C-309-09

    Sentencia  C-309-09   

Referencia: expediente D-7454  

Asunto:  Demanda  de  inconstitucionalidad en  contra  de  los  artículos 340, inciso 2 (parcial), y 345 de la Ley 599 de 2000  (parcial),   “Por  la  cual  se  expide  el  Código  Penal”,   respectivamente   modificados   por   los  artículos 19 y 16 de la Ley 1121 de 2006.   

Demandante:    Néstor    Iván    Osuna  Patiño   

Magistrado Ponente:  

Dr.     GABRIEL     EDUARDO    MENDOZA  MARTELO   

La Sala Plena de la Corte Constitucional, en  cumplimiento  de  sus  atribuciones  constitucionales  y  de  los  requisitos  y  trámites   establecidos   en   el   Decreto  2067  de  1991,  ha  proferido  la  siguiente   

SENTENCIA   

I.           ANTECEDENTES   

En  ejercicio  de  la  acción  pública  de  inconstitucionalidad,   el  ciudadano  Néstor  Iván  Osuna  Patiño  presentó  demanda  de  inconstitucionalidad  en  contra  de  los  artículos 340, inciso 2  (parcial),   y   345   (parcial)   de   la  Ley  599  de  2000,  “Por  la cual se expide el Código Penal”,  respectivamente  modificados  por  los  artículos  19  y  16  de la Ley 1121 de  2006.   

Mediante  Auto  de dos (2) de octubre de dos  mil  ocho  (2008)  el  Magistrado  Sustanciador,  doctor  Rodrigo  Escobar  Gil,  resolvió   admitir   la   demanda,   dispuso   su   fijación   en   lista   y,  simultáneamente,  corrió traslado al Procurador General de la Nación para los  efectos  de  su  competencia.  En  la  misma  providencia ordenó comunicarla al  Ministerio   del   Interior   y   de  Justicia,  a  la  Academia  Colombiana  de  Jurisprudencia   y   a   los  Decanos  de  las  Facultades  de  Derecho  de  las  Universidades   del  Rosario,  Javeriana  y  Externado  de  Colombia,  para  que  intervinieran en caso de considerarlo conveniente.   

Una    vez   cumplidos   los   trámites  constitucionales  y  legales propios de los procesos de inconstitucionalidad, la  Corte    Constitucional    procede    a    decidir    acerca   de   la   demanda  presentada.   

II. LOS TEXTOS DEMANDADOS  

A continuación se transcriben los artículos  demandados y se subrayan los apartes acusados:   

LEY  599  de  2000   

Por   la   cual   se   expide  el  Código  Penal   

TITULO XII  

DELITOS     CONTRA     LA    SEGURIDAD  PUBLICA   

CAPITULO I  

DEL CONCIERTO, EL TERRORISMO, LAS AMENAZAS Y  LA INSTIGACION   

(Inciso modificado por el artículo 19 de la  Ley   1121   de   2006).   Cuando  el  concierto  sea  para  cometer  delitos  de  genocidio,  desaparición  forzada  de  personas,  tortura,  desplazamiento forzado, homicidio, terrorismo,  tráfico   de  drogas  tóxicas,  estupefacientes  o  sustancias  sicotrópicas,  secuestro,  secuestro extorsivo, extorsión, enriquecimiento ilícito, lavado de  activos  o  testaferrato  y  conexos, o Financiamiento  del  Terrorismo  y  administración  de  recursos  relacionados  con actividades  terroristas,  la  pena será de prisión de ocho (8) a  dieciocho  (18)  años  y  multa de dos mil setecientos (2700) hasta treinta mil  (30000) salarios mínimos legales mensuales vigentes.   

ARTICULO  345.  ADMINISTRACION  DE  RECURSOS  RELACIONADOS  CON  ACTIVIDADES TERRORISTAS.  (Modificado  por  el  artículo 16 de la Ley 1121 de 2006). El que  directa  o  indirectamente  provea,  recolecte,  entregue,  reciba,  administre,  aporte,   custodie   o   guarde   fondos,   bienes   o   recursos,  o    realice   cualquier   otro   acto   que   promueva,  organice,  apoye,  mantenga,  financie  o  sostenga  económicamente  a  grupos  armados  al  margen  de  la ley o a sus  integrantes,  o  a  grupos  terroristas  nacionales  o  extranjeros,   o  a  terroristas  nacionales  o  extranjeros,  o  a  actividades  terroristas,  incurrirá  en  prisión  de  trece (13) a veintidós (22) años y  multa  de  mil  trescientos  (1.300)  a  quince  mil  (15.000) salarios mínimos  legales mensuales vigentes”.    

III.      LA  DEMANDA   

1.  Las  disposiciones  que  se  consideran  infringidas   

El  demandante  considera  que  los  apartes  subrayados  “son  inconstitucionales  bajo  el entendido que les ha conferido,  como  orientación  jurisprudencial  dominante, la Sala de Casación Penal de la  Honorable  Corte  Suprema  de  Justicia,  según  la  cual,  dado  que  la nueva  redacción  del inciso segundo del artículo 340 del Código Penal se refiere al  concierto       para      el      ‘Financiamiento   del   Terrorismo   y  administración  de  recursos  relacionados           con          actividades          terroristas’ debe entenderse que el concierto para  delinquir  agravado  se  extiende  a todos los verbos rectores del artículo 345  del   Código   Penal   sobre   administración  de  recursos  relacionados  con  actividades  terroristas, en particular al vertido en la expresión ‘o  realice  cualquier  otro  acto  que  promueva  […]  económicamente  a  grupos  armados al margen de la ley o a sus  integrantes”.   

El  ciudadano  Osuna  Patiño estima que los  apartes  demandados,  “a la luz de la interpretación que la Sala de Casación  Penal  de  la  Honorable Corte Suprema de Justicia les ha dado en las sentencias  de  diciembre  19 de 2007, y mayo y agosto 1º de 2008, vulneran el principio de  legalidad,   concretamente   los   principios   de   tipicidad,   taxatividad  y  favorabilidad  penales  (artículos  28,  29  y  150 de la CP) y, de contera, el  derecho fundamental al debido proceso”.   

2. La procedencia de la demanda  

Dedica el actor un aparte inicial a explicar  la  “procedencia  de  la  demanda”  y  al  efecto  señala que la acción es  procedente,  “puesto  que  con  ella se demanda la inconstitucionalidad de dos  artículos  de una ley, la 599 de 2000, por su contenido material” que ha sido  fijado por la Corte Suprema de Justicia.   

Apunta  el  libelista  que  los  ciudadanos  “dirigen  siempre  sus  demandas,  más que contra un mero enunciado legal, en  contra  de  la  norma que extraen, deducen o derivan de ese texto legal” y, en  sustento  de  esta  tesis,  trae a colación la distinción entre disposición y  norma.  Según  el  demandante,  con el primer vocablo se designa al conjunto de  signos  lingüísticos  vertidos  en  un  documento  que  es  fuente de derecho,  mientras  que  el  segundo  se refiere al significado que se otorga u obtiene al  interpretar la Constitución.   

Precisa el actor que la norma es el resultado  de  la  interpretación  de  la  disposición o texto normativo y reitera que la  demanda  de  inconstitucionalidad,  en realidad, se dirige en contra de la norma  deducida  del texto, prueba de lo cual encuentra el demandante en los requisitos  o  cargas a las cuales la Corte ha condicionado la prosperidad de una demanda y,  especialmente,  en  la  exigencia  de  exponer  razones  ciertas,  esto  es, que  “recaigan   sobre   una  proposición  jurídica  real  y  existente”  y  no  simplemente  sobre una deducida por el actor o implícita, de manera que, según  se   lee  en  el  libelo,  “las  demandas  de  inconstitucionalidad  no  sólo  pueden”,    sino   que   deben   dirigirse   “en   contra   de   una   norma  jurídica”.   

Destaca  también  el  actor  que  la  Corte  Constitucional  ha  aceptado  el  control constitucional sobre normas jurídicas  producto  de  interpretaciones  judiciales,  en virtud de la teoría del derecho  viviente,  de  conformidad  con  la  cual  “la  forma  en  que  los  jueces  y  magistrados  entienden  y  aplican una determinada disposición jurídica habrá  de  ser  tenida  en cuenta por la Corte Constitucional en desarrollo del control  de  constitucionalidad,  en  especial si tal interpretación judicial representa  una   orientación   jurisprudencial  dominante  prohijada  por  un  órgano  de  cierre”,  así  que  “mediante  el  ejercicio  de  la  acción  pública  de  inconstitucionalidad  en contra de una interpretación judicial efectuada por un  órgano  de cierre no se pretende que el texto normativo impugnado sea expulsado  del  ordenamiento  jurídico, sino que la norma derivada del mismo, es decir, la  interpretación   judicial,   sea   declarada   inexequible   por   vulnerar  la  Constitución”.   

A juicio del libelista, como consecuencia de  todo  lo anterior, la Corte tiene competencia para decidir demandas en contra de  normas  legales  producto  de  interpretaciones  jurídicas  realizadas  por los  órganos   judiciales   de   cierre,  siempre  que  involucren  un  problema  de  hermenéutica  constitucional  que  se  derive  del  texto  de  la  disposición  impugnada.   

A  continuación  el actor manifiesta que la  impugnación  de una interpretación procede siempre y cuando la interpretación  cuestionada  (i) sea consistente, pues si existen contradicciones o divergencias  significativas  no  cabe  hablar  de  un  sentido  generalizado;  (ii) cuando la  interpretación  está  consolidada,  dado  que, salvo casos especiales, un solo  fallo  no  representa  una posición decantada y (iii) cuando la interpretación  es    relevante    para    fijar    el    significado    de    la   disposición  demandada.   

Asevera  el actor que su demanda cumple cada  uno  de  los  requisitos  expuestos,  ya  que  se impugna una norma legal que es  producto  de  una  interpretación  acogida por la Sala de Casación Penal de la  Corte  Suprema  de  Justicia;  tal  norma  se deriva directamente de los apartes  cuestionados  y  representa  una  orientación jurisprudencial dominante, puesto  que   “es  una  postura  consolidada  y  consistente,  por  cuanto  todas  las  sentencias  proferidas  por  la  Sala  de  Casación Penal de la Honorable Corte  Suprema  de  Justicia  en contra de congresistas, por presuntos vínculos con el  paramilitarismo  se  han fundado en esta tesis”, expuesta en las sentencias de  19  de diciembre de 2007, 16 de mayo y 1º de agosto de 2008 “y, en ninguna de  ellas,  Magistrado  alguno  ha  salvado  o  aclarado  voto”,  tratándose,  en  consecuencia, de fallos adoptados por unanimidad.   

3. El concepto de la violación  

3.1.  El  artículo  340, inciso segundo del  Código Penal   

A  continuación,  el  demandante  expone el  concepto  de  la  violación  y,  en  primer  lugar,  se  refiere  a los apartes  demandados  del  artículo 340, inciso segundo, del Código Penal. Tras aludir a  la  descripción  típica  del  concierto para delinquir, indica que la referida  conducta  punible requiere la intervención de varias personas, por cuanto es un  delito  necesariamente  plurisubjetivo,  se  consuma  con un acuerdo, convenio o  conjura  para  delinquir  y  la  finalidad del acuerdo debe consistir en cometer  delitos,  a  lo  cual  se  suma  el  carácter  permanente,  porque el concierto  “está dirigido a cometer una serie indeterminada de delitos”.   

Agrega  el  actor  que el inciso segundo del  artículo  340  del  Código  Penal fue modificado por el artículo 19 de la Ley  1121  de  2006  y  que  “mediante  esta ley se excluyeron unos verbos rectores  incluidos  en  la  versión  original  del  Código  y se tipificó el acuerdo o  concierto       para      el      ‘Financiamiento   del   Terrorismo   y  administración  de  recursos  relacionados           con          actividades          terroristas’ ”.   

Transcribe luego la disposición original de  la  Ley  599 de 2000, así como la modificada por el artículo 19 de la Ley 1121  de  2006 y destaca la inclusión en esta última versión del “enriquecimiento  ilícito,  lavado  de  activos  o  testaferrato  y  conexos, o Financiación del  terrorismo   y   administración   de   recursos  relacionados  con  actividades  terroristas”  e  indica  que,  aún  cuando, a primera vista, la modificación  parece   superflua  y  limitada  sólo  a  un  cambio  de  palabras,  “reviste  particular  importancia  a  la luz del principio constitucional de taxatividad o  tipicidad  penal”,  pues  “a  partir  de una lectura detenida se infiere sin  mayores  esfuerzos  que  el  artículo  19  de  la Ley 1121 de 2006 tipificó el  concierto       para      el      ‘enriquecimiento   ilícito,  lavado  de  activos  o  testaferrato  y  conexos’,   que  en  la  redacción original de la Ley 599 de 2000 no se había incluido”.   

Puntualiza el libelista que la modificación  “excluyó     la     conducta     de     quienes    concierten    ‘para  organizar,  promover,  armar  o  financiar     grupos     armados     al    margen    de    la    ley’  y,  en  su  lugar,  se  tipificó el  acuerdo  o  convenio  para  el  “Financiamiento  del  Terrorismo   y   administración   de   recursos  relacionados  con  actividades  terroristas”,  de  modo  que  “el  concierto  para  organizar,  promover,  armar  o  financiar  grupos  armados al margen de la ley,  devino   atípico   a   partir   de   la   expedición   de   la   Ley  1121  de  2006”.   

Considera   el   demandante   que,   con  independencia  de  la discusión acerca de si los grupos armados al margen de la  ley   constituyen  grupos  terroristas,  “a  la  luz  de  una  interpretación  sistemática,   admitida  con  reserva  en  materia  penal,  el  concierto  para  organizar,  armar  o  financiar  grupos  armados al margen de la ley, se podría  entender      subsumido      en     el     aparte     normativo     ‘o  Financiamiento  del  Terrorismo  y  administración      de      recursos      relacionados      con     actividades  terroristas’,  incluido por la reforma de la Ley 1121 de  2006,  en tanto que la organización y dotación de armas, implican per  se, el aporte de dinero o bienes a la  organización criminal”.   

