Pese a ello, la Sala considera también que una carga de   este tipo no resulta proporcionada en tal escenario. De una parte por cuanto,   evidentemente, el cumplimiento de esta obligación puede implicar para las   víctimas en ese trance peligros adicionales a los que se busca evitar, al   abandonar el entorno que no resulta seguro como lugar de retorno o reubicación.   Y de otra, porque es claro que si el no lleno de esta obligación impide, o de   alguna otra forma obstaculiza, el pleno ejercicio de los derechos reconocidos   por esta ley a las personas que deban asumir esa nueva migración, ello sí   conllevaría infracción por parte del Estado colombiano al recién comentado   mandato, incluido en el numeral 3° de los Principios Deng, conforme al cual “Las autoridades nacionales tienen la   obligación y la responsabilidad primarias de proporcionar protección y   asistencia humanitaria a los desplazados internos que se encuentren en el ámbito   de su jurisdicción”.    

Por estas razones, dado que resultan   constitucionalmente justificadas los motivos que inspirarían la carga que esta   norma impone a las víctimas de desplazamiento forzado que después del retorno o   reubicación se ven obligadas a abandonar el nuevo lugar de residencia, pero son   desproporcionadas algunas de las consecuencias a las que se expondrían para   cumplir con esa carga, o como resultado de haberla desatendido, esta corporación   considera que esta norma debe ser declarada constitucionalmente exequible, bajo   el entendido de que el incumplimiento de esa obligación no puede afectar el goce   de los derechos reconocidos por la ley a las víctimas de desplazamiento forzado,   entre ellos la posibilidad de ser nuevamente reubicado en otro lugar que cumpla   las condiciones necesarias para ello, especialmente las de seguridad.    

Sexto cargo:  En este caso se cuestiona la expresión “de restitución” que hace parte   del título o denominación que precede al contenido del artículo 123, sobre   medidas de restitución en materia de vivienda. Según puede constatarse en los   distintos apartes relevantes de la demanda[75], los actores no   cuestionan de ninguna forma el contenido normativo de esta disposición, sino   únicamente el hecho de que lo allí previsto se considere como una medida de   restitución.    

En la sustentación de este cargo los actores se remiten   al análisis efectuado en relación con la norma acusada dentro del parágrafo 1°   del artículo 60 (cargo 3° de esta demanda), pues consideran que el hecho de   denominar como medidas de restitución los beneficios en materia de   vivienda que se establecen y desarrollan en el artículo 123 viola el principio   de distinción, tanto como en su momento se explicó respecto de esa otra norma.   Seguidamente esbozan un argumento según el cual, a partir de esta incorrecta   clasificación, se le asignaría un carácter presuntamente reparatorio a   prestaciones que son resultado de los llamados servicios sociales del Gobierno,   y que por ende no podrían ser consideradas como parte de la reparación.    

Antes de abordar de fondo la resolución de este   planteamiento, y con ello la del reproche de constitucionalidad formulado, la   Corte debe despejar dos aspectos preliminares. En primer lugar, habrá de   determinarse si es posible formular un cargo de inconstitucionalidad contra una   norma de carácter legal, no tanto por su contenido material y deóntico propio,   sino por razón del título o nombre que se antepone al texto que contiene ese   mandato. Posteriormente, para el caso de que se concluya que ello es factible,   habrá de estudiarse si el cargo que en este caso se ha formulado cumple los   criterios necesarios para que la Corte pueda decidir de fondo sobre él.    

Sobre lo primero, no se encuentran en la jurisprudencia   de esta corporación antecedentes precisos que clarifiquen el tema, aunque sí   algunos en relación con un aspecto cercano o análogo, como es la posible   inconstitucionalidad de los títulos que anteceden a las leyes. Estas dos   situaciones tienen en común la circunstancia de que, en ambos casos, podría   afirmarse que los títulos carecen de fuerza normativa, pues ella reside   fundamentalmente en los textos legales propiamente dichos, y no en esos títulos.   La analogía es válida frente al caso que ahora ocupa a la Corte, pues ese   carácter no normativo es sin duda la primera gran dificultad que intuitivamente   aparece al momento de examinar un posible cargo de inconstitucionalidad que   cuestiona el título, más no el contenido, de una disposición legal.    

En varias oportunidades la Corte ha reconocido la   posibilidad de examinar el título de las leyes con miras a su posible   inexequibilidad, sea solo la del título así cuestionado, sea la de la totalidad   o parte de la ley que ellos anteceden, pese a reconocer el hecho de que tales   títulos no tienen en sí mismos un contenido deóntico propio, sino que tienen por   objeto contribuir a la mejor identificación de las distintas leyes[76].   La viabilidad de ese control se justifica, entre otras razones, en la existencia   de una regla constitucional específica[77]  que tácitamente reconoce la práctica legislativa de asignar un título a cada ley   aprobada por el Congreso, ordenando que ese título corresponda precisamente con   su contenido. Este tribunal ha explicado que esta regla, íntimamente ligada al   principio de unidad de materia, promueve la transparencia y lealtad en el curso   del trámite legislativo, pues busca permitir a los operadores jurídicos   informarse de manera general sobre el o los temas que en cada caso son   regulados, de tal manera que se evite la tramitación subrepticia de textos   legales que no guarden relación con el tema prevalente de la ley, declarado en   el título.    

Más allá de esa expresa previsión constitucional, la   Corte ha sustentado la viabilidad de este tipo de control en la circunstancia de   que el título de la ley adquiere adicional relevancia en cuanto criterio de   interpretación de las disposiciones contenidas en el cuerpo normativo de   aquélla, a partir de lo cual puede influir sobre el sentido conforme o contrario   al texto superior que venga a tener la aplicación de sus mandatos. La misma   situación puede entonces presentarse respecto del título que se asigne a cada   uno de los artículos o preceptos que componen una ley, puesto que esos títulos   pueden complementar o de otra forma alterar el sentido de los mandatos   normativos en cuestión. Desde esta perspectiva, el control constitucional de   esos textos introductorios tendría la misma trascendencia y justificación   práctica que la Corte ha ofrecido respecto del control al título de las leyes.    