Añade el demandante que, “sin embargo, el  concierto  para  promover  grupos  armados  al  margen  de  la  ley,  tipificado  inicialmente  en  la  Ley  599  de  2006,  no  puede  entenderse subsumido en el  ‘Financiamiento   del  Terrorismo   y   administración   de   recursos  relacionados  con  actividades  terroristas’, incluido por  la  reforma  de la Ley 1121 de 2006, por cuanto el acuerdo para la promoción no  implica  ni  siquiera  tácitamente  un  concierto  para financiar actividades o  grupos      terroristas”,      pues     “concertar     para     ‘promover’   es  acordar  que  se  ‘impulsará  un  proceso, procurando su  logro’,  lo cual, a todas  luces,   no   es   concertar   para   ‘financiar’, es  decir,  convenir el ‘aporte  del  dinero  necesario para una empresa’ ”.   

Así  pues, según el demandante, “quienes  conciertan  para  resaltar  las  virtudes  o  celebrar los triunfos políticos o  militares  de  un grupo organizado al margen de la ley en un determinado espacio  social,  incurrirían  claramente  en  el  delito  de  concierto  para delinquir  agravado  descrito  en  el  artículo  340, inciso 2, de la Ley 599 de 2000, por  cuanto  tal  conducta  implica la promoción de dichos grupos”, pero “si tal  proceso  de  adecuación  típica  se  surtiera  a  la  luz  del  concierto para  delinquir  agravado  modificado  por  el artículo 19 de la ley 1121 de 2006, la  consecuencia ineluctable sería la atipicidad de dicha conducta”.   

En  conclusión,  el  ciudadano  demandante  plantea  que  la  modificación  de  la  versión original del artículo 340 del  Código  Penal  tiene dos rasgos peculiares, pues “tipificó el concierto para  el    ‘enriquecimiento  ilícito,    lavado    de   activos   o   testaferrato   y   conexos’ que en la redacción de la Ley 599 de  2000     no     se     había    incluido    y    excluyó    el    ‘concierto para promover grupos armados  al   margen  de  la  ley’  tipificado   en   el   texto   original,   por  lo  cual  esta  conducta  devino  atípica”.   

3.2.   El   artículo   345   del  Código  Penal   

Después  se  ocupa  el actor de los apartes  demandados  del  artículo  345  del Código Penal, referente a la financiación  del  terrorismo  y  administración  de  recursos  relacionados  con actividades  terroristas  y,  refiriéndose  a su modificación por el artículo 16 de la Ley  1121  de  2006,  apunta que la disposición “contiene un tipo penal con sujeto  activo  indeterminado y no es un tipo penal plurisubjetivo”, pues a diferencia  del  concierto  para delinquir, su consumación no requiere de la participación  o  coautoría  de  varias  personas,  un  solo  individuo puede incurrir en este  delito”.   

Señala  el  ciudadano  Osuna  Patiño  que  “todos  los  verbos  rectores  implican  una  forma de financiar o administrar  recursos  de  grupos  terroristas,  es  decir,  aportar  o  disponer,  ordenar u  organizar,  bienes o dinero que se utilizarán en actividades terroristas” y a  continuación   puntualiza   que  una  persona  incurre  en  el  tipo  penal  si  efectivamente  ha  realizado  alguna  de las conductas previstas en el precepto,  que  se  refiere  a promover, organizar, apoyar o financiar económicamente a un  grupo armado al margen de la ley”.   

Tratándose  del  verbo  promover,  anota el  libelista  que  es  menester formular varias aclaraciones y al efecto indica que  el  tipo  penal  no  hace  referencia  a  cualquier clase de promoción, pues el  legislador  se refirió a cualquier acto que promueva “económicamente” a un  grupo  armado al margen de la ley o a sus integrantes, de donde se desprende que  “los  actos  de  promoción  que  no  impliquen  aporte  de  dinero,  bienes o  cualquier  otro  tipo  de  beneficio económico a favor de grupos organizados al  margen de la ley son atípicos”.   

Así las cosas, considera el demandante que,  “aún  bajo  la  interpretación  inconstitucional  en  virtud  de  la cual el  artículo  340,  inciso  2,  del Código Penal, al hacer referencia al concierto  para  ‘Financiamiento del  terrorismo   y   administración   de   recursos  relacionados  con  actividades  terroristas’  extiende el  alcance  del  concierto para delinquir a todos los verbos rectores del artículo  345,  en  razón  a que tal enunciado corresponde al título de dicho artículo,  necesariamente  habrá  de entenderse que estarían tipificadas las conductas de  quienes  concierten  para  proveer,  recolectar, entregar, recibir, administrar,  aportar,  custodiar o guardar fondos, bienes o recursos o, en general, promover,  organizar,    apoyar,    mantener,    financiar    o    sostener    económicamente  a grupos armados al margen  de  la  ley  o  a  sus integrantes”, de manera que el concierto para promover,  apoyar,   mantener,  financiar  o  sostener  tales  organizaciones,  únicamente  estaría    tipificado    en    relación    con   el   aporte   de   dinero   o  bienes”.   

Por   lo   tanto,  “todos  aquellos  que  concierten  para  promover  grupos  organizados  al  margen  de  la  ley y dicha  promoción  no  llegare  a  manifestarse  en  aporte  de  dinero  o  bienes,  no  incurrirían en tipo penal alguno”.   

3.3.  La interpretación de la Corte Suprema  de Justicia   

Acto   seguido  el  demandante  aborda  lo  referente  a  “la  norma  jurídica  creada  por la Sala Penal de la Honorable  Corte  Suprema  de  Justicia  a  partir de los dos tipos penales estudiados” e  inicialmente  destaca  que  la  Sala  de  Casación Penal de la Corte Suprema de  Justicia  ha  concluido  que  la  conducta  relacionada  con  el  concierto para  promover  grupos armados al margen de la ley no ha desaparecido del catálogo de  conductas  punibles,  siendo  que,  de acuerdo con lo expuesto, ya no constituye  ilícito alguno.   

Así mismo, informa el demandante que, según  la  jurisprudencia  de  la  Sala  de  Casación  Penal, “dada la modificación  introducida  por  el  artículo 19 de la Ley 1121 de 2006, al extraer los verbos  ‘o   para   organizar,  promover,  armar  o  financiar,  grupos  armados al margen de la ley’ del texto original del artículo 340,  inciso  2,  de  la  Ley  599  de  2000  y,  en  su  lugar,  introducir el aparte  ‘o  Financiamiento  del  Terrorismo   y   administración   de   recursos  relacionados  con  actividades  terroristas’,   y   la  tipificación   independiente   de  las  conductas  excluidas  referidas  en  el  artículo    345    del   Código   Penal,   bajo   la   rúbrica   ‘Financiación   del   Terrorismo   y  administración      de      recursos      relacionados      con     actividades  terroristas’   seguía  tipificada  la  conducta  genérica de ‘concertarse   para   promover   grupos   armados  al  margen  de  la  ley’,  sin consideración  alguna    a   la   naturaleza   y   evidentes   diferencias   de   estos   tipos  penales”.   

Puntualiza el libelista que “para la Sala  de  Casación  Penal  de  la Corte Suprema de Justicia, por el solo hecho que el  artículo  340, inciso 2 del Código Penal, modificado por el artículo 19 de la  Ley   1121   de   2006,   se   refiera   al   concierto   para  el  ‘Financiamiento   del   Terrorismo   y  administración      de      recursos      relacionados      con     actividades  terroristas’,  el alcance  del  concierto  para  delinquir agravado se extiende a todos los verbos rectores  del  artículo 345 del Código Penal, en particular a la expresión ‘o  realice  cualquier  otro  acto  que  promueva  (…)  económicamente  a  grupos  armados al margen de la ley o a sus  integrantes’  ”.   

Transcribe el demandante algunos apartes de  las  providencias dictadas por la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de  Justicia  y  concluye  que  “a todas luces la posición acogida por la Sala de  Casación  Penal  de  la Corte Suprema de Justicia, con fundamento en la cual se  profirieron  las  providencias  referidas,  resulta inconstitucional, por cuanto  desconoce  los  principios  de favorabilidad, tipicidad o taxatividad penales y,  por consiguiente, la garantía constitucional al debido proceso”.   

3.4.  La  vulneración  del  principio  de  tipicidad o taxatividad penal   

Para  sustentar  el cargo consistente en la  vulneración  del  debido  proceso,  el demandante alude a los diversos sentidos  del   principio   de  legalidad  penal  y  tras  consignar  que  la  taxatividad  “consiste  en  la  descripción  de  los hechos que merecen reproche penal, de  manera  precisa  y  delimitada  en  relación con una circunstancia o situación  específica,  abstracta y objetiva” a tal punto que “la descripción típica  debe  establecer  en  forma  clara  y  precisa los sujetos, el verbo rector, los  objetos  material  y jurídico y la pena”, hace énfasis en que una situación  contraria  “propiciaría  un  atentado  contra la libertad individual, pues se  dejaría  al arbitrio de la autoridad que debe aplicarlo la calificación de los  actos, vulnerando la libertad y la seguridad individuales”.   

Sostiene  el  demandante  que  esto último  acontece  con  la  interpretación  demandada, porque la Sala de Casación Penal  “ha  entendido  que  el  tipo  establecido  en el artículo 340, inciso 2, del  código  Penal,  con  todo y la modificación de la Ley 1121 de 2006, no excluye  la       conducta       de       ‘concertarse   para   promover   grupos   armados  al  margen  de  la  ley’,  sino  que,  por el  contrario,   el   aparte   incluido   ‘Cuando  el  concierto  sea para (…) Financiación del terrorismo y  administración      de      recursos      relacionados      con     actividades  terroristas’    hace  remisión  expresa  al  artículo  345, por lo cual se extiende el contenido del  concierto   para   delinquir   agravado   a  todos  los  verbos  rectores  allí  tipificados,      en      especial      a     la     expresión     ‘o  realice  cualquier  otro acto   que  promueva (…) económicamente a grupos armados al margen de la ley o a sus  integrantes’  ”.   

El ciudadano Osuna Patiño estima que “el  marco  de  interpretación  de  un  juez  no  puede  llegar hasta la sanción de  conductas  a  las  que  supuestamente se refiere el tipo penal, pero que lo hace  por  remisión”,  pues  el  juez  penal  debe  ceñirse estrictamente a lo que  expresamente   establece   el   tipo   penal”   y  le  está  “vedado  hacer  construcciones  argumentativas  para  adecuar  una  determinada  conducta  a una  definición  típica  en la que ni siquiera se menciona de manera expresa, clara  e inequívoca”.   

Asevera  el  demandante  que  la  Sala  de  Casación   Penal   “creó  un  tipo  penal  consistente  en  el  ‘concierto para promover grupos armados  al  margen  de  la  ley’, a  partir  de una lectura conjunta e inconstitucional de los artículos 340, inciso  2,  y  345  del  Código  Penal”  tratándose,  entonces,  “de  un delito de  creación  jurisprudencial” que vulnera el principio de tipicidad y el derecho  fundamental al debido proceso.   

Continúa  el  libelista  su  exposición  indicando   que,   aún   cuando  existen  tipos  penales  abiertos,  según  la  jurisprudencia  de  la  Corte Constitucional el tipo penal abierto debe contener  “la  determinación  de  la  conducta  prohibida,  lo  cual  significa  que la  descripción  básica  del comportamiento no puede confiarse al complemento” y  que,  en el caso concreto, “la supuesta remisión que el artículo 340, inciso  2,    del    Código    Penal    haría    respecto    del    345   ibídem,  no  cumpliría  con el requisito  señalado,  puesto  que  la conducta punible de promoción de grupos organizados  al  margen  de  la  ley  estaría definida en la norma complementaria y no en el  tipo  penal original, lo cual vulnera el principio de taxatividad o legalidad en  estricto   sentido  y,  por  consiguiente,  el  derecho  fundamental  al  debido  proceso”.   

Añade   el  actor  que  aún  cuando  se  considerara  que  la  conducta  consistente en “concertar para promover grupos  armados  al  margen  de la ley”, todavía está tipificada en la ley penal, el  fundamento  de  esta  posición  no  puede  ser  una  lectura  conjunta  de  los  artículos   340   y  345  del  Código  Penal  y  considera  que  si  la  Corte  Constitucional  concluye que el artículo 340, inciso 2, extiende el alcance del  concierto  para  delinquir  a los verbos rectores incluidos en el artículo 345,  también  deberá  concluir, en aras de guardar el principio de taxatividad y el  derecho  al debido proceso, que el concierto para promover tales organizaciones,  únicamente  estaría  tipificado en relación con el aporte de dinero o bienes,  o la toma de decisiones sobre los recursos económicos”.   

3.5.  La  vulneración  del  principio  de  favorabilidad   

Como  segundo cargo de inconstitucionalidad  el  actor  esgrime  el desconocimiento del principio de favorabilidad en materia  penal,  establecido en el artículo 29 de la Carta, en el Pacto Internacional de  Derechos  Civiles  y  Políticos  y  en  la  Convención Americana, principio de  acuerdo   con  el  cual,  tratándose  “de  la  sucesión  de  leyes  penales,  sustanciales  o  procesales, siempre se aplicará la más favorable, sea esta la  disposición derogada o la nueva”.   

Sobre el particular afirma el demandante que  la  conducta  genérica  que  consistía  en  concertarse  para  promover grupos  armados  al  margen  de la ley, contemplada en el artículo 340, inciso 2, de la  ley  599  de  2000, “devino atípica en virtud de la modificación introducida  por   el   artículo  19  de  la  Ley  1121  de  2006”,  motivo  por  el  cual  “necesariamente  habrá  de  aplicarse esta última norma y, por consiguiente,  considerar  atípica  la  conducta  referida”,  cosa  que no ha hecho la Corte  Suprema  de  Justicia,  pues “sigue condenando a quienes de conformidad con el  artículo  340,  inciso  2,  del Código Penal, concertaron para promover grupos  organizados  al margen de la ley” y, por no tener en cuenta que dicha conducta  “devino atípica”, vulnera el principio de favorabilidad penal.   

4. La prosperidad de los cargos  

La demanda termina con un acápite “sobre  la  prosperidad  de  los  cargos  de inconstitucionalidad en los que se funda la  presente  acción”,  en  el  que se indica que la argumentación vertida en la  demanda   cumple   con   los   requisitos  de  claridad,  certeza,  pertinencia,  especificidad   y   suficiencia,   a   cuyo   cumplimiento   la   jurisprudencia  constitucional    ha    condicionado   la   prosperidad   de   los   cargos   de  inconstitucionalidad  e  igualmente  se anexa copia simple de las 3 providencias  en  que la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia ha vertido la  interpretación que se controvierte.        