Ahora bien, al no existir en el texto superior una   expresa regulación respecto del título de cada artículo o precepto legal, como   sí la hay acerca del título de las leyes, adquiere mayor relevancia la pregunta   sobre si es posible que la Corte examine un cargo de constitucionalidad dirigido   contra el contenido de uno de tales títulos, teniendo en cuenta que ellos   carecen de efecto jurídico propio. Este tribunal considera que ese control es   viable, siempre que se demuestre que el título asignado al artículo o precepto   cuya constitucionalidad se cuestiona tenga efectiva repercusión sobre la forma   en que ha de ser entendida y aplicada la disposición legal que es objeto de esa   denominación. Contrario sensu, si no pudiere observarse ese efecto, el   examen de constitucionalidad carecería de sentido, al no existir disposición   legal que pueda ser objeto de él.    

Es entonces conceptualmente válido plantear un   cuestionamiento de este tipo contra una norma de carácter legal. Sin embargo,   como antes se advirtió, es claro que el cargo de constitucionalidad que al   respecto se formule debe llenar los criterios que la jurisprudencia de esta   corporación[78] ha señalado como   necesarios para que pueda proferirse una decisión de fondo.    

En el presente caso la Sala, al realizar un examen más   detenido de este cargo, encuentra ausentes varios de esos elementos. Así por   ejemplo, si bien la breve sustentación planteada permite vislumbrar un   cuestionamiento a la forma como son rotuladas, no se advierte en este aparte de   la demanda un hilo conductor que arroje la necesaria claridad sobre las   razones de ese reproche, como tampoco sobre las implicaciones de esa   clasificación presuntamente incorrecta. De igual manera, observa la Corte que el   cargo elevado carece de certeza, pues no es evidente que la norma atacada   tenga el contenido que los actores posiblemente le atribuyen y que aparentemente   cuestionan. Y por último, también se echa de menos la suficiencia, pues   en tales condiciones mal podría afirmarse que se encuentren a disposición del   juez todos los elementos de juicio necesarios para decidir sobre la   constitucionalidad de la norma cuestionada, ya que como se ha dicho, ni siquiera   existe en este caso la necesaria precisión sobre las razones de la glosa que   expresan los actores.    

A partir de estas reflexiones concluye la Sala que no   resulta posible tomar una decisión de fondo sobre lo planteado en el cargo sexto   de la demanda. Por esa razón, en la parte resolutiva de esta providencia la   Corte se declarará inhibida para decidir sobre ese punto.    

Séptimo cargo:  Este cargo se refiere al artículo 125 de la Ley 1448 de 2011, relacionado con la   cuantía máxima a la que podrá ascender el subsidio de vivienda a que tienen   derecho las víctimas a quienes se dirige esta ley, conforme a las normas del   Capítulo IV del Título IV. Según este precepto lo establece, esa cuantía será   igual a la que para el momento de la solicitud se otorgue a los beneficiarios de   viviendas de interés social.    

El cuestionamiento de los actores a este respecto   consiste en la supuesta vulneración de los artículos 13 y 51 del texto superior   sobre el principio de igualdad y el derecho a la vivienda digna. Además, en   línea semejante al cargo primero de la demanda, señalan que un límite de esta   naturaleza implica un retroceso contrario a la Constitución, que por el   contrario, propugna por la progresiva ampliación en la cobertura y disfrute de   los derechos sociales.    

Tal como la Sala lo explicó en relación con otros de   los cargos de la demanda, lo primero que debe precisarse es que una norma como   la aquí cuestionada no puede ser mirada desde la perspectiva de la ampliación   progresiva en el disfrute de los derechos y la prohibición de regresividad. Las   razones para ello tienen que ver con el carácter especial y temporal de la Ley   1448 de 2011, que en tal medida no implica derogación ni modificación de las   normas generales previamente vigentes sobre materias tales como el derecho a la   vivienda, con lo cual resulta imposible especular sobre supuestos retrocesos.    

Seguidamente, es pertinente recordar que la posibilidad   de acceder a una vivienda digna, que el artículo 51 de la Constitución Política   reconoce como derecho de todos los colombianos, depende del lleno de ciertas   condiciones, tal como lo previó la misma preceptiva superior. En esta medida,   existe a la fecha un extenso desarrollo normativo que fija los alcances de este   derecho, así como las políticas y programas a partir de los cuales el Estado   procurará su efectivo cumplimiento, frente a la generalidad de la población[79].    

Más adelante, al margen de esa normatividad de carácter   ordinario, aparece dentro del contexto de la Ley de Víctimas el derecho   al subsidio de vivienda como un componente de restitución, dirigido según lo   establece el artículo 123, a aquellas víctimas cuyas viviendas hayan sido   afectadas por despojo, abandono, pérdida o menoscabo. Se trata entonces de   un beneficio de carácter especial, que se adiciona a los demás derechos y   garantías que el Título IV de esta ley estableció en favor de las víctimas del   conflicto armado en general, que se otorga en atención a la especial   circunstancia de haber visto alteradas las condiciones en las que, antes de los   hechos victimizantes, se encontraba satisfecho este derecho.    

Con el propósito de atender esta específica necesidad   se utiliza entonces una institución previamente existente y conocida como parte   de la política social del Estado, en este caso en materia de vivienda, pese a lo   cual no puede olvidarse que la regulada por esta ley es una situación totalmente   diversa a aquella para la cual ese mecanismo fue originalmente diseñado. Es por   esto que, a partir de los distintos requisitos existentes según se tenga o no   esa particular connotación de víctima, pueden generarse muy distintos   escenarios, entre ellos que tengan acceso al subsidio de vivienda personas que   conforme a la legislación ordinaria nunca lo habrían tenido, o viceversa, que   alguien que en condiciones normales podría tener derecho al subsidio, no cumpla   en cambio las requisitos que al respecto establece la Ley de Víctimas.    

Sin embargo, en razón al carácter claramente   diferenciado de tales situaciones, es evidente que ellas no podrán mezclarse ni   compararse, por lo cual tampoco podrá aducirse violación del derecho a la   igualdad como resultado de la distinta posibilidad de lograr este beneficio. De   allí que resulte totalmente desatinado pretender que el monto del subsidio de   vivienda, en cuanto mecanismo de restitución dentro del contexto de la Ley de   Víctimas, deba necesariamente ser igual o superior al que se concede bajo   otras circunstancias, en las que su otorgamiento atiende otras finalidades, o   afirmar que tales diferencias implican vulneración al principio de progresividad   de los derechos sociales.    

En esta perspectiva, para la Corte resulta claro que la   definición de un monto máximo para el otorgamiento de un subsidio de vivienda   dentro de este contexto particular es resultado de la libertad de configuración   normativa con que de ordinario cuenta el legislador, que en lo atinente al   derecho a la vivienda digna puede incluso entenderse reiterada a partir de la ya   comentada previsión contenida en el artículo 51 superior, que reconoce ese   derecho, según la cual “el  Estado fijará las condiciones necesarias   para hacerlo efectivo”.    

Por otra parte, entiende también la Sala que esta misma   advertencia refrenda el hecho de que, a diferencia de lo que ocurre respecto del   derecho a la educación (según se explicó al resolver sobre el primer cargo de la   demanda), no existen en el texto superior garantías específicas de carácter   cuantitativo en torno al derecho a la vivienda digna, cuya eventual infracción   pudiera ocasionar la inconstitucionalidad de un precepto como el que en este   caso se analiza. De allí que tampoco sea posible predicar desconocimiento del   referido artículo 51, como lo afirma la demanda.    

Octavo cargo:  Según se explicó en el espacio correspondiente, este último cargo recae sobre   tres distintos apartes del parágrafo 3° del extenso artículo 132 de la Ley 1448   de 2011 parcialmente acusada, que contiene las reglas sobre indemnización por   vía administrativa. En consecuencia, la Corte abordará en lo pertinente y en   forma separada cada uno de esos cuestionamientos, en el mismo orden en que tales   segmentos aparecen dentro del texto de la norma.    

El primero de esos apartes corresponde a la expresión   “por núcleo familiar”, contenida en el enunciado inicial de ese parágrafo,   relacionado con el pago de la indemnización administrativa para la población en   situación de desplazamiento. El aspecto que en este caso se cuestiona es el   hecho de que la referida indemnización se entregue según este criterio, pues los   actores entienden que en consecuencia no tendrán derecho a ese reconocimiento   las personas que no hagan parte de un núcleo familiar. Los demandantes señalan   que este aparte constituye un ejemplo de ejercicio desproporcionado de la   autonomía de configuración normativa que es propia del Congreso, y que la norma   resulta especialmente lesiva, pues las personas que no hacen parte de un núcleo   familiar se encontrarían en condiciones de mayor vulnerabilidad que quienes sí   lo tienen, precisamente en razón a la soledad que afrontan, lo que además les   hace depender exclusivamente del propio esfuerzo. En la misma línea, señalan que   la restricción que en su entender contiene esta norma vulnera también el derecho   de acceder a la administración de justicia, que en este punto se torna nugatorio   para las personas que no hacen parte de un  núcleo familiar.    

Ahora bien, tal como lo advirtieron varios de los   intervinientes, para la Corte es claro que en ningún caso esta norma podría   tener el alcance que los actores le atribuyen, pues es evidente que el criterio   de “por núcleo familiar” que ella incorpora ha de aplicarse únicamente en   los casos en que ello resulte pertinente, esto es, cuando la persona   beneficiaria de la indemnización administrativa forme parte de una familia que   junto con ella hubiere sufrido los daños y consecuencias de los hechos   victimizantes, y que por lo mismo deba ser igualmente reparada. En esta   perspectiva la norma no tiene el efecto restrictivo que los demandantes han   asumido.    

Esta precisión lleva a la Sala a concluir que el cargo   analizado, en lo atinente a esta expresión, carece de certeza, uno de los   requisitos necesarios para un pronunciamiento de fondo, al igual que de   suficiencia, pues en tales condiciones no habría en realidad ni siquiera una   duda mínima sobre la exequibilidad de esta regla a partir de este reproche. En   vista de estas insalvables deficiencias, la Corte deberá declararse inhibida   para decidir al respecto.    

El segundo de los apartes cuestionados dentro del cargo   que se estudia son los seis ítems contenidos en el subsiguiente texto del   parágrafo 3°, que lista las prestaciones mediante los cuales puede cumplirse la   indemnización por vía administrativa de que trata esta norma, en adición al pago   en dinero efectivo. El tercero y último es el texto que sigue a este listado,   con el cual se cierra el parágrafo 3°, que establece una regla conforme a la   cual se considera parte de la indemnización administrativa la diferencia   existente entre el valor de los beneficios que una víctima de desplazamiento   forzado reciba en desarrollo de uno de los ítems antes listados y el que hubiera   recibido por el mismo concepto una víctima no desplazada.    

La demanda ofrece una muy pobre sustentación de las   razones que explicarían las declaratorias de inexequibilidad que en esos casos   se pretenden. Tal como se adujo con respecto a las normas acusadas en los cargos   3° y 6° de la demanda, el principal motivo de este reproche es la supuesta   vulneración del principio de distinción entre las medidas de reparación y las   que tienen otro contenido y objetivos, entre ellas las de asistencia y ayuda   humanitaria y las que involucran la prestación de servicios sociales por parte   del Gobierno. Por esta razón se cita también como precedente relevante e incluso   se transcribe, un fragmento de la sentencia C-1199 de 2008 (M. P. Nilson Pinilla   Pinilla) en la que a partir de un razonamiento semejante, esta Corte declaró la   inexequibilidad de una norma de la Ley 975 de 2005, también conocida como Ley   de Justicia y Paz.    