IV.  INTERVENCIONES   

1.  Intervención  del  ciudadano  Hernán  Eugenio Yassín Marín   

El ciudadano Hernán Eugenio Yassín Marín,  quien  manifiesta ser Presidente de la Corporación Colegio Nacional de Abogados  “Conalbos”,  Seccional  Antioquia,  intervine para apoyar la declaración de  inconstitucionalidad solicitada por el actor.   

El  interviniente  considera que la acción  pública   de   inconstitucionalidad   procede  en  contra  de  interpretaciones  judiciales  y,  después  de  analizar  los preceptos parcialmente cuestionados,  concluye  que no existe ninguna posibilidad de entender que el artículo 345 del  Código  Penal  en su actual redacción incorpore conductas relacionadas con los  “grupos  al  margen  de la ley, que no tengan que ver con la estructuración o  apalancamiento  económico”,  pese  a lo cual la Sala de Casación Penal de la  Corte  Suprema  de  Justicia  todavía estima que la conducta relacionada con la  promoción  de  grupos armados al margen de la ley, que aparecía en la versión  original  del  artículo  340  del  Código Penal, está vigente. Con argumentos  similares  a  los  utilizados  en  la  demanda,  el interviniente señala que la  interpretación  cuestionada  vulnera  el  principio  de taxatividad, amplía el  marco  normativo del artículo 340 del Código Penal y desconoce el principio de  favorabilidad.   

2.  Intervención  del  ciudadano  Carlos  Andrés Molina López   

El  ciudadano  Molina  López señala en su  escrito  de  intervención que “a partir de la vigencia de la Ley 1121 de 2006  se     excluyó     la     conducta     de     concertar    para    ‘organizar, promover, armar o financiar  grupos  armados  al  margen  de  la ley’  y,  en  su  lugar,  se  tipificó  el  acuerdo  o convenio para el  ‘Financiamiento   del  Terrorismo   y   administración   de   recursos  relacionados  con  actividades  terroristas’, no obstante  lo  cual  la  Corte  Suprema  de  Justicia  “subsume  dentro  del ‘Financiamiento   del   terrorismo   y  administración      de      recursos      relacionados      con     actividades  terroristas’ la actividad  de       concertar      para      ‘organizar,  promover,  armar o financiar grupos armados al margen de  la  ley’” y extiende el  alcance     del     concierto     para     delinquir     a     todos   los  verbos rectores del artículo  345 ibídem”.   

Señala  el  interviniente que el concierto  para  promover  grupos  armados  al margen de la ley ya no es conducta punible y  que  la  Sala  de  Casación Penal de la Corte Suprema lo considera como delito,  mediante  una  interpretación  inconstitucional  que  viola  los  principios de  legalidad,  favorabilidad  y  taxatividad, así como el debido proceso, por todo  lo cual la interpretación atacada es inconstitucional.   

3.  Intervención  del  ciudadano Guillermo  Otálora Lozano   

El ciudadano Otálora Lozano intervino para  oponerse  a  las  pretensiones  de  la  demanda  y  solicita  a  la Corte que en  relación  con  el  artículo  345  del  Código  Penal  se declare inhibida por  ineptitud   sustantiva  de  la  demanda  y,  subsidiariamente,  que  lo  declare  exequible    y    que,    tratándose    del    artículo    340,   lo   declare  exequible.   

Según  el  ciudadano  interviniente, “la  interpretación   adoptada   por   la   Corte  Suprema  de  Justicia  se  deriva  razonablemente  del texto de las disposiciones demandadas” y, por lo tanto, no  hay   vulneración   del   principio   de   tipicidad   ni   del   principio  de  favorabilidad.   

El    interviniente   admite   que   la  interpretación  objeto  de  tacha  corresponde  a una posición jurisprudencial  dominante  y es derecho viviente, pero estima que los cargos dirigidos en contra  de  ella  no  son pertinentes. Pone de presente que la Corte ha señalado que no  todo  cargo dirigido contra una interpretación judicial debe ser admitido, pues  puede  suceder que realmente se trate de una discusión puramente legal e indica  que,  precisamente,  un  cargo  incumple  el requisito de pertinencia cuando, en  lugar  de  razones  constitucionales,  se  aducen  argumentos  de índole legal,  reglamentaria, doctrinal o de simple conveniencia.   

Según  el  interviniente, “el desacuerdo  del  actor  con  la interpretación consolidada de la Sala de Casación Penal de  la  Corte  Suprema  de  Justicia,  sobre  el  artículo  345  del Código Penal,  consiste  en  que, mientras la Corte Suprema considera que el verbo rector de la  conducta   punible   consiste   en   ‘promover’  grupos  armados  al  margen  de  la  ley,  el  actor  considera  que consiste en  ‘promover  económicamente’ a dichos  grupos”,  de   modo  que el desacuerdo radica en establecer si la palabra  “económicamente”  cualifica  todos  los  actos  contenidos  en  la lista, o  apenas  el  de  sostener, con lo cual la conducta “promover” sería un verbo  rector independiente.   

Para el ciudadano Otálora Lozano el debate  propuesto  es de índole puramente legal y versa sobre el alcance que se le debe  dar   a   la   disposición   legal,   luego   el  cargo  carece  de  relevancia  constitucional,  pues,  en  realidad, lo pretendido por el actor es que la Corte  Constitucional  “determine  que  la  interpretación  de  la  Corte Suprema de  Justicia no se ajusta al Código Penal”.   

Añade  el interviniente que toda decisión  adoptada  en materia penal afecta los derechos contenidos en los artículos 28 y  29  de  la  Constitución, pero, a su juicio, “no por ello puede afirmarse que  todo  debate  de  carácter penal pueda o deba ser dirimido por la jurisdicción  constitucional,  ya que esto tendría el efecto de vaciar las competencias de la  jurisdicción ordinaria”.   

Puntualiza el ciudadano Otálora Lozano que  el  actor  no  ha presentado cargos “contra la tipificación de la conducta de  promover  ni  la  de  promover  económicamente a grupos armados al margen de la  ley”,  que  ninguna  de  las  dos  interpretaciones es inconstitucional en sí  misma y que, en últimas, se trata de un cargo de ilegalidad.   

A continuación el interviniente señala que  la  remisión  hecha  por  el  artículo  340,  inciso 2º, del Código Penal al  artículo  345  del  mismo  Código  es identificada por el demandante “con la  existencia  de  un  tipo penal abierto” y que eso lleva al actor a afirmar que  no  cumple  con el requisito consistente en que la determinación de la conducta  prohibida no se encuentra en la norma base sino en el complemento.   

Sobre  el particular el interviniente opina  que  “es  preciso  distinguir  entre  los  artículos del Código Penal que se  remiten  a otros artículos del Código Penal y aquellos que se remiten a normas  extra-penales,  incluso  a  actos administrativos”, pues es a la segunda clase  de  norma  penal  a  la  que  la  Corte  Constitucional se ha referido cuando ha  decidido  sobre  tipos  penales en blanco, ya que sobre la primera categoría no  existe mayor debate.   

El ciudadano Otálora Lozano apunta que una  remisión  no  es inconstitucional “por el sólo hecho de serlo” y que “es  común  que en el Código Penal los tipos penales sean integrados por referencia  a  varias  disposiciones”,  circunstancia  que, por sí sola, “nunca ha sido  considerada   violatoria   del   principio   de  tipicidad  o  el  principio  de  taxatividad”  que  únicamente  exige sanción para las conductas establecidas  en  la  ley”, sin exigir la utilización “de una u otra técnica legislativa  para establecerlas”.   

En  relación  con  el  artículo  345  del  Código  Penal  el interviniente anota que “aún cuando puede haber argumentos  en  contra  de la interpretación adoptada por la Corte Suprema de Justicia, esa  sola  circunstancia  no  torna  inconstitucional la posición interpretativa que  controvierte  el  actor,  dado  que  “se  deriva  razonablemente del texto del  artículo 345 del Código Penal”.   

Asevera  el  interviniente  que aún cuando  cabría  pensar  que  el  artículo  345 del Código Penal viola el artículo 29  superior  por  permitir  más  de  una interpretación y porque la Constitución  exige  un  alto  grado  de  certeza  en la ley penal, tampoco cabe pretender que  ésta  se encuentre libre de diferencias interpretativas, pues de otra manera no  establecería  un  órgano  judicial  encargado de unificar la jurisprudencia en  esta materia.   

En  cuanto  a  la  alegada  violación  del  principio  de  favorabilidad,  el  ciudadano  Otálora  Lozano indica que, en su  criterio,  la  conducta  no es atípica, “pues así lo ha establecido la Corte  Suprema   de   Justicia   en   una   posición   interpretativa  que  se  deriva  razonablemente  del  texto de la disposición legal” y enfatiza que la Sala de  Casación  Penal  de  la  Corte  Suprema  de  Justicia  ha  determinado  que  la  legislación  no cambió, “sino que la prohibición ya existente sólo cambió  de  ubicación dentro del Código Penal”, razón por la cual “no hay lugar a  la  aplicación del principio de favorabilidad en estos casos concretos, excepto  para efectos de aplicación de la pena”.   

4.  Intervención de los ciudadanos Armando  Baena Cifuentes y Elkin Yesid Salar   

Los ciudadanos intervinientes consideran que  la  Corte  Suprema  de  Justicia creó un tipo penal por remisión de normas, lo  que,  a  su  juicio, vulnera el principio de tipicidad y el debido proceso, pues  el  juez no puede sancionar conductas a las que supuestamente se refiere el tipo  penal  y le está vedado efectuar construcciones argumentativas para adecuar una  determinada  conducta  a  una  definición  típica  en  la  que  ni siquiera se  menciona de manera expresa, clara e inequívoca.   

5.  Intervención  de la Corporación Nuevo  Arco Iris   

El  ciudadano León Valencia Agudelo, en su  calidad  de  representante  legal  de la Corporación Nuevo Arco Iris, intervino  para oponerse a las pretensiones de la demanda.   

En   primer   lugar   se   indica  en  la  intervención  que  la  interpretación  del  artículo  345  del  Código Penal  permite  concluir que la palabra “económicamente” se refiere únicamente al  verbo  sostener  y  no  a  cada  uno de los verbos rectores promover, organizar,  apoyar,  mantener,  financiar  y  sostener”,  pues  el  legislador, al incluir  distintos  verbos  rectores,  tuvo “la intención de cubrir diversas conductas  delictivas  de  diferente  índole”,  mas  no  la  de “reducir las conductas  mencionadas  a  un  carácter meramente económico”, fuera de lo cual no tiene  sentido  referir  la  palabra  “económicamente  a  cada  verbo rector, ya que  “financiar  ya  tiene  un  carácter  económico”  y  tampoco  habría  sido  necesaria  la  utilización  de  varios  verbos  rectores  “si  al  final a la  conducta delictiva se le atribuye un mero carácter económico”.   

A lo anterior agrega el representante de la  Corporación  interviniente  que si bien el título del artículo 345 se refiere  a  la “Financiación del terrorismo y administración de recursos relacionados  con  actividades  terroristas”, esto no significa que las conductas delictivas  deban  limitarse  al  alcance  gramatical  del  título, prueba de lo cual es la  referencia  a  grupos  armados  al  margen  de la ley, que no necesariamente son  terroristas  y,  en  el  mismo sentido, indica que la interpretación gramatical  del  artículo  340,  inciso  segundo, del Código Penal permite concluir que la  referencia    al    delito    de    ‘Financiación   de   terrorismo   y   administración   de  recursos  relacionados           con          actividades          terroristas’  hace  alusión  al artículo 345 del  Código Penal en su conjunto”.   

Plantea   luego   la   intervención  una  interpretación  histórica  que  tiene  como  punto  de partida los motivos que  inspiraron  al legislador a cambiar el texto de los artículos 340, inciso 2º y  345  de  la Ley 599 de 2000 y al respecto se expresa que mediante la Ley 1121 de  2006  “el legislador quiso adaptar la legislación colombiana a las exigencias  legales  derivadas  de  obligaciones  internacionales  consagradas  en  tratados  internacionales  sobre  la lucha contra el terrorismo, sobre todo en cuanto a la  prevención,  detección,  investigación  y  sanción  de  la financiación del  terrorismo”,  razón  por  la  cual  fueron ampliadas las conductas delictivas  contenidas  en  el  artículo  345  del  Código Penal mediante la inclusión de  nuevas  conductas,  luego  el  legislador  no  buscaba  limitar  las conductas a  aquellas de carácter económico.   

Se  sostiene  en  la  intervención que las  obligaciones  internacionales  no  se  limitan  a  la  prevención,  detección,  investigación   y   sanción   de  la  financiación  del  terrorismo  y  a  la  administración  de  los  recursos relacionados con las actividades terroristas,  sino  que  se  extienden a otras medidas de prevención y represión relativas a  formas  de  apoyo  al  terrorismo  que  no  necesariamente  tienen  un carácter  económico,  tal  como  sucede  con  la  Resolución 1373 de 2001 del Consejo de  Seguridad  de  las  Naciones Unidas, que establece la obligación de enjuiciar a  toda  persona  que participe en la financiación, planificación, preparación o  comisión  de  actos  de  terrorismo  y,  para  finalizar,  se  precisa  que las  obligaciones  internacionales  en relación con la prohibición de financiación  son  obligaciones  mínimas y no excluyen la posibilidad de que un estado adopte  medidas  adicionales  que  vayan  más  allá  de  la criminalización del apoyo  económico  a  un  grupo  terrorista  o  a  un  grupo  armado  al  margen  de la  ley.   

De  conformidad  con  una  interpretación  sistemática,  la  intervención  manifiesta que el inciso segundo del artículo  340  del  Código  Penal  hace referencia a todas las conductas contenidas en el  artículo  345,  como  se  desprende  de  la remisión, motivo por el cual “es  erróneo  pensar  que  el  artículo 340, inciso segundo, se refiere solamente a  las  dos  conductas de financiar el terrorismo o administrar bienes relacionados  con  actividades  terroristas y no a otras conductas mencionadas en el artículo  345”  y,  además,  “en  cuanto a la conducta específica de promover grupos  armados   ilegales,  el  legislador  ahora  sanciona  tanto  el  concierto  para  promover, como la promoción efectiva.   

Se consigna en la intervención que, según  una   interpretación   teleológica,   la   penalización   de   las  conductas  consistentes  en  promover,  organizar,  financiar  o  apoyar  a  grupos armados  organizados  al  margen  de  la ley es parte sustancial de la política criminal  del  Estado  colombiano,  de  modo que pensar en la limitación de las conductas  “crearía  lagunas  de punibilidad intolerables”, en contra de la intención  que    el    legislador   tuvo   al   reformar   los   artículos   parcialmente  demandados.   

También  se expone en la intervención que  la  interpretación defendida por el demandante “violaría los derechos de las  víctimas  de  grupos armados ilegales a la verdad, justicia y reparación, pues  la  organización  o  pertenencia  a grupos paramilitares ya no sería un delito  común,  sino  una  conducta  legal, siempre y cuando la actividad no tuviera un  carácter   económico”.   Así   pues,   no  siendo  posible  interpretar  el  paramilitarismo    como    delito    político   “a  fortiori no es posible interpretar los artículos 340,  inciso  segundo  y  345  del  Código  Penal  de una manera que garantizaría la  impunidad”.   

En  lo  atinente  a  la  procedencia  de la  demanda,  el  representante  de  la  Corporación  Nuevo Arco Iris estima que la  Corte  Constitucional no tiene competencia para revisar una sentencia de última  instancia  y  que  este  principio no se puede invalidar mediante una demanda de  inconstitucionalidad.  En  este sentido se afirma que la Corte Constitucional no  es  cuarta  instancia en los procesos adelantados ante la justicia ordinaria, ni  segunda  instancia  tratándose del juzgamiento de los congresistas por la Corte  Suprema  de  Justicia  y  que  carece  de  competencia  en el caso de la demanda  impetrada,  dado que la interpretación de la Corte Suprema de Justicia no viola  normas   específicas   de  derecho  constitucional  como  las  de  tipicidad  y  favorabilidad,  sino  que se trata de una interpretación razonable, concordante  con   el   texto   normativo  y  producto  de  una  interpretación  gramatical,  histórica,   sistemática  y  teleológica,  enmarcada  en  los  requerimientos  constitucionales.   

Fuera de lo anterior, en la intervención se  destaca  que  la  demanda  es  improcedente,  porque  “no  explica  de  manera  razonable    las    supuestas    inconsistencias”    entre   el   ‘texto         legal’  y  la  norma  jurídica surgida como  consecuencia  de  la  interpretación  de la Corte Suprema de Justicia y porque,  “sin  dar  explicaciones  de  carácter gramatical, histórico, sistemático o  teleológico,   el  demandante  sólo  se  limita  a  sostener  que  la  palabra  ‘económicamente’     no    se    refiere    solamente    al    verbo    ‘sostener’  sino  también al verbo ‘promover’ ”.   

A juicio del interviniente, al sustentar el  cargo  de  inconstitucionalidad en contra del artículo 340, en la demanda no se  explica  de  manera  razonable  por  qué  la  expresión  “financiamiento del  terrorismo   y   administración   de   recursos  relacionados  con  actividades  terroristas”  no  puede  ser  entendida  con referencia al artículo 345 en su  conjunto,  incluyendo  todas  las conductas delictivas mencionadas, inclusive la  promoción  de  grupos  armados ilegales” y, en síntesis, se indica que “la  demanda  no  hace  ningún  esfuerzo  argumentativo  de  refutar  los argumentos  adecuados,    razonables    y    contundentes,    de   la   Corte   Suprema   de  Justicia”.   

6. Intervención de la Comisión Colombiana  de Juristas   

El  ciudadano  Gustavo  Gallón  Giraldo,  obrando  en  nombre  propio  y  como  director  y  representante de la Comisión  Colombiana  de Juristas, interviene para solicitar a la Corte Constitucional que  se  declare  inhibida para emitir pronunciamiento de fondo y que, en caso de que  asuma  el estudio material de la demanda presentada, declare “la exequibilidad  de  los apartes demandados y la interpretación que de ellos ha hecho la Sala de  Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia”.   

Es criterio del interviniente que la demanda  no   cumple   los   requisitos   de  procedencia,  pues  el  cuestionamiento  de  interpretaciones  judiciales  de  las  leyes  mediante  la  acción  pública de  inconstitucionalidad  es  procedente  en  condiciones excepcionales, que en este  caso no se cumplen.   

A  juicio  del ciudadano Gallón Giraldo el  control  sobre interpretaciones surge cuando se estructura el denominado derecho  viviente,  mas  no  sobre  la  aplicación  de  disposiciones  legales  a  casos  concretos,  siendo  una carga del demandante demostrar que se está ante un caso  de    derecho    viviente   y   que   ese   derecho   viviente   contradice   la  Constitución.   

Refiriéndose  al requisito de suficiencia,  el   interviniente   señala   que   el   derecho  viviente  corresponde  a  una  interpretación  judicial  consistente  y advierte que, en el caso de la demanda  presentada,  la  Corte  Suprema  de  Justicia  “está  en  el  ejercicio de la  práctica   judicial”,   tratándose   de  supuestos  “para  los  cuales  la  jurisprudencia     de     la     Corte     tiene    vocación    y    relevancia  particular”.   

Así pues, en opinión del ciudadano Gallón  Giraldo,  el  demandante  no  acredita  que la interpretación demandada se haya  extendido  dentro de la correspondiente jurisdicción y no logra demostrar “ni  argumentativa,  ni  tácticamente”  que  se  está  ante  un  caso  de derecho  viviente,  motivo  por  el  cual  la  demanda  “tiene  por  objeto provocar un  pronunciamiento   en   el   que   la   Corte   Constitucional   controvierta  la  interpretación  que la Sala Penal ha construido sobre el tipo de concierto para  delinquir agravado en tres casos concretos”.   

El  interviniente  pone  de presente que el  control  de constitucionalidad establecido en Colombia tiene carácter abstracto  y,  por  lo  tanto,  se  reduce a una confrontación normativa, a diferencia del  control  concreto  que  se  orienta  a  determinar  si  una situación jurídica  específica  respeta  o  no los mandatos constitucionales, razón por la cual en  ocasiones  la  Corte  Constitucional exige que su análisis se efectúe teniendo  en  cuenta  el  objetivo  de  la  disposición  examinada  y  en ningún caso la  aplicación concreta que ella tenga.   

El  ciudadano Gallón Giraldo estima que el  derecho   viviente   no   priva   de   su  carácter  abstracto  al  control  de  constitucionalidad,  pues efectuar un control sobre una norma con un mayor grado  de  concreción  “es  distinto  a  afirmar  que dicho control se realice sobre  decisiones   específicas   proferidas   por  un  juez  ordinario  en  casos  ya  decididos”.   

La demanda presentada, entonces, “persigue  que  se  declaren  sin  fundamento las consideraciones de fondo expuestas en los  tres  fallos  citados” y, siendo difícil que una decisión de fondo proferida  por  la Corte Constitucional pueda ser reiterada en decisiones posteriores de la  Sala  Penal,  la  sentencia  que  el  juez constitucional llegara dictar podría  “quedar  limitada  en sus efectos a los tres casos mencionados, con lo cual su  alcance   merecería   ser   más   calificado   como  un  supuesto  de  control  concreto”.   

Tratándose  del  requisito de claridad, el  interviniente  anota  que  el  actor  “no  presenta  con claridad el contenido  normativo  o  norma  que debe ser objeto de control por la Corte Constitucional,  pues  aunque  cuestiona  la  interpretación de la Sala de Casación Penal de la  Corte  Suprema  de  Justicia,  “lo  cierto  es  que en su escrito se desvía y  plantea  una  interpretación que se dirige contra la praxis judicial de la Sala  Penal”,  ya  que,  en  lugar de abordar la norma jurídica que surgiría de la  interpretación  de  la  Sala  Penal, se limita a explicar la manera como la Ley  599   de   2000   habría   sufrido   una   derogación   por  la  Ley  1121  de  2006.   

Añade  la  intervención  que  la  demanda  plantea  “un  problema  de  aplicación  de  las  leyes en el tiempo” y que,  siendo  éste  el  verdadero objeto de impugnación, “resulta revelador que el  demandante  rompa  la  continuidad necesaria para hacer claro su cargo y termine  proponiendo   que   el   juez  de  constitucionalidad  dirima  un  conflicto  de  aplicación  de  la  ley  en  el  tiempo, que en el fondo constituye un elemento  natural  de la praxis judicial de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia,  cuando  en  juicios  penales concretos está aplicando las disposiciones legales  acusadas”.   

En  cuanto  al  requisito de certeza, en el  escrito  de  intervención se lee que no puede considerarse satisfecho cuando la  impugnación  se  sustenta  en  simples  hipótesis hermenéuticas que no hallan  sustento  en  una real y cierta interpretación judicial y que, en el caso de la  demanda  presentada,  el  libelista ataca la forma en que la Sala Penal realizó  la  aplicación  de  los  artículos  340  y 345 del Código Penal, es decir, su  lectura conjunta a la luz de casos concretos.   

Sobre  el  requisito  de  especificidad  el  interviniente  advierte  que  no se cumple, pues, en su criterio, los argumentos  de  la  demanda  son  indirectos,  “toda  vez que no se orientan a impugnar la  constitucionalidad  de  una  norma jurídica, originada en la interpretación de  la  Sala  Penal  de  la  Corte Suprema de Justicia, sino su praxis judicial y la  forma  en  que  ha dado aplicación a los artículos 340 y 345 del Código Penal  en casos particulares”.   

Con  base  en  las  anteriores  razones  el  interviniente  considera  que  la  demanda  no plantea un problema de relevancia  constitucional   y,   como   quiera   que   no  se  cuestiona  una  orientación  jurisprudencial  generalizada, los cargos son de orden legal y particular, luego  el  actor  “no  asume  el  nivel  de carga argumentativa que la Corte exige en  estos  casos”,  bajo  el  entendido  de  que el control sobre interpretaciones  judiciales  es  excepcional,  que  busca armonizar la autonomía judicial con la  función  encargada a la Corte Constitucional y que se funda sobre la base de no  desnaturalizar la acción pública de inconstitucionalidad.   

Sin   perjuicio   de   los   anteriores  planteamientos,  la  intervención  pasa  a analizar la constitucionalidad de la  interpretación  de la Corte Suprema de Justicia y, en primer término, se ocupa  de  la  pretendida  despenalización del concierto para delinquir agravado en la  modalidad  de  promoción,  organización  y  financiación de grupos armados al  margen de la ley.   

Tras analizar la evolución del tipo penal,  el  interviniente  concluye  que  “desde  los años ochentas ha sido relevante  para  el  legislador  sancionar  la conducta estudiada” y, a tal grado, que su  descripción  “se  ha  ido  especificando, de manera que es posible distinguir  dos  clases distintas de concierto u acuerdo agravado: el que se hace con el fin  de  cometer  delitos  graves  o crímenes de lesa humanidad, y el que se realiza  para  crear,  favorecer  o apoyar en distintas formas a grupos armados al margen  de la ley”.   

Tratándose  de delitos contra la seguridad  pública,  según  la intervención, “no parece haber hasta el momento ningún  cambio  en  la  situación  de seguridad y orden público nacionales que indique  una  razón  para  que  la  decisión  de  penalizar el concierto para delinquir  agravado  en la modalidad de promoción, organización y financiación de grupos  armados  al margen de la ley se modifique”, sino que, por el contrario, “con  motivo  de  los  procesos  que  se  siguen contra miembros desmovilizados de los  grupos  paramilitares y las declaraciones que estos están haciendo frente a las  autoridades  judiciales  sobre  su  origen,  las  fuentes de financiación y los  apoyos  que  recibieron  durante  su  creación  y  desarrollo,  parecería más  vigente y oportuna que nunca la penalización de esta conducta”.   

Se ocupa luego la intervención de precisar  que  “la  Ley  1121  de  2006  fue  aprobada  en  el  Congreso para adecuar la  legislación  nacional  a los estándares internacionales sobre financiación de  grupos  terroristas”  e  indica que, al interpretar los artículos 19 y 16, la  Corte  Suprema  de  Justicia  ha  considerado  que  el  concierto para delinquir  agravado  en la modalidad de promoción, organización y financiación de grupos  armados  al  margen  de  la ley no fue despenalizado, sino reubicado mediante la  inclusión  de  la conducta de financiación del terrorismo y administración de  recursos  relacionados  con  actividades  terroristas,  en  el artículo 340 del  Código Penal, que permite hacer una remisión al 345.   

En apoyo de la interpretación prohijada por  la  Corte  Suprema de Justicia, el interviniente cita la voluntad del legislador  y  en  este  sentido  pone de presente que la expedición de la Ley 1121 de 2006  “respondía  a  la  obligación internacional asumida por Colombia de combatir  actividades  terroristas,  para  lo  cual  modificó  disposiciones  vigentes  y  adicionó  algunas  normas nuevas, mas no derogó ninguna norma del ordenamiento  jurídico  colombiano”,  como,  en su criterio, se desprende de la exposición  de  motivos  del proyecto de ley y de los informes de ponencia que demuestran la  inexistencia  de  “un  interés  del  legislador  en  la  despenalización del  concierto  para  delinquir agravado en la modalidad de organización, promoción  y  financiación  de  grupos  armados  al  margen  de la ley”, así como “la  intención  de  fortalecer  los instrumentos jurídicos nacionales para la lucha  contra  quienes  realizan  o  fomentan  de  cualquier  manera las actividades de  grupos terroristas al margen de la ley”.   

En   relación  con  la  forma  como  fue  modificado  el  artículo  345  del Código Penal, por el artículo 16 de la Ley  1121  de  2006, en la intervención se manifiesta que el delito allí tipificado  tiene  un  sujeto  activo  indeterminado, que el tipo describe varias conductas,  “cada  una  de  las  cuales  podría  conformar  un  tipo  distinto, aunque se  refieran  todas  al mismo bien jurídico”, de modo que “el tipo penal parece  ser  cuidadoso  y minucioso en cuanto a las conductas que tipifica y al objetivo  con   el   que   estas   deben   realizarse,   para   que   se   constituyan  en  delito”.   