Los actores no explican a satisfacción las razones por   las cuales estos apartes serían contrarios al referido principio de distinción.   Especialmente, la demanda se abstiene de precisar a qué categoría deberían   corresponder las opciones listadas en la parte demandada del parágrafo 3°, y en   qué sentido se infringe el indicado principio como resultado de esa incorrecta   clasificación. Esta falencia conduce entonces a considerar que el cargo es   inepto también en este punto, por ausencia de los criterios de certeza,   especificidad  y suficiencia, entre otros.    

De igual manera, en lo relacionado con el inciso final   del parágrafo 3°, considera la Corte que ni aún bajo una interpretación amplia   de la demanda en desarrollo del antes referido principio pro actione,   resulta posible resolver sobre lo planteado. A esta conclusión se llega al   considerar que la escasa argumentación que según se explicó sustenta este último   punto se refiere exclusivamente al denominado principio de distinción,   pero sin explicar de manera suficiente cuáles serían en realidad las razones que   generarían la inconstitucionalidad de una norma que como esta, regula qué parte   de lo pagado que se considerará como indemnización administrativa.    

En tales condiciones, falla en primer lugar el   requisito de claridad, pues no resulta factible entender cuál es en   realidad la razón del cuestionamiento constitucional que se propone. De igual   manera, se considera ausente el criterio de especificidad, puesto que no   existe, en rigor, un planteamiento sobre la oposición objetiva y verificable   entre el texto acusado y la norma superior.    

Así las cosas, tampoco concurren los requisitos   necesarios para poder resolver sobre este último punto, a partir de lo cual la   Corte se declarará inhibida para decidir, también sobre este punto.    

5. Conclusión    

Como resultado de los análisis de constitucionalidad   suscitados por los cargos de la demanda, la Corte ha llegado a las siguientes   conclusiones, a partir de las cuales adoptará las correspondientes decisiones:    

En primer término, la Sala destacó que la Ley 1448 de   2011 de la cual hacen parte todas las disposiciones acusadas es una ley de   carácter especial, pues regula respecto de los sujetos y personas determinados   en su artículo 3° un conjunto de temas que en la mayoría de los casos se   encuentran también previstos, aunque de distinta forma, en leyes preexistentes,   las cuales no son derogadas ni afectadas de ninguna otra manera por la   expedición de esta norma. En consecuencia, sus disposiciones se aplicarán   durante su vigencia respecto de los sujetos antes señalados. En esta   perspectiva, la Corte puntualizó que los contenidos específicos de su preceptiva   no pueden ser cuestionados por la presunta infracción del principio de   progresividad, pues el grado de protección antes alcanzado conforme a las leyes   que regulan cada materia permanece vigente y no resulta menoscabado por efecto   de esta norma.    

En segundo lugar, este tribunal examinó varias de las   disposiciones de la Ley de Víctimas frente a la presunta infracción del   principio de distinción, conforme al cual no pueden ser confundidas las acciones   de reparación con la ejecución de otras tareas a cargo del Estado, entre ellas   las de ayuda o asistencia humanitaria en casos de emergencia y las   correspondientes a los denominados servicios sociales del Estado. La Sala   encontró que ninguna de las normas atacadas por este motivo resulta contraria a   la Constitución.    

Con respecto a la expresión contenida en el artículo   51, que sujeta la exención de costos académicos en la educación oficial a la   carencia de recursos por parte de las victimas, la Sala encontró que esta regla   no viola el principio de gratuidad de la educación básica primaria, pues   conforme a ella, en todos los casos en que exista esta circunstancia habrá lugar   a ese beneficio. La Corte además observó que en razón a la situación de   vulnerabilidad que presumiblemente afecta a toda persona que conforme a esta ley   pueda ser considerada víctima, es el Estado el que tendría la carga de demostrar   la capacidad económica de aquellas a quienes pretenda excluir de esta ventaja.   En consecuencia, esa norma será declarada exequible frente a los cargos   analizados.    

De otro lado, la Corte destacó que la Ley 1448 de 2011   contiene varias disposiciones específicamente dirigidas a aliviar la situación   de las personas que además de ser consideradas víctimas en los términos de su   artículo 3°, han sufrido el fenómeno del desplazamiento interno. Explicó la Sala   que se trata de un conjunto sistemático de disposiciones enfocadas a esa   particular situación de doble victimización, por lo que, al menos en principio,   no son contrarias a la Constitución las reglas previstas en el inciso 2° y el   parágrafo 2° del articulo 60.    

Respecto de la expresión “ocurridas con ocasión del   conflicto armado interno” contenida en el artículo 3° de la Ley 1448 de   2011, la Corte constató la existencia de cosa juzgada constitucional a partir de   un fallo anterior, respecto de cuestionamientos esencialmente idénticos a los   ahora planteados. Por esta razón, la Sala decidirá estarse a lo resuelto en esa   decisión.    

Ahora bien, frente a la posibilidad nacida   especialmente de otras disposiciones de esta misma ley que no fueron acusadas,   de que se entienda que estas normas implica la derogación de la preceptiva   previamente existente en materia de desplazamiento forzado, principalmente la   Ley 387 de 1997, lo que implicaría la desprotección a futuro de un importante   número de víctimas de este grave fenómeno social, la Sala declarará la   inexequibilidad de la expresión “que no   contraríen la presente ley” contenida   en el inciso 2° de esta artículo, y condicionará la exequibilidad de su   parágrafo 2°, en el sentido de que la definición allí contenida no podrá ser   impedimento para que se continúe protegiendo a todas las víctimas de   desplazamiento contempladas en la anterior normatividad, especialmente en los   casos en que esta situación se origine en hechos de violencia generalizada y/o   en desastres naturales causados por los actores del conflicto.    