Sobre el artículo 345 del Código Penal, la  intervención  añade  que “no se puede caer en el facilismo de considerar que  el  nombre  del  artículo  o del tipo determina su tipicidad, pues para esto es  requisito  valorar  la  descripción de cada conducta, no su título”. En este  orden  de  ideas la perspectiva económica a la cual el demandante condiciona la  lectura  del  artículo  “es  una  interpretación forzada (…) que carece de  lógica  y  contradice  la  redacción  y  la  estructura  de  la norma, la cual  penaliza  en una primera parte el respaldo económico para estos grupos y en una  segunda  toda  otra  forma  de  fomento  a  los  mismos”,  de  tal modo que el  legislador  tipificó la conformación y apoyo a los grupos armados al margen de  la  ley  y  a  los  grupos  terroristas,  conducta  que  no  estaba penada en la  legislación  nacional,  lo que demuestra que el Congreso reforzó su existencia  “mediante   la   tipificación   de   una   conducta   criminal   autónoma  e  independiente,   la   cual  es  susceptible,  pero  no  necesariamente,  de  ser  concertada entre varias personas”.   

Acto seguido, la intervención se detiene a  analizar  “la  tipicidad  del  artículo  340”  y,  después  de realizar un  contraste  entre  los tipos penales establecidos en los artículos 340 y 345 del  Código  Penal,  concluye  que  el  artículo  340  contiene  el  concierto para  delinquir  agravado  y, que no obstante las diferencias referentes a los sujetos  activos  y  a  las conductas reguladas en uno y otro artículo, “no vulnera ni  el  principio  de legalidad ni el principio de taxatividad penal que cada uno de  los     tipos     regule    conductas    diferentes    con    sujetos    activos  distintos”.   

Añade el interviniente que en la demanda se  confunden  los  tipos  penales  abiertos  con  los  tipos penales en blanco y, a  diferencia  de  lo  que  estima  el  actor, señala que “la conducta prohibida  está  contenida  en  la  norma  original, en su numeral primero”, dado que el  artículo  340  no  prohíbe  la  conducta  de  promover, sino la de concertar y  “para  los efectos de este tipo penal no importa si se ejecuta o no el delito,  lo  que  se pena es el acuerdo para cometerlo”, fuera de lo cual un tipo penal  en  blanco, como el que aparece en el artículo 340, inciso segundo, del Código  Penal,   necesita  de  la  concreción  de  ingredientes  normativos  jurídicos  presentes  en  otras  disposiciones, entre las que se encuentra el artículo 345  del  mismo Código que, en el punto objeto de análisis, es norma no sólo clara  y  precisa,  sino  nueva,  autónoma  y  más  garantista,  “pues penaliza una  conducta que antes no era penalmente reprochable”.   

Emprende luego el interviniente el análisis  de  la  interpretación  que  de  los  artículos 340 y 345 del Código Penal ha  efectuado  la  Sala  de  Casación  Penal de la Corte Suprema de Justicia y para  ello   transcribe   extensos  apartes  de  las  providencias  dictadas  por  esa  Corporación  que  le  llevan  a  señalar  que  “la Corte Suprema de Justicia  coincide  con  al  análisis  realizado  a  los artículos 340 y 345 del Código  Penal,  en  el  sentido  de  que  el  concierto  para  delinquir  agravado en la  modalidad  de  promoción,  organización  y  financiación de grupos armados al  margen  de  la ley no ha sido despenalizado en Colombia, aunque sí se modificó  su  tipificación,  como consecuencia de la penalización en el artículo 345 de  cualquier      acto      que      ‘promueva,   organice,   apoye,   mantenga,   financie,   o  sostenga  económicamente  a  grupos  armados al margen de la ley o a sus integrantes, o a  grupos    terroristas    nacionales    o    extranjeros,    o    a   actividades  terroristas’,   como   parte   del   tipo   penal   de  financiación  del  terrorismo  y  administración  de recursos relacionados con  actividades terroristas”.   

Según el interviniente, la interpretación  que  hace  la  Corte  Suprema  de  Justicia  “obedece  en primer término a la  remisión  que  el  mismo  artículo  340  hace  al  345  del  Código”  y  al  “criterio  de  interpretación  sistemática de la ley, que como juez hace del  conjunto  de  normas  que  tiene  a  su  disposición”, criterio en cuyo marco  “decide  continuar  procesando  a  las personas que incurren en la conducta de  concierto  para  delinquir agravado en la modalidad de promoción, organización  y  financiación  de  grupos  armados  al  margen  de  la ley, revisando y dando  prioridad  al  bien  jurídico  que los dos artículos en cuestión protegen”,  cual  es  la  seguridad  pública,  lo  que  no le ha impedido a la Corporación  aplicar,  “en  virtud  de  la ultractividad penal, la pena que traía el texto  anterior  del  artículo  340  del Código Penal a quienes condena, pues esta es  más baja que la actual”.   

Respecto  de  la  alusión  al principio de  favorabilidad,  en  la  intervención  se  anota que el concierto para delinquir  agravado,  en  la  modalidad  de  promoción,  organización  y financiación de  grupos  armados  al margen de la ley no ha sido despenalizado, por lo cual “no  se  está  dejando  de aplicar una norma más favorable”; que la verificación  de  la  aplicación  o  no de la norma más favorable se debe hacer en cada caso  concreto,  de manera que las pretensiones relacionadas “se deben alegar en los  procesos  propios  de los casos concretos” y que el principio de favorabilidad  se  ha  respetado,  pues  se  aplica  la  pena más baja, prevista en el numeral  segundo  del  artículo  340  del  Código Penal antes de la reforma introducida  mediante la Ley 1121 de 2006.   

7. Intervención del Ministerio del Interior  y de Justicia   

En  representación  del  Ministerio  del  Interior  y  de  Justicia  intervino el ciudadano Andrés Eduardo Ormaza Mejía,  quien  solicitó  a  la  Corte  emitir pronunciamiento inhibitorio y declarar la  exequibilidad de los artículos parcialmente demandados.   

El   interviniente   señala   que   un  pronunciamiento  de  fondo  acerca de la interpretación que la Corte Suprema de  Justicia  le ha dado a un precepto legal “desborda la naturaleza de la acción  pública  de  constitucionalidad,  a  la vez que desconoce postulados jurídicos  superiores,    tales    como    la   autonomía   de   la   administración   de  justicia”.   

El representante del Ministerio del Interior  y  de  Justicia se refiere a la fuerza vinculante de la doctrina probable y a su  fundamento  en  la  buena fe que, en su criterio, constituye “el soporte de la  confianza  que debe regir toda relación propia de un Estado con sus asociados y  de  estos  entre  sí”  y,  a  continuación,  advierte  que  “la  labor  de  interpretación  del  ordenamiento  jurídico  en  cabeza de la Corte Suprema de  Justicia  (…) es una función inherente a la naturaleza y jerarquía funcional  de ese Alto Tribunal”.   

Sostiene  el  interviniente que la presunta  ilegalidad  de  una  decisión  judicial “debe ser planteada en el contexto de  una   jurisdicción   distinta   a   la   que   aborda   la   integridad  de  la  Constitución”,  razón por la cual los reproches del demandante deberían ser  analizados  “en sede de la presunta comisión de una conducta ilícita y no en  relación con el marco constitucional”.   

Se  detiene  luego  el interviniente en las  repercusiones  que  respecto  de la seguridad jurídica tendría la admisión de  toda  suerte de cuestionamientos contra las interpretaciones de la Corte Suprema  de  Justicia,  dado  que  los  ciudadanos  deben  tener  certeza  acerca  de  la  interpretación  uniforme  que  jueces  y tribunales le dan a la ley y más aún  cuando  se  trata  de  tribunales  “de  cierre”  que  buscan “impartir una  interpretación  uniforme  de  la  normatividad vigente en las distintas aéreas  del Derecho”.   

Acto seguido, en la intervención se aborda  el  alcance  de los artículos parcialmente demandados y, a partir del análisis  de  los  antecedentes legislativos, se concluye que el haber dejado de mencionar  la  conducta  que el demandante echa de menos en el texto reformado no significa  que  esa  conducta haya perdido su carácter de delito y que “el legislador al  modificar  la  estructura  del  tipo  penal  de concierto para delinquir tuvo en  cuenta  la  interpretación  efectuada  por  la  Corte  Suprema de Justicia como  referente  para  (…) avanzar en una construcción del tipo penal con una mejor  técnica  legislativa,  evitando  así  las  dificultades propias del esquema de  asignación casuístico”.   

Así  pues,  “el  tipo penal de concierto  para  delinquir  agravado,  previsto  en  el  inciso  segundo del artículo 340,  remite  necesariamente  a la descripción típica de las conductas que dan lugar  a   una  mayor  punibilidad”  y  no  cabe,  como  pretende  el  actor,  “una  interpretación  fraccionada  y  aislada  dentro  del mismo cuerpo normativo”,  pues  el reenvío a otra norma perteneciente a la misma fuente es constitucional  en  la  medida en que el complejo resultante de ambas normas no viole principios  tales  como  el  de  estricta  legalidad  o  la  proscripción  de la analogía,  etc.   

En  este  orden  de ideas, el interviniente  puntualiza  que  “la  descripción del concierto para delinquir agravado no se  agota  en  la  relación  taxativa  de  las  conductas  previstas  en el segundo  inciso”  y  que,  por  lo  tanto,  el funcionario judicial debe “remitirse a  tales  delitos  para  determinar  el alcance del tipo penal base”, de donde se  desprende  que  la  incorporación  de  un  precepto  que amplió la órbita del  concierto  para  delinquir  haya  despenalizado  la  acción  de promover grupos  armados al margen de la ley.   

Agrega  el  interviniente  que  una lectura  somera  del  artículo  345 del Código Penal permite concluir que lo sancionado  mediante  la  inclusión  de  verbos  rectores  no  se  limita  al sostenimiento  estrictamente  económico y llama la atención acerca de que en la actualidad el  terrorismo  ha  evolucionado hacia formas más complejas, de modo tal que “las  opciones  de  sostenimiento de un grupo ilegal o de una organización terrorista  comprenden  multiplicidad  de  posibilidades que van desde el soporte logístico  hasta facilitar su actividad proselitista”.   

Para  culminar, el interviniente indica que  las  sentencias  incorporadas  como  material  probatorio  contienen  un estudio  dogmático  y  basado en los distintos métodos de hermenéutica jurídica, así  como  en  un  análisis  detallado  de  las  pruebas allegadas a cada uno de los  procesos,   motivos   todos   que   avalan   su   compatibilidad  con  el  marco  constitucional.   

8.  Intervención de la Academia Colombiana  de Jurisprudencia   

En  nombre  de  la  Academia  intervino  el  ciudadano  Fernando  Arboleda  Ripoll,  quien  asevera  que  la demanda no está  llamada   a  prosperar  y  sugiere  la  declaración  de  exequibilidad  de  las  “proposiciones  normativas a partir de las cuales la Corte Suprema de Justicia  juzga  casos  de  concierto  para delinquir agravado por la promoción de grupos  armados al margen de la ley”.   

A  juicio del interviniente “los diversos  ejercicios  hermenéuticos,  llevados  a  cabo  por  el  accionante,  no  hallan  verificación  en  los  textos legales de los que se predica que la proposición  normativa  derivada  por la Corte Suprema es inconstitucional”, pues un examen  de   las  correspondientes  disposiciones  demuestra  que  en  el  marco  de  la  actualización  y  armonización  normativa  entre  el ordenamiento interno y el  internacional  en  materia de prevención, detección, investigación y sanción  de  la  financiación  del  terrorismo,  “como  motivación explícita para la  adopción  de  la  Ley  1121  de  2006,  se produjo la recomposición de algunas  disposiciones,  entre  ellas  algunos  tipos  penales, como el de concierto para  delinquir  que  se  discute  en esta acción, a efecto de ponerlos a tono con la  pretensión   político   criminal   que   se   expresa  en  el  texto  de  esta  ley”.   

El  ciudadano  Arboleda  Ripoll señala que  “por  ninguna  parte,  si  se  examina la ley en su integridad, se observa que  haya  habido  siquiera  la  insinuación  de  modificar  algún tipo penal en el  sentido  de derogarlo en todo o en parte” y cita el artículo 28 que establece  la  regla de derogación “y en el que se opta por el señalamiento específico  de  las  disposiciones  que  resultan  modificadas,  sin  que se haga mención a  derogatoria  alguna,  la  que  de  haberse previsto, por elemental lógica en la  técnica      legislativa,     habría     sido     igualmente     expresa     o  específica”.   

Refiriéndose   a  los  términos  de  la  modificación  de  los  preceptos  cuestionados  el  interviniente apunta que es  claro  “que  el  legislador de 2006 a través de la modificación al artículo  345  de  la Ley 599 de 2000 (Código Penal) trajo a su comprensión el concierto  para  delinquir  en  su modalidad de promover grupos armados al margen de la ley  que  se  hallaba  consagrado  en  el  inciso  2º del artículo 340 ibídem,  recogiéndolo  junto  con  otros  supuestos   delictivos   bajo   la   denominación   genérica  de  ‘financiación   del   terrorismo   y  administración      de      recursos      relacionados      con     actividades  terroristas’,   misma  denominación  genérica  a  que  alude  la  Ley  1121  en su artículo 19, para  incrementar  la  punibilidad  cuando el concierto para delinquir se lleva a cabo  para  la  comisión  de  los  delitos  allí  relacionados,  y,  entre ellos, el  financiamiento  del  terrorismo  y  administración de recursos relacionados con  actividades  terroristas,  nominación  con  la  que  la  ley engloba la gama de  conductas  definidas  en  el artículo 16 de la Ley 1121 por el cual se modifica  el artículo 345 del Código”.   

Prosigue  la  intervención destacando que,  tratándose  de  la  promoción  de  grupos  armados  al  margen de la ley, “a  través   de  la  Ley  1121  la  figura  se  reubicó  en  busca  de  una  mejor  sistematización,  lo  cual no corresponde, bajo ningún aspecto, a la predicada  supresión  en  que  se  apoya  la  demanda,  pues  bastaría  con  comparar  la  legislación  antes  y  después  de  la adopción de esta ley para comprobar la  conservación de esta específica modalidad delictiva”.   