Acerca de algunas expresiones y reglas contenidas en   los artículos 66 y 67 de la Ley 1448 de 2011 relativas al retorno de las   víctimas de desplazamiento interno, la Corte encontró que tales reglas no   resultan desproporcionadas, ni trasladan a las personas desplazadas la carga de   aliviar o solucionar su propia situación, responsabilidad que corresponde al   Estado. En consecuencia, se declarará la exequibilidad de estos apartes, con un   condicionamiento en el caso de la norma que impone a los víctimas desplazadas la   obligación de informar al Ministerio Público cuando no existan condiciones de   seguridad para permanecer en el lugar elegido para el retorno, que sí se estima   parcialmente desproporcionada, advirtiendo que el no lleno de esta carga no   podrá privar a tales personas del derecho a ser nuevamente reubicados en un   lugar seguro.    

La Corte encontró también que la regla sobre cuantía   del subsidio de vivienda para las víctimas prevista en el artículo 125 de esta   ley es exequible, pues no resulta contraria a los artículos 13 y 51 de la   Constitución, ni al principio de progresividad, que como se explicó, no resulta   aplicable frente a las normas de la Ley 1448 de 2011.    

Finalmente, la Corte se declarará inhibida para   resolver respecto de algunos de los cargos, dirigidos contra los artículos 61,   123 y 132 de la Ley 1448 de 2011, por no llenarse respecto de ellos los   requisitos necesarios, definidos por la jurisprudencia de este tribunal, para   emitir una decisión de mérito.    

VII.   DECISION    

En mérito de lo expuesto,   la Corte Constitucional, administrando justicia en nombre del pueblo y por   mandato de la Constitución,    

Primero: ESTARSE A LO RESUELTO en la sentencia C-781 de   2012 en lo relacionado con la expresión “ocurridas con ocasión del conflicto   armado interno” contenida en el artículo 3° de la Ley 1448 de 2011.    

Segundo: Declarar EXEQUIBLE por los cargos analizados,   la expresión “y cuando estas no cuenten con los recursos para su pago”  contenida en el artículo 51 de la Ley 1448 de 2011.    

Tercero: Declarar EXEQUIBLE por los cargos analizados,   el segundo inciso del artículo 60 de la Ley 1448 de 2011, con excepción de la   expresión “que no contraríen la presente ley” que se declara   INEXEQUIBLE.    

Cuarto: Declarar EXEQUIBLE por los cargos analizados,   el segundo inciso del parágrafo 1° del artículo 60 de la Ley 1448 de 2011.    

Quinto: Declarar EXEQUIBLE por los cargos analizados,   el parágrafo 2° del artículo 60 de la Ley 1448 de 2011, bajo el entendido de que   la definición allí    contenida no podrá ser razón para negar la   atención y la protección previstas por la Ley 387 de 1997 a las víctimas de   desplazamiento forzado.    

Sexto: Declararse INHIBIDA para decidir sobre el cargo   dirigido contra apartes de los parágrafos 1°, 2° y 3° del artículo 61 de la Ley   1448 de 2011.    

Séptimo: Declarar EXEQUIBLE por los cargos analizados,   la expresión “estas procurarán permanecer en el sitio que hayan elegido para   que el Estado garantice el goce efectivo de sus derechos” contenida en el   primer inciso del artículo 66 de la Ley 1448 de 2011.    

Octavo: Declarar EXEQUIBLE por el cargo analizado, el   segundo inciso del artículo 66 de la Ley 1448 de 2011, en el entendido de que lo   allí establecido no afectará el goce de los derechos reconocidos por la ley a   las personas víctimas de desplazamiento forzado, entre ellos, la posibilidad de   ser nuevamente reubicado.    

Noveno: Declarar EXEQUIBLE por los cargos analizados la   expresión “forzado a través de sus propios medios” contenida en el primer   inciso del artículo 67 de la Ley 1448 de 2011.    

Décimo: Declararse INHIBIDA para   decidir sobre el cargo dirigido contra la expresión “de restitución”, que   forma parte del título que antecede al artículo 123 de la Ley 1448 de 2011.    

Décimo Primero: Declarar EXEQUIBLE por los cargos analizados el   artículo 125 de la Ley 1448 de 2011.    

Décimo Segundo:   Declararse  INHIBIDA para decidir sobre los cargos dirigidos contra los apartes del   parágrafo 3° del artículo 132 de la Ley 1448 de 2011.    

Cópiese, notifíquese, comuníquese insértese en la   Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.    

JORGE IVÁN PALACIO PALACIO      Presidente    

MARIA VICTORIA CALLE CORREA         MAURICIO GONZÁLEZ CUERVO                                    Magistrada                                                  Magistrado    

LUIS GUILLERMO GUERRERO PEREZ    GABRIEL E. MENDOZA MARTELO    

Magistrado                                                  Magistrado    

               Con aclaración de voto    

      NILSON PINILLA PINILLA       JORGE IGNACIO PRETELT   CHALJUB    

Magistrado                                                  Magistrado    

       ALBERTO ROJAS RÍOS                 LUIS ERNESTO VARGAS SILVA    

           Magistrado                                               Magistrado    

                                                         Con salvamento parcial de voto    

MARTHA VICTORIA SÁCHICA MÉNDEZ    

Secretaria General    

      

SALVAMENTO PARCIAL DE VOTO DE LA MAGISTRADA    

 MARÍA VICTORIA CALLE CORREA    

A LA SENTENCIA C-280/13    

RETORNO Y REUBICACION DE VICTIMAS DE DESPLAZAMIENTO   FORZADO EN LEY DE VICTIMAS DEL CONFLICTO ARMADO INTERNO-Improcedencia de la obligación de acudir al Ministerio   Público por tratarse de una carga desproporcionada e innecesaria (Salvamento   parcial de voto)    

OBLIGACION IMPUESTA A VICTIMAS DE DESPLAZAMIENTO   FORZADO EN CASOS DE RETORNO Y REUBICACION-Constituye una medida innecesaria y desproporcionada (Salvamento parcial   de voto)    

EXEQUIBILIDAD CONDICIONADA DE NORMA SOBRE RETORNO Y   REUBICACION DE VICTIMAS DE DESPLAZAMIENTO FORZADO-Improcedencia (Salvamento parcial de voto)    

Referencia: Expediente D-9321    

Demanda de inconstitucionalidad contra los artículos   3°, 51, 60, 61, 66, 67, 123 y 132 (todos parcialmente) y 125 de la Ley 1448 de   2011, “Por la cual se dictan medidas de atención, asistencia y reparación   integral a las víctimas del conflicto armado interno y se dictan otras   disposiciones”.    