Según  el  representante  de  la  Academia  Colombiana  de  Jurisprudencia,  “no es cierto que el inciso 2º del artículo  340  del Código Penal, con la modificación que le introdujo el artículo 19 de  la  Ley  1121, haya dejado de señalar la promoción de grupos armados al margen  de  la  ley como motivo de agravación de pena para el concierto para delinquir,  lo  que  acontece  es  que  lo menciona como hipótesis componente de la gama de  delitos  que  fueron  englobados  por  el  artículo  16  de la Ley 1121 bajo el  concepto      genérico     de     ‘financiación   del   terrorismo   y   administración  de  recursos  relacionados  con  actividades  terroristas”,  siendo  este  “un criterio de  técnica  legislativa empleado por el legislador de 2006, que no puede dar lugar  a la lectura que pretende sacar avante la demanda”.   

De  esta manera, no existe supresión de la  figura  y “la referencia del artículo 19 de la Ley 1121 es a todas y cada una  de  las  hipótesis delictivas contenidas en el artículo 16 y agrupadas bajo la  denominación         de        ‘Financiamiento  de  terrorismo  y administración, denominación que  en  sí  misma  no es una hipótesis, sino que alberga todas las definidas en su  marco  y  a  cada una en particular, entre ellas la promoción de grupos armados  al margen de la ley”.   

En  opinión  del  interviniente,  tampoco  resulta  acertado  sostener  que,  de  considerarse que no hubo supresión de la  agravante  del  concierto  para delinquir consistente en la promoción de grupos  armados  al margen de la ley, ha de entenderse que tal promoción únicamente es  económica”,  pues  el  artículo  16  de  la Ley 1121 de 2006 se refiere a la  realización  de  “cualquier otro acto que promueva, organice, apoye, financie  o  sostenga económicamente a grupos armados al margen de la ley”, luego “es  claro  que  si  el  legislador  pune  cualquier  acto que promueva esta clase de  grupos,  está  descartando  de entrada que la promoción se refiera a uno sólo  de  ellos, como sería el de la promoción económica en los términos en que lo  entiende  el  accionante  como  entrega  de  dinero o bienes”. La exigencia de  contenido  económico  se refiere, entonces, “al sostenimiento como la última  de     las    hipótesis    contempladas    por    el    legislador    a    este  respecto”.   

Por último, la intervención destaca que el  actor  no  hace  explícita  la  razón  que  habría  tenido el legislador para  suprimir  el  agravante  del concierto para delinquir cuestionado en la demanda,  “ni  abona  ningún motivo plausible para ello como no fuere la pura decisión  legislativa  o  la  imprevisión”,  que  no  resulta  admisible,  “en cuanto  desemboca  en la figura de un legislador actuando a contracorriente de lo que es  la  política criminal general del estado en la materia, cuya característica es  precisamente  contraria  a  la  que  se  aboga”, esto es, “de énfasis en el  control  penal  de  este  tipo de comportamientos, de lo cual, por si faltara un  ejemplo,  es  muestra  elocuente  la  propia  Ley  1121  de  la  que se sostiene  consagró la supresión de la figura delictiva aquí discutida”.   

V.   CONCEPTO   DEL  PROCURADOR GENERAL DE LA NACION   

El señor Procurador General de la Nación,  rindió  en término el concepto de su competencia y en él solicitó a la Corte  “declararse  INHIBIDA  para  pronunciarse  de  fondo sobre la constitucionalidad de los artículos 340 inciso  2  y  345  de  la  Ley  599  de  2000 modificados por la Ley 1121 de 2006 en los  artículos   19   y   16,   respectivamente,  por  ineptitud  sustancial  de  la  demanda”.   

Considera  el  señor  Procurador  que  el  demandante  no  ataca  la constitucionalidad de los preceptos sujetos a estudio,  sino  la  interpretación  que  de estas disposiciones ha hecho la Sala Penal de  Casación  de la Corte Suprema de Justicia, en tres fallos correspondientes a su  jurisdicción  y  que,  por lo tanto, solicita a la Corte Constitucional excluir  esta  interpretación  del  ordenamiento jurídico por vulnerar la Constitución  y,  en  particular,  los principios de tipicidad, taxatividad y favorabilidad de  las penas, así como el derecho al debido proceso.   

Señala  el  Procurador  que  el  juicio de  inconstitucionalidad  exige  efectuar  una  confrontación  entre  la  ley  y la  Constitución  y que, como resultado de ese cotejo, la Corte Constitucional debe  determinar  si  el  precepto  inferior  se mantiene o no dentro del ordenamiento  jurídico  e  indica  que “de igual forma, el principio de autonomía judicial  entendido  como  la  discrecionalidad  interpretativa de la que gozan los jueces  para  examinar  las  leyes, actúa en conjunto como límite competencial para la  Corte  Constitucional  a  la  hora  de  abordar como un asunto constitucional la  interpretación de las leyes hecha por los jueces”.   

Estima  el Jefe del Ministerio Público que  la  intervención  del  juez  constitucional  “se  encuentra  restringida a la  realización   de   un  juicio  normativo”  orientado  a  la  depuración  del  ordenamiento  jurídico  y que, en razón de lo anterior, “resulta exótico al  objeto  del  control  de  constitucionalidad la resolución de asuntos concretos  propios  de  las  decisiones  que  dentro de sus competencias realizan los otros  jueces,  o el pronunciamiento sobre la interpretación adecuada de las leyes que  le   corresponde   a   la  rama  judicial  en  aplicación  del  derecho,  o  la  suplantación  de  otras  jurisdicciones  en la interpretación o aplicación de  disposiciones de rango legal”.   

La  vista  fiscal  señala que, “en forma  excepcional  y restringida, la Corte Constitucional ha admitido competencia para  analizar  la  constitucionalidad  de  una  decisión  judicial, ya sea porque el  asunto  albergue la vulneración de un derecho fundamental”, como sucede en el  caso  de  la  acción  de  tutela,  o porque se trate de uno de los casos en los  cuales opera la doctrina del derecho viviente.   

Según  el  Procurador  “la  admisión de  dicha  competencia se encuentra delimitada a que el asunto a debatir encierre un  problema  jurídico  de  carácter  constitucional  y no puramente legal de mera  apariencia  constitucional, de modo que si lo demandado “es la interpretación  legal  hecha por un juez, la impugnación debe ser considerada inepta y, en caso  de    ser    admitida,    dicha    falencia   culminará   con   una   decisión  inhibitoria”.   

Hace  énfasis  el  Jefe  del  Ministerio  Público  en  que,  de  forma  aún  más  precisa,  la  Corte Constitucional ha  sostenido  que  las  demandas  presentadas  contra  la  interpretación  de  una  disposición   legal,  son  admisibles,  siempre  y  cuando  la  interpretación  entrañe  un problema de constitucionalidad que se origine “directamente en el  texto  o  contenido  normativo  de  la  disposición”  y,  a  la  luz de estos  criterios,  puntualiza  que  “aunque el demandante manifiesta que lo que busca  es  que  la  Corte  Constitucional  expulse  la  norma  que  es  producto  de la  interpretación  y  aplicación  de  los artículos 340 inciso 2 y 345 de la Ley  599  de 2000 modificados por la Ley 1121 de 2006, no encuentra este Despacho que  los       argumentos      de      la      demanda      apunten      directamente  a  este fin, por cuanto, se  trata  de  normas  cuya  interpretación  busca  aplicar  un  precepto  en casos  concretos  y  cuya actividad encierra un debate no necesariamente constitucional  sino de interpretación legal”.   

Para   el   Procurador,   “la   Corte  Constitucional   asume   los   problemas   constitucionales  de  interpretación  únicamente  cuando  del  texto  normativo  se deriven  contenidos     normativos     contrarios    a    la    Constitución”,  es  decir,  “cuando  de manera clara, evidente y directa, se  pueda  establecer  la relación de inferencia lógica entre: la norma legal y el  contenido   normativo  que  por  interpretación  indebida  deriva  de  ella  la  jurisprudencia  y,  con  base en esta consideración, concluye, que “aunque el  accionante  hace  múltiples  intentos  para  señalar  cuál  es  ese contenido  normativo  que  se deriva directamente de la interpretación de la disposición,  hecha  por  parte  de la Corte Suprema de Justicia y que vulnera el ordenamiento  constitucional,  lo  cierto  es  que,  dada  la misma complejidad requerida para  justificar  el  cargo,  el  mismo  accionante evidenció que no existe un único  debate  sino  múltiples  que  fueron  asumidos  por  la  alta Corporación para  resolver  un  asunto  propio de su jurisdicción y que lo que se pretende, lejos  de  resolver  un  asunto de rango constitucional, lo que se busca es mediante el  control  de  constitucionalidad establecer una revisión de tres casos concretos  estudiados y decididos” por la Corte Suprema de Justicia.   

Precisa el Procurador que lo solicitado por  el  demandante  es  que  la  Corte  Constitucional  “resuelva  un  problema de  aplicación  en  el  tiempo  de  las  leyes  penales  que  involucra  múltiples  preceptos   normativos   contenidos   en   el   Código   Penal,   entre   otras  disposiciones”,  lo  que,  en su criterio, demuestra que “la controversia no  se  deriva,  como  lo  pretende  el  demandante,  del contenido normativo de los  textos  de  los  artículos 340 inciso 2 y 345 de la ley 599 de 2000 modificados  por la Ley 1121 de 2006”   

Considera  la vista fiscal que “el objeto  de  la acusación es incierto, por cuanto lo que pretende es obtener de la Corte  Constitucional  una  revisión de tres asuntos concretos de aplicación legal de  unos   preceptos,   ya  debatidos  dentro  de  la  jurisdicción  a  la  que  le  competía”,  y  en  la  que  hubo  mecanismos  de  defensa,  de manera que una  decisión  del  juez  constitucional  restringiría  los  efectos  a los asuntos  decididos      “y      no      a      una     orientación     jurisprudencial  consolidada”.   

Con fundamento en los anteriores argumentos  el  Procurador  concluye  que  no  se  plantea  un debate que albergue una litis  constitucional  y  que, debido a ello, se impone la inhibición de la Corte para  pronunciarse de fondo, por ineptitud sustancial de la demanda.   

VI.         CONSIDERACIONES DE LA CORTE   

Competencia  

1.  De  conformidad  con lo dispuesto en el  artículo  241, numeral 4° de  la  Constitución  Política, la Corte Constitucional es competente para conocer  y decidir la demanda de la referencia.   

Planteamiento del asunto  

2. Por considerar que la acción pública de  inconstitucionalidad   procede   en   contra  de  determinadas  interpretaciones  judiciales  de  las  leyes,  el actor demandó algunos apartes de los artículos  340  y  345  de  la  Ley 599 de 2000, “por la cual se  expide  el  Código Penal”, pues, en su criterio, son  contrarios   a   los   principios   de   tipicidad   y   favorabilidad  bajo  la  interpretación  que  les ha dado la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema  de Justicia.   

Los  artículos  que  han  dado  lugar a la  interpretación  controvertida  fueron  modificados por la Ley 1121 de 2006 y se  ocupan,  respectivamente,  del  concierto para delinquir y de la administración  de recursos relacionados con actividades terroristas.   

Respecto del artículo 340 del Código Penal  el  demandante  manifiesta  que,  en  razón  de la modificación operada por el  artículo  19  de  la  Ley  1121  de 2006, el legislador excluyó algunos verbos  rectores  e  incluyó  otros,  de  modo que la conducta de quienes se concierten  para  organizar,  promover, armar o financiar grupos armados al margen de la ley  dejó  de  ser  típica  y,  en su reemplazo, se tipificó el financiamiento del  terrorismo  y  la  administración  de  recursos  relacionados  con  actividades  terroristas.   

En  cuanto  al  artículo  345 el libelista  señala  que,  según  la reforma introducida por el artículo 16 de la Ley 1121  de  2006,  cada  uno  de los verbos rectores denota una manera específica “de  financiar  o  administrar  recursos de grupos terroristas” y, por lo tanto, la  disposición  se  refiere  a  promover,  organizar, apoyar, financiar o sostener  “económicamente”   a  un  grupo  armado  al  margen  de  la  ley  o  a  sus  integrantes,  de  tal  forma  que  quien  los promueva o promocione sin llegar a  aportar   dinero  o  bienes  no  estaría  incurso  en  la  conducta  penalmente  reprochada.   

Agrega  el  demandante  que,  pese  a  lo  anterior,  a  partir  de  los  dos  preceptos  mencionados,  la Corte Suprema de  Justicia  ha  concluido  que el concierto para promover grupos armados al margen  de  la  ley todavía hace parte del catálogo de conductas punibles, fuera de lo  cual,  con  fundamento  en la referencia al financiamiento del terrorismo y a la  administración  de recursos relacionados con actividades terroristas, contenida  en  el inciso segundo del artículo 340, la Sala de Casación Penal ha entendido  que  el  alcance  del  concierto  para  delinquir se extiende a todos los verbos  rectores  contemplados  en el artículo 345 y especialmente a la expresión “o  realice  cualquier otro acto que promueva (…) económicamente a grupos armados  al margen de la ley o a sus integrantes”.   

A juicio del actor, la interpretación de la  Corte  Suprema  de Justicia desconoce el principio de tipicidad, ya que a partir  de  una  lectura conjunta de los artículos 340 y 345 del Código Penal creó un  tipo  y  lo  hizo  con  base  en  una  supuesta  remisión que no cumple con las  exigencias  propias  de  los  tipos  penales  abiertos,  porque  la descripción  básica  del comportamiento no se encuentra en el tipo penal original sino en el  complementario  e  indica, finalmente, que aún cuando se aceptara la extensión  del  concierto  para delinquir a todos los verbos rectores del artículo 345, la  Corte  Constitucional debería concluir que la tipificación tan solo se refiere  al  aporte  de  dinero  o de bienes o a la toma de decisiones sobre los recursos  económicos.   

En  lo  atinente  a  la  vulneración  del  principio  de  favorabilidad, el demandante anota que, en virtud de la predicada  atipicidad  de  la  conducta  genérica consistente en concertarse para promover  grupos  armados  al  margen  de  la  ley,  necesariamente  debería aplicarse el  artículo  19  de  la  Ley  1121  de  2006  y “considerar atípica la conducta  referida”.   