Actor: Álvaro Huertas Molina y otros    

Magistrado Ponente:    

Nilson Pinilla Pinilla    

Con   el acostumbrado respeto por las decisiones de la Sala, formulo salvamento   parcial de voto en relación con la declaratoria de exequibilidad condicionada   del inciso 2º del artículo 66 de la Ley 1448 de 2011, contenida en el numeral 8º   de la parte resolutiva de la sentencia.    

La   norma enjuiciada establece que, cuando no existan condiciones de seguridad para   retornar o reubicarse en el lugar elegido, las víctimas de desplazamiento   forzado deberán acercarse al Ministerio Público para declarar los hechos que   generen o puedan generar su desplazamiento. La mayoría considera que la   imposición de esta carga se ajusta a la Constitución, en el entendido que ella   no ha de afectar el goce de los derechos   reconocidos por la ley a las personas víctimas de desplazamiento forzado, entre   ellos, la posibilidad de ser nuevamente reubicadas en un sitio seguro.     

Sin   embargo, estimo que tal condicionamiento   no subsana la desproporción y falta de razonabilidad de la obligación que se   impone a la persona víctima de desplazamiento forzado de declarar ante el   Ministerio Público los hechos que evidencian la ausencia de las condiciones de   seguridad para permanecer en el lugar elegido para su retorno o reubicación, que   pueden generar un nuevo desplazamiento y que puede agravar la situación de   amenaza y peligro para esa persona. La carga impuesta en la norma, si bien   constituye un mecanismo idóneo para que las autoridades encargadas de atender a   la población desplazada tengan conocimiento de las condiciones de seguridad de   los posibles lugares de retorno o reubicación de los desplazados, no resulta una   medida necesaria para alcanzar dicha finalidad. Las entidades estatales pueden   valerse de otras fuentes para obtener aquella información, sin someter a la   población desplazada a que tenga que acudir a las dependencias del Ministerio   Público a suministrar información cuyo carácter, en contextos de orden público   alterado, puede incrementar el nivel de riesgo al que ya se encuentran expuestas   esas personas.      

En   ese orden de ideas, la obligación impuesta a las víctimas también resulta   desproporcionada, ya que el acudir a las dependencias del Ministerio Público   para suministrar información sobre los hechos que generen o puedan generar su   desplazamiento, además de los peligros que puede implicar, resulta especialmente   gravosa para personas que se encuentran en lugares alejados de cabeceras urbanas   o que, por otras razones, no cuentan con los medios para realizar dicha gestión.      

Fecha ut supra,    

MARIA VICTORIA CALLE CORREA    

Magistrada    

[1] En sustento de estas reflexiones citan, entre otras, las   sentencias C-671 de 2002 (M. P. Eduardo Montealegre Lynnet), T-025 de 2004 (M.   P. Manuel José Cepeda Espinosa), C-727 de 2009 (M. P. María Victoria Calle   Correa) y C-228 de 2011 (M. P. Juan Carlos Henao Pérez).    

[2] Frente a este aspecto los actores incorporan una extensa nota de   pie de página que contienen la cita de distintas providencias que demostrarían   el carácter prevalente de esta postura jurisprudencial.    

[3] Sobre este aspecto los demandantes citan las sentencias C-251 de   2002 (Ms. Ps. Eduardo Montealegre Lynnet y  Clara  Inés Vargas    Hernández), C-802 de 2002 (M. P. Jaime Córdoba Triviño), T-025 de 2004 y C-291   de 2007 (en ambas M. P. Manuel José Cepeda Espinosa).    

[4] Además de los fallos antes referidos, citan también las   sentencias C-578 de 2002 (M. P. Manuel José Cepeda Espinosa) y C-801 de 2009 (M.   P. Gabriel Eduardo Mendoza Martelo).    

[5] Señalan que estos principios han sido acogidos por la   jurisprudencia constitucional reciente, por ejemplo en las sentencias C-278 de   2007 (M. P. Nilson Pinilla Pinilla) y T-821 de 2007 (M. P. Catalina Botero   Marino).    

[6] Los actores citan varias decisiones de esta corporación, en   especial la sentencia C-047 de 2001 y el Auto A-011 de 2009, en las cuales la   Corte se habría pronunciado sobre la dudosa constitucionalidad de los plazos   rígidos e inflexibles en casos semejantes al aquí planteado.    

[8] Sobre este aspecto se citan, entre otras, las sentencias T-506 y   T-721 de 2008, T-045, T-085, T-265 y T-447 de 2010, T-189 y T-411 de 2011.    

[9] Citan a este respecto la sentencia C-370 de 2006 (M. P. Manuel   José Cepeda Espinosa, Jaime Córdoba Triviño, Rodrigo Escobar Gil, Marco Gerardo   Monroy Cabra, Álvaro Tafur Galvis y Clara Inés Vargas Hernández).    

[10] Sobre este aspecto citan de manera particular la sentencia   C-1199 de Diciembre 4 de 2008 (M. P. Nilson Pinilla Pinilla).    

[11] En relación con este aspecto cita y transcribe en su integridad   el artículo 9° de la Ley 1448 de 2011.    

[12] Inciso 2° del artículo 47 de la Ley 975 de 2005.    

[13] Concepto tomado de la referida sentencia C-1199 de 2008.    

[14] Citan el desarrollo que de estos conceptos ha hecho la Corte en   los fallos C-1052 de 2001 y C-743 de 2010.    