3.  Algunos  de  los  intervinientes  y  el  Procurador  General  de  la  Nación  estiman  que  la Corte debería declararse  inhibida  para  fallar  en  el  fondo  la  demanda  presentada, por cuanto, a su  juicio,  adolece  de  ineptitud  sustancial,  en  la medida en que no plantea un  problema   dotado   de  relevancia  constitucional,  sino  una  controversia  de  raigambre   legal   ajena   al   ámbito   de   competencias  del  máximo  juez  constitucional,  controversia  que,  además,  impide  efectuar  la comparación  propia del juicio de constitucionalidad.   

4.  Dado  que  de  comprobarse la ineptitud  sustancial  de la demanda no habría lugar al examen material de las acusaciones  formuladas  en  la  demanda,  la  Corte  examinará,  en  primer  término,  las  solicitudes  de  inhibición  y  sólo  si  concluye  que  no  procede  el fallo  inhibitorio  abordará las cuestiones de fondo y para ello determinará cuál es  el   problema   jurídico   planteado  y  qué  temas  deberían  tratarse  para  resolverlo.   

Las solicitudes de inhibición  

5.  Inicialmente  conviene  anotar  que  la  admisión  de  la  demanda  implica  una  evaluación  general de los requisitos  establecidos  en  el  Decreto 2067 de 1991 y que, aún cuando a primera vista se  consideren  satisfechos  y  se  disponga  la  prosecución del trámite, ello no  significa  que necesariamente la Corte deba  proferir sentencia de mérito,  pues  el análisis más detenido que normalmente se cumple al momento de adoptar  la  decisión,  bien  puede conducir a una conclusión contraria a la consignada  en         el         auto         admisorio1.   

6.  Como  ha  quedado  expuesto, la demanda  cuestiona  la  constitucionalidad de una interpretación de la ley realizada por  la  Sala  de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia a propósito de los  artículos  340  y 345 de la Ley 599 de 2000 en la forma como fueron modificados  por  los artículos 19 y 16 de la Ley 1121 de 2006. Tratándose de esta clase de  demandas  la  Corte Constitucional ha indicado que su procedencia es enteramente  excepcional2  y que el control sobre interpretaciones “se explica si se tienen  en    cuenta    los    criterios    trazados    por    la    jurisprudencia   al  respecto”3.   

7.  El carácter excepcional del control de  interpretaciones   judiciales   radica   en   la   separación   que  la  propia  Constitución   ha   establecido   entre  las  jurisdicciones  constitucional  y  ordinaria,  separación  en  virtud  de  la  cual  son los jueces ordinarios los  llamados  a  interpretar  y  aplicar  la  ley en los casos concretos, sin que le  corresponda  al  juez  constitucional  fijar el sentido autorizado de los textos  legales,  pues,  de hacerlo sin las debidas precauciones, la Corte desconocería  la  mencionada separación, invadiría la esfera de competencias atribuidas a la  jurisdicción  ordinaria  y  comprometería la autonomía e independencia de los  restantes                   jueces4.   

Precisamente,  en  guarda de la separación  entre   las   distintas  jurisdicciones  y  de  la  autonomía  e  independencia  judiciales,  en  reiterada  jurisprudencia la Corte Constitucional ha enfatizado  que  cuando  un  ciudadano  acusa  por  inconstitucional  la  interpretación de  preceptos  con fuerza material de ley se debe “obrar con especial cautela para  no  invadir la esfera de autonomía reservada a otras autoridades”5.   

8. En razón de la cautela exigida, para que  sea  posible  el  examen  de  fondo,  la  demanda  debe  contener  “una  mayor  profundidad    y    solidez    analítica    en    la   sustentación   de   los  cargos”6,  de  modo  que la carga de argumentación “es más intensa” y,  en  consecuencia,  el  demandante  ha de profundizar7 “en la explicación de cómo  respecto  de  alguna  o  algunas  de  las disposiciones legales ha terminado por  configurarse   una   interpretación   que   contradice  los  postulados  de  la  Constitución              Política”8.   

En  otros términos, la controversia que en  relación  con la interpretación judicial de la ley plantee el demandante ha de  tener  relevancia  constitucional,  para  evitar  que,  con  desbordamiento  del  ámbito  de  sus  propias competencias, el examen de la Corte se convierta en un  juicio  “sobre  la  corrección hermenéutica de las decisiones judiciales que  fijan     el     sentido     de     la     ley”9.   

Los  requisitos  generales  previstos en el  artículo 2º del Decreto 2067 de 1991   

9.  Según  se  deduce  de  lo expuesto, la  interpretación  judicial  cuestionada  mediante  el  ejercicio  de  la  acción  pública   de   inconstitucionalidad  ha  debido  producirse  en  relación  con  determinados  textos legales y, ciertamente, en el libelo demandatorio que ahora  se  analiza se encuentran señalados los apartes de los artículos 340 y 345 del  Código  Penal  que,  en  opinión  del  actor, han servido de base a la lectura  prohijada  por  la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia y que  es tachada de inconstitucionalidad.   

10. Al especificar los referidos segmentos,  el  demandante  ha  dado cumplimiento a lo previsto en el artículo 2º, numeral  1º,  del  Decreto  2067  de  1991  que  exige como requisito de las demandas de  inconstitucionalidad  el señalamiento de los textos acusados, su transcripción  literal  o  un  ejemplar  en  el  que se haya efectuado su publicación oficial.  Pero,  el  artículo  citado  establece  otros  requisitos  entre  los cuales se  destacan,   por   su   importancia,   la   indicación   de   las  disposiciones  constitucionales  que  se  consideren  infringidas  y  la  exposición de “las  razones  por  las  cuales  dichos  textos se estiman violados”, exigencia esta  última  que  ubica en cabeza del demandante la carga de sustentar el denominado  concepto  de  la violación, que bien puede estar conformado por diversos cargos  de  inconstitucionalidad,  cuya  prosperidad  depende del cumplimiento de varios  requisitos   suficientemente   precisados   en   la   jurisprudencia   de   esta  Corte.   

11.  El  concepto  de  la violación y cada  cargo  en  particular  se  construyen a partir de un cierto entendimiento de los  preceptos  constitucionales  que  se  estimen  violados  y,  sobre  todo, de una  interpretación  de  los  artículos  o segmentos legales cuestionados que ha de  ser  susceptible de comparación con los postulados superiores y corresponder al  contenido  de  las  disposiciones  acusadas, pues no cabe adelantar el juicio de  constitucionalidad  con  base  en  significados  que  de ningún modo puedan ser  atribuidos a los textos inferiores.   

12. La interpretación que de la ley hace la  Corte  ha  sido  calificada como instrumental, pues, de una parte, su propósito  exclusivo   es   facilitar   o   posibilitar   la  realización  del  juicio  de  constitucionalidad  y,  de  la  otra,  en  garantía  de  la  separación de las  jurisdicciones  y de la autonomía e independencia de los jueces, no busca fijar  el sentido autorizado de los textos legales.   

13. Sin perjuicio de lo anterior, cuando la  demanda  de  inconstitucionalidad recae sobre interpretaciones judiciales de las  leyes,   el   significado   que   sustenta   la   petición   de   declarar   la  inconstitucionalidad  no  depende  de  la  comprensión  que  de  los  preceptos  cuestionados  tenga  el  demandante,  ya  que  el  proceso  interpretativo lo ha  cumplido  el  juez  ordinario en ejercicio de las funciones jurisdiccionales que  le hayan sido asignadas.   

14. En ese contexto, la Corte Constitucional  tampoco  debe  adelantar  labor  interpretativa  de  los  preceptos legales, por  cuanto  el  juicio de constitucionalidad tiene por objeto la interpretación que  previamente  los  jueces  le  han  atribuido  a las disposiciones de ley, de tal  manera  que,  cuando  es  hallada  inconstitucional  se neutraliza la respectiva  interpretación,  separándola  del  ordenamiento,  sin  afectar  los textos que  sirvieron de base a los jueces para formularla.   

15.  De  conformidad  con la jurisprudencia  constitucional,  lo  anterior  es posible con fundamento en la distinción entre  disposición  y  norma, así como en la teoría del derecho viviente. Por virtud  del  primero  de  los  fundamentos  se distingue entre “la disposición” que  corresponde  a  los  textos  proporcionados  por el legislador e incardinados en  artículos,  incisos  o  parágrafos  pertenecientes  a  documentos normativos y  “las  normas”  que designan los significados que, como resultado de procesos  interpretativos,  se  les  atribuyen  a  esos  textos,  habiéndose considerado,  entonces,   que  es  viable  solicitar  a  la  Corte  la  expulsión  de  “una  determinada  o  concreta  interpretación  de  una  ley  por  ser contraria a la  Constitución”,  caso  en  el  cual  el  control  “versa  sobre  las  normas  jurídicas  (…)  no  sobre  disposiciones”,  porque  “no  se  pretende una  sentencia  que  expulse  del  ordenamiento la disposición legal, el texto de la  ley”,  sino  una que expulse “una o algunas de las posibles interpretaciones  de   la  ley  por  considerarse  contrarias  a  la  Constitución”11.   

16. En lo atinente a la teoría del derecho  viviente  el  fundamento  que  en  ella  encuentra  el control constitucional de  interpretaciones  judiciales  radica  en  que  la mencionada teoría propicia la  realización  de  un  juicio  de constitucionalidad basado en el contexto dentro  del  cual  la disposición “ha sido interpretada” o “ha vivido”, de modo  que  el  pronunciamiento de la Corte no se funde en los sentidos hipotéticos de  la  disposición  controlada,  sino en su “sentido real” conferido por “la  jurisdicción  responsable  de  aplicarla”,  de  modo  que si ese sentido real  está  “claramente  establecido  y ofrece rasgos de coherencia y unidad”, la  Corte  debe  admitirlo  “como  el  sentido  en  que dicha preceptiva ha de ser  interpretada,  al  momento  de  decidir  sobre  su  exequibilidad”12.   

17.  El  demandante  ha  señalado,  en  su  libelo,  las  disposiciones  constitucionales que estima infringidas y, además,  ha  invocado  tanto  la  distinción entre disposición y norma, como la teoría  del  derecho  viviente,  para  justificar la procedencia de su demanda. La Corte  estima  que  los  reseñados  aspectos  acreditan  que  en este caso nada impide  reiterar  que  la  acción  pública  de inconstitucionalidad también puede ser  intentada  en contra de interpretaciones judiciales de las leyes, tal como lo ha  considerado  en  otros  casos,  con  fundamento  en  la simple invocación de la  distinción  entre  disposición  y  norma  y  del  derecho viviente13.   

El   concepto  de  la  violación  y  los  requisitos de los cargos de inconstitucionalidad   

18.  Sin  embargo, conviene precisar que el  hecho  de admitir el ejercicio de la acción pública de inconstitucionalidad en  contra  de  interpretaciones  judiciales  de  las  leyes  no  es suficiente para  desencadenar  el  juicio  de  constitucionalidad,  pues  la  realización  de la  confrontación  en  que  consiste el juicio depende de que el demandante exponga  las  razones  por las cuales estima que la interpretación judicial objeto de su  cuestionamiento  es  contraria  a  la  Constitución  y de que esas razones sean  idóneas  para  suscitar el análisis material de la cuestión y el consiguiente  pronunciamiento de fondo.   

Esa  carga  corresponde  al demandante y no  puede  ser  trasladada  a  la  Corte, porque el control sobre la interpretación  judicial  de  las leyes no es oficioso y necesita del ruego ciudadano respaldado  por  la  exposición  de  motivos  de  inconstitucionalidad  que, conforme se ha  expuesto,  en  eventos  como  el  presente  han  de plantearse con rigurosidad y  profundidad  mayores  que  las exigidas tratándose de las demandas incoadas con  base en la lectura que el actor haga de los textos legales.   

19.  Con  insistencia la Corte ha señalado  que  todo cargo de inconstitucionalidad resulta idóneo para dar lugar al juicio  solicitado  a  la  Corte,  siempre que el actor ofrezca razones claras, ciertas,  específicas,     pertinentes    y    suficientes14,   pero   la   Corporación  también  ha  puntualizado  que  en  relación  con  las demandas presentadas en  contra   de   interpretaciones   judiciales   “esos  requisitos  se  mantienen  inalterados,  aunque  con  un  enfoque  algo  diferente” que se explica por la  exigencia  de  una  “mayor  carga argumentativa”15.   

La   pertinencia   de   los   cargos   de  inconstitucionalidad   

20.  Según lo expresado, en buena parte de  las  intervenciones  y  en  el  concepto del Procurador General de la Nación se  indica  que la demanda que ahora ocupa la atención de la Corte no estructura un  auténtico  cargo  de  inconstitucionalidad,  puesto  que el asunto planteado se  reduce  a  un  debate  estrictamente  legal  y  por completo extraño al control  constitucional encomendado a esta Corporación.   

21. Tanto los intervinientes que así opinan  como  el  Procurador  sostienen  que  la  acusación  incumple  el  requisito de  pertinencia  que,  según  decantada  jurisprudencia de la Corte, es “elemento  esencial”  de  las  razones  consignadas  en las demanda, dado que el reproche  formulado  “debe ser de naturaleza constitucional” y plantear “al menos un  problema”  que,  a  la  luz  de  los  contenidos  superiores  del ordenamiento  jurídico,     tenga     evidente     relevancia16.   

Los argumentos “que se limitan a expresar  puntos   de  vista  subjetivos”,  del  tipo  de  aquellos  que,  en  lugar  de  proyectarse  sobre el contenido de la disposición, pretenden la utilización de  la  acción  pública  “para resolver un problema particular, como podría ser  la  indebida  aplicación  de  la  disposición  en  un  caso específico”, no  satisfacen  el  requisito  de  pertinencia  y  tampoco  “los argumentos que se  formulan  a  partir de consideraciones puramente legales y doctrinarias” o los  que,  apoyándose  en análisis de conveniencia, califican la disposición “de  inocua,  innecesaria  o  reiterativa, a partir de una valoración parcial de sus  efectos”17.   