[15] Se conoce con esta denominación los Principios de las Naciones   Unidas sobre la Restitución de las Viviendas y el Patrimonio de los Refugiados y   las Personas Desplazadas.    

[16] Posibilidad que es admitida por los ya citados Principios   Pinheiro.    

[17] Entre otras la Ley 387 de 1997, la sentencia T-025 de 2004 y sus autos   de seguimiento.     

[18] Citó la sentencia T-428 de 2012 (M. P. María Victoria Calle Correa).    

[19] Sobre este aspecto citó la sentencia C-630 de 2011 (M. P. María   Victoria Calle Correa).    

[20] Se refiere a la sentencia C-052 de 2012 (M. P. Nilson Pinilla Pinilla).    

[21] Sentencia C-250 de 2012 (M. P. Humberto Antonio Sierra Porto).    

[22] Sobre este aspecto cita la sentencia C-228 de 2002.    

[23] Informó también que este mandato se cumplió mediante la   expedición del documento CONPES 3712 de diciembre 1° de 2011, del cual adjuntó   copia.    

[24] La mayoría de ellas contenidas en decretos.    

[25] El autor de este escrito informó que el texto presentado fue trabajado   por un conjunto amplio de organizaciones sociales, de las cuales hacen parte   quienes en el presente proceso obran como actores, y que el escrito que presenta   es una demanda que contra las mismas normas presentaron ante esta corporación el   18 de octubre de 2012, que fue radicada bajo el expediente D-9362.    

[26] Concepto 5207, expediente D-8593, previo a la sentencia C-052 de   2011.    

[27] Sentencia C-771 de 2011 (M. P. Nilson Pinilla Pinilla).    

[28] Entre ellas el Código Civil, el Penal, los respectivos estatutos   procesales y el Contencioso Administrativo.    

[29] Cfr. artículo 208.    

[30] Principalmente el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos   (artículo 2, numeral 2), la Convención Americana sobre Derechos Humanos o   Pacto de San José (artículo 2°), como también en lo pertinente, el Pacto   Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (artículo 2°) y el   Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre Derechos Humanos en materia   de Derechos Económicos, Sociales y Culturales o Protocolo de San Salvador   (artículo 2°), entre otros.    

[31] Se exceptúa únicamente lo relativo a la norma contenida en el 2° inciso   del artículo 60 de esta ley, a la cual se refiere el cargo segundo de la   demanda, según se explica en el espacio correspondiente.    

[32] Ver entre otros los artículos 28, 32, 114, 123, 127, 156, 176 y   207.    

[33] Ver particularmente los artículos 1°, 8° y 9° de la Ley 1448 de   2011.    

[34]   La Corte ha analizado ampliamente los alcances de este concepto, por primera   vez en la sentencia C-370 de 2006 (Ms. Ps. Cepeda Espinosa, Córdoba Triviño,   Escobar Gil, Monroy Cabra, Tafur Galvis y Vargas Hernández),  y en años más   recientes en los fallos C-936 de 2010 (M. P. Luis Ernesto Vargas Silva) y C-771   de 2011 (M. P. Nilson Pinilla Pinilla). De igual manera ha discurrido sobre el   tema en las distintas decisiones proferidas respecto a otras normas de la Ley   1448 de 2011 que ahora se analiza, entre ellas las sentencias C-052 de 2012 (M.   P. Nilson Pinilla Pinilla), C-250 de 2012 (M. P. Humberto Antonio Sierra Porto),   C-253A de 2012 (M. P. Gabriel Eduardo Mendoza Martelo), C-715 de 2012 (M. P.   Luis Ernesto Vargas Silva) y C-099 de 2013 (M. P. María Victoria Calle Correa).    

[35] Cfr. especialmente las sentencias C-278 de 2007 (M. P. Nilson Pinilla   Pinilla), T-967 de 2009 (M. P. María Victoria Calle Correa) y C-715 de 2012 (M.   P. Luis Ernesto Vargas Silva).    

[36] Documento contenido en el Informe del Representante Especial del   Secretario General de Naciones Unidas para el Tema de los Desplazamientos   Internos de Personas, Francis M. Deng en 1998.    

[37] Informe definitivo del Relator Especial, Paulo Sergio Pinheiro,   aprobado por la Subcomisión de Promoción y Protección de los Derechos Humanos en   2005.    

[38] Documento aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas   mediante resolución 60/147 en diciembre de 2005.    

[39] Cfr. sentencia T-025 de 2004 (M. P. Manuel José Cepeda Espinosa) y sus   posteriores autos de seguimiento.    

[40] Cfr. en este sentido, entre otras, la reciente sentencia SU-254 de 2013   (M. P. Luis Ernesto Vargas Silva).    

[41] Ver, entre los fallos de años más recientes, las sentencias T-671 de   2006 (M. P. Nilson Pinilla Pinilla), C-787 de 2006 (M. P. Marco Gerardo Monroy   Cabra) y T-428 de 2012 (M. P. María Victoria Calle Correa).    

[42] Ley 115 de 1994.    

[43] Sentencia C-376 de 2010 (M. P. Luis Ernesto Vargas Silva).    

[45] En este caso la ya mencionada Ley 115 de 1994.    

[46] Decreto 4807 de 2011. por el cual se reglamentan unos artículos de la   Ley 715 de 2001 (Orgánica de la Distribución de recursos y competencias entre la   Nación y las entidades territoriales) y de la Ley 1450 de 2011, contentiva del   actual Plan Nacional de Desarrollo.    

[47] Según lo prevé el artículo 137 del Código de Procedimiento   Administrativo y de lo Contencioso Administrativo, contenido en la Ley 1437 de   2011.    

[48] Los actores citan entre otros la sentencia T-068 de 2010 (M. P. Jorge   Ignacio Pretelt Chaljub) y el auto A-219 de 2011 (M. P. Luis Ernesto Vargas   Silva).    

[49] Esta impresión podría verse adicionalmente reforzada por algunas de las   novedades contenidas en el Título V de esta ley sobre Institucionalidad para   la Atención y Reparación de las Víctimas, que implicarían el tácito desmonte   de  la institucionalidad previamente existente dentro del marco de la Ley   387 de 1997.    

[50] En esta sentencia se examinó la constitucionalidad de la Ley 1425 de   2010, que derogó los artículos 39 y 40 de la Ley 472 de 1998, y con ello causó   la desaparición de los incentivos que tales normas establecían a favor de las   personas que ejercieran una acción popular en defensa de los derechos   colectivos.  En esta sentencia se citaron también, en relación con los   alcances de la facultad de derogar las layes preexistentes, los fallos C-529 de   1994 (M. P. José Gregorio Hernández Galindo) y C-778 de 2001 (M. P. Jaime Araújo   Rentería).    

[51] Sentencia C-443 de 1997 (M. P. Alejandro Martínez Caballero), reiterada   en posteriores pronunciamientos, entre ellos las sentencias C-778 de 2001 y   C-952 de 2007 (en ambas M. P. Jaime Araújo Rentería).    

[52] Definidas a partir de las reglas contenidas en el ya comentado artículo   3°.    

[53] Derivado de la regla prevista en el artículo 48 superior sobre   ampliación progresiva de la cobertura en seguridad social.    

[54] La de las víctimas del conflicto armado interno en los términos de su   artículo 3°, que además han sido afectadas por el desplazamiento forzado.    

[55] Entre ellas la aplicación de una definición de víctimas de distinta   cobertura a la previamente empleada por la Ley 387 de 1997, aspecto que los   actores plantearon en el cuarto cargo de esta demanda, y que la Corte analiza en   el espacio correspondiente.    

[56] Entre ellos el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos   (artículo 2, numeral 2), la Convención Americana sobre Derechos Humanos o   Pacto de San José (artículo 2°), como también en lo pertinente, el Pacto   Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (artículo 2°) y el   Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre Derechos Humanos en materia   de Derechos Económicos, Sociales y Culturales o Protocolo de San Salvador   (artículo 2°).    

[57] Principalmente la sentencia C-1052 de 2001, ampliamente   reiterada.    

[58] Ley 975 de 2005, artículo 47, inciso 2°.    

[59] Según el concepto contenido en el artículo 8° de la misma Ley 975 de   2005.    

[60] Artículo 32, numeral 4°.    

[61] Parágrafo 1° del artículo 60, cuyo inciso 2° es la norma que en este   caso se demanda y artículo 68.    

[62] Artículos 161, 168, 172, 173 y 197.    

[63] Artículos 69 a 152.    

[64] Ver entre muchas otras las sentencias C-370 de 2006, C-060 y C-738 de   2008 y C-409 de 2009.    

[65] Cfr. sentencia C-052 de 2012 (M. P. Nilson Pinilla Pinilla), principio   reiterado entre otras decisiones, en la sentencia C-781 de 2012 (M. P. María   Victoria Calle Correa). Como precedentes sobre el mismo aspecto, la Corte citó,   entre otras, las sentencias C-081 de 1996 (M. P. Alejandro Martínez   Caballero), C-342 de 1996 (M. P. Julio César Ortiz Gutiérrez), C-404 de 2001 (M.   P. Marco Gerardo Monroy Cabra) y C-871 de 2002 (M. P. Eduardo Montealegre   Lynnet).    

[66] Concepto cuya exequibilidad declaró la Corte en el fallo C-781 de 2012   (M. P. María Victoria Calle Correa).    

[67] De conformidad con las normas transcritas y subrayadas como acusadas en   la demanda (página 14) y con las pretensiones de inconstitucionalidad planteadas   al concluir la sustentación de este cargo  (página 52 ibídem).    

[69] Sobre este aspecto debe recordarse además que mediante sentencia C-250   de 2012 (M. P. Humberto Antonio Sierra Porto) esta Corte declaró exequible el   aparte del artículo 3° de la Ley 1448 de 2011 que estableció como punto de   partida la fecha del 1° de enero de 1985.    

[70] Cfr. particularmente la sentencia C-1052 de 2001, ampliamente   reiterada hasta la fecha presente.    

[71]  En apoyo de esta consideración la Corte citó y transcribió parcialmente, entre   otras, las sentencias SU-1150 de 2000 (M P. Eduardo Cifuentes Muñoz) y T-721 de 2003 (M. P. Álvaro Tafur Galvis).    

[72] De acuerdo con el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia   de la Lengua, se entiende por procurar “hacer diligencias o esfuerzos para   conseguir lo que se desea”.    

[73]   Principios sobre la restitución de las viviendas y el patrimonio de los   refugiados y las personas desplazadas. Informe definitivo del Relator Especial, Sr. Paulo   Sergio Pinheiro, aprobado por la Subcomisión de Promoción y Protección de los   Derechos Humanos de las Naciones Unidas en 2005.    

[74] Se da esta denominación al Informe del Representante Especial del   Secretario General de Naciones Unidas para el Tema de los Desplazamientos   Internos de Personas, señor Francis M. Deng en 1998.    

[75] Ver páginas 15, 53 y 55 de la demanda.    

[76] Cfr. entre los casos decididos durante los años recientes las   sentencias C-152 de 2003 (M. P. Manuel José Cepeda Espinosa), C-821 de 2006 (M.   P. Humberto Antonio Sierra Porto) y C-817 de 2011 (M. P. Luis Ernesto Vargas   Silva).    

[77] Artículo 169 de la Constitución Política, reiterado bajo   idéntico texto por el artículo 193 del Reglamento del Congreso (Ley 5ª de 1992).    

[78] Cfr. sentencia C-1052 de 2001, ampliamente reiterada.    

[79] Como parte de este desarrollo normativo pueden citarse entre   otras, y frente a diversas facetas del tema, las Leyes 546 de 1999 y 633 de   2000, y más recientemente las Leyes 1415 de 2010, 1469 de 2011 y 1537 de 2012.

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