21.  El  requisito  de  pertinencia que, en  suma,  descarta  las  razones “de orden legal, personal, doctrinal o de simple  conveniencia”18,    adquiere    especiales  connotaciones  en  el  caso  de las demandas contra interpretaciones judiciales,  como  que  “la  jurisprudencia  de  esta  Corporación ha sido particularmente  cuidadosa”19   al   examinarlo,  a  fin  de  mantener  al  máximo  juez  de  la  constitucionalidad  dentro  del  marco  de sus competencias y de evitar que, sin  las  cautelas  requeridas,  incida en “la resolución de debates suscitados en  torno  al  proceso  de  aplicación  o  interpretación de la ley”20  o  lleve a  cabo  una “corrección hermenéutica de las decisiones judiciales que fijan el  sentido         de        las        leyes”21.   

El  requisito  de  pertinencia y la demanda  examinada   

22.  Así las cosas, en razón del especial  cuidado  con  que  se  debe  examinar  si  la demanda encaminada a cuestionar la  constitucionalidad  de  una  interpretación  judicial  de la ley cumple o no el  requisito  de  pertinencia,  en  esta  oportunidad  la  Corte  se  atendrá a la  estructura  que  el  demandante  ha  utilizado  para  presentar  sus  argumentos  contrarios  a  la  validez  constitucional  de la interpretación que la Sala de  Casación  Penal  de  la Corte Suprema de Justicia ha hecho, con base en algunos  apartes  de  los  artículos  340  y  345  de la Ley 599 de 2000, por la cual se  expidió el Código Penal.   

23.  El  concepto  de  la  violación está  integrado  por  varios  apartados  y  el  primero  de ellos lo dedica al actor a  exponer  el alcance que, en su criterio, se les ha de conferir al inciso segundo  del  artículo  340 y al artículo 345 del Código Penal. Según la opinión del  demandante,  ese alcance fue uno de conformidad con la redacción original de la  ley  599  de  1999  y  varió  en virtud de la modificación introducida por los  artículos  19  y  16  de  la  Ley 1121 de 2006, modificación que les otorga su  sentido actual.   

Como  se ha indicado, el demandante asevera  que,  en  su  versión original, el Código Penal vigente tipificaba la conducta  consistente  en  concertarse  para organizar, promover, armar o financiar grupos  armados  al  margen  de la ley y que esta conducta dejó de ser típica a partir  de  la expedición de la Ley 1121 de 2006, cuyo artículo 19 modificó el inciso  segundo  del  artículo  340,  para  incluir,  en su lugar, la tipificación del  acuerdo  o  convenio  para el financiamiento del terrorismo y la administración  de recursos relacionados con actividades terroristas.   

En cuanto hace al artículo 345 del Código  Penal,  el ciudadano Osuna Patiño afirma que la modificación introducida en su  texto  por  el  artículo  16 de la Ley 1121 de 2006 conduce a entender que cada  uno  de los verbos rectores denota una especial forma de financiar o administrar  recursos  de  grupos terroristas, motivo por el cual lo efectivamente tipificado  es  la  organización,  apoyo,  mantenimiento,  financiamiento  o  sostenimiento  “económico”,  mas  no  otras  conductas  que  carezcan  de  la connotación  económica   incorporada   por   la   reforma   respecto  de  todos  los  verbos  rectores.   

24.  A este primer apartado del concepto de  la  violación  sigue otro que el actor destina a comentar la interpretación de  la  Sala  de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia. Según la demanda,  con  base  en los dos artículos mencionados la Corte Suprema considera que aún  subsiste  como  delito el concierto para promover grupos armados al margen de la  ley,  fuera  de  lo  cual esa Corporación emplea la referencia que el artículo  340  hace  del  financiamiento  del  terrorismo y la administración de recursos  relacionados  con  las  actividades terroristas a fin de extender el alcance del  concierto  para  delinquir  agravado  a  la totalidad de los verbos rectores del  artículo 345.   

25.  En  el planteamiento que el demandante  consigna  en  los dos apartados que se acaban de resumir se advierte un evidente  contraste  entre  dos  interpretaciones  de  los  segmentos  destacados  de  los  artículos   340   y   345   del   Código  Penal.  Mientras  que  una  de  esas  interpretaciones  la  formula  el  actor, la otra es la interpretación judicial  cuya  declaración  de  inconstitucionalidad  se pretende y ambas lecturas giran  alrededor  del  alcance  que  ha  de  conferírsele  a  los referidos artículos  después  de  la  modificación  efectuada  por los artículos 19 y 16 de la Ley  1121 de 2006.   

26.  El alcance de la aludida modificación  es,  en  consecuencia,  el  objeto de la disputa, que se ha planteado en sede de  control  de  constitucionalidad  por  la  sencilla  razón  de  que  una  de las  interpretaciones  sobre  ese  alcance,  la  proveniente  de  la Corte Suprema de  Justicia,  es estimada contraria a la Constitución y es objeto de la demanda de  inconstitucionalidad.   

27.  Así  pues,  de  conformidad  con  la  estructura  del escrito de demanda, la inconstitucionalidad que se propone sólo  resulta  posible  a condición de que el alcance de los artículos 340 y 345 del  Código  Penal,  en  su redacción actual fijada por la Ley 1121 de 2006, sea el  que   le   atribuye   el   actor   en  la  primera  parte  del  concepto  de  la  violación.   

28.  En las anotadas condiciones, según el  análisis  plasmado en el libelo demandatorio, la Corte tendría que ocuparse de  verificar   que  la  lectura  presentada  por  el  demandante  efectivamente  se  desprende  del  tenor actual de los artículos 340 y 345 del Código Penal, pero  ello  no  es  posible sin adelantar un proceso de interpretación que, a primera  vista,   involucra   la   dilucidación   de  varios  aspectos,  no  exentos  de  complejidad.   

En efecto, la Corte debería establecer si,  en  realidad,  se  produjo  la  derogación  del  concierto para promover grupos  armados  al  margen  de  la  ley  y,  de  conformidad  con  lo  señalado  en la  intervención  de  la  Academia  Colombiana  de  Jurisprudencia,  tal  análisis  involucraría  la fijación del alcance del artículo 28 de la Ley 1121 de 2006,  relativo  a su vigencia, así como la determinación de si la modificación a la  cual  se  alude  en  ese  artículo  comporta  la  derogación, no mencionada en  ninguna de sus partes, o es incompatible con ella.   

29.  Con  facilidad  se  observa que, hasta  aquí,  el  análisis  propuesto en la demanda se mantiene dentro de coordenadas  estrictamente  legales y, por lo tanto, todavía no aparecen las consideraciones  de   orden   constitucional  que  sustenten  la  solicitud  de  declaración  de  inconstitucionalidad  formulada,  motivo  por  el cual, en lugar de emprender el  estudio  de  índole  legal  planteado  en  la  primera parte del concepto de la  violación,  es  menester precisar si en los apartados siguientes existen cargos  idóneos  respecto  de  la  interpretación  judicial cuya constitucionalidad se  cuestiona.   

30. La anotada precisión es indispensable,  pues,   de   conformidad   con  lo  apuntado,  cuando  en  acción  pública  de  inconstitucionalidad    se    demanda    una   interpretación   judicial,   tal  interpretación   ha   de   ser   el   objeto  de  cuestionamiento  por  motivos  constitucionales,  ya que, igualmente, es el objeto del juicio adelantado por la  Corte y del pronunciamiento que emita la Corporación.   

En concordancia con lo anterior, los cargos  de  inconstitucionalidad deben recaer directamente sobre la interpretación cuya  separación  del  ordenamiento  se pretende, puesto que, como lo ha reiterado la  Corte  en su jurisprudencia, en tal hipótesis no se efectúa “un juicio sobre  la  corrección  hermenéutica  de  las interpretaciones judiciales, sino que su  pronunciamiento  recae,  exclusivamente, sobre un contenido normativo, aquel que  resulta  del  proceso  de  interpretación  o  aplicación  de  la  ley  por los  operadores       jurídicos      autorizados”23.   

31.   Además,   la   importancia  de  la  formulación  de  cargos  directos  de  inconstitucionalidad  en  contra  de  la  interpretación  cuestionada  radica  en  que  se  debe  demostrar  el carácter  irrazonable  de  la hermenéutica acusada de contrariar la Carta, porque, según  lo   ha   enfatizado   la   Corporación,  son  las  “aplicaciones  normativas  irrazonables  que  desborden el marco jurídico que fija la Constitución” las  que   “en   un   Estado   de   Derecho   no   pueden  subsistir”24, por cuanto  “la  autonomía  que  la  Corte reconoce a la interpretación legal o judicial  tiene  como  límite  la  arbitrariedad  e  irrazonabilidad  de  sus respectivos  resultados”  y  el  control de constitucionalidad es “una vía expedita para  reivindicar  el  verdadero  alcance de la ley y de su validez frente a la Carta,  cuando  a la luz del derecho viviente ésta entra en contradicción con el texto  superior”25.   

32. En el caso que ahora se examina, según  el  demandante,  la  Sala  de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia al  estimar  que “con la modificación introducida al inciso 2º del artículo 340  del  Código  Penal  (el  legislador)  no suprimió el concierto para organizar,  promover,  armar  o  financiar  grupos  armados  al  margen  de la ley, sino que  englobó  esas  conductas en el nomen iuris   del   tipo  penal  que  les  dio  autonomía,  es  decir,  el  de  financiación  del  terrorismo  y  administración  de recursos relacionados con  actividades  terroristas”,  así  como  al  reiterar esa comprensión en otras  providencias,   incurrió  en  un  protuberante  error  que  se  traduce  en  la  inconstitucionalidad  de  la  interpretación por vulneración de los principios  de   tipicidad   y   favorabilidad   y,   por   consiguiente,  de  la  garantía  constitucional del debido proceso.   

33.  En la tercera parte del concepto de la  violación  el  actor  explica  que  la  orientación  jurisprudencial impugnada  desborda  el  marco  de  interpretación,  al  sancionar  conductas “a las que  supuestamente  se  refiere  el  tipo  penal” y al hacerlo “por remisión”,  pues,  de  tal  modo,  la  Sala  de  Casación  Penal  “creó  un  tipo  penal  consistente  en  el concierto para promover grupos armados organizados al margen  de  la  ley,  a  partir  de  una  lectura  conjunta  e  inconstitucional  de los  artículos 340, inciso 2º y 345 del Código Penal”.   

El  demandante  estima que, adicionalmente,  “la  supuesta  remisión”  que  el artículo 340 haría al artículo 345 del  Código   Penal   incumple  los  requisitos  propios  de  “los  tipos  penales  abiertos”  y, en particular, el consistente en que la descripción básica del  comportamiento  no  puede  confiarse al complemento, pues “la conducta punible  de  promoción de grupos organizados al margen de la ley estaría definida en la  norma complementaria y no en el tipo original”.   

Añade  el demandante que “en caso de que  la  Corte Constitucional descartara el anterior argumento” y concluyera que el  artículo  340  extiende  el  alcance  del concierto para delinquir a los verbos  rectores  incluidos  en  el  artículo  345  “deberá  concluir,  en  aras  de  salvaguardar  el principio de taxatividad y el derecho al debido proceso, que el  concierto  para  promover  tales organizaciones, únicamente estaría tipificado  en  relación  con  el  aporte de dinero o bienes, o la toma de decisiones sobre  los recursos económicos”.   

En  lo  atinente  al  desconocimiento  del  principio  de  favorabilidad,  el  libelista  apunta  que al devenir atípico el  concierto  para  promover  grupos  armados  al margen de la ley, en virtud de la  entrada  en  vigencia  de  la  Ley  1121  de  2006,  necesariamente “habrá de  aplicarse”  el artículo 340 del Código Penal en la forma como fue modificado  por  la  mencionada  ley,  dado  que es posterior a la actuación de quienes han  sido  condenados  porque  concertaron para promover grupos organizados al margen  de  la ley y es aplicable “en cuanto excluyó la conducta referida del tipo de  concierto para delinquir agravado”.   

34.  Nuevamente se advierte que el actor le  propone  a  la  Corte la interpretación de la preceptiva que ha servido de base  al  significado que él juzga inconstitucional, lo cual, en este caso, llevaría  a  que  la  Corte  revisara,  con  criterios  estrictamente  legales, el proceso  interpretativo  cumplido  por  la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de  Justicia,  a  fin  de  determinar  que  el  resultado  de  su interpretación no  corresponde  a  lo  previsto en la Ley 1121 de 2006 que modificó los artículos  340 y 345 del Código Penal.   

No de otro modo se explica que en la demanda  se  manifieste que si la Corte Constitucional llega concluir que, en lugar de la  interpretación  suministrada  por  el actor, efectivamente el artículo 340 del  Código  Penal  vigente extiende el alcance del concierto para delinquir a todos  los  verbos  rectores  incluidos  en el artículo 345 de la misma codificación,  esta  Corporación  debería  concluir que el concierto previsto en el artículo  345  únicamente  se  refiere  al  aporte de dinero o bienes o a la adopción de  decisiones sobre los recursos económicos.   

De  seguir  la metodología propuesta en la  demanda,  además  de  otros  aspectos  que no viene al caso mencionar, la Corte  tendría  que  ocuparse  de determinar si la mención que del financiamiento del  terrorismo  y  de  la  administración  de recursos relacionados con actividades  terroristas  contiene  el artículo 340 del Código Penal implica un reenvío al  artículo  345,  si  se  trata de un tipo penal abierto, si la posible remisión  cumple  con  los requisitos de los tipos penales abiertos, o si, como lo sugiere  uno  de  los  intervinientes,  cabe  diferenciar  entre  las remisiones hechas a  disposiciones  que no son de índole penal y las que se hacen a otros artículos  del Código Penal.   

35.  Ahora  bien,  el  demandante  aduce la  vulneración  de  los  principios de tipicidad o taxatividad y de favorabilidad,  así  como  el  consecuente  quebrantamiento  del debido proceso, pero el examen  atento  de  la  demanda  permite  afirmar  que  la vulneración de los preceptos  constitucionales  que los contienen sólo se configuraría a condición de que a  los  artículos 340 y 345 del Código Penal se les atribuyera la interpretación  que   el   actor   presenta   en   la   primera   parte   del   concepto  de  la  violación.   

Así, refiriéndose a la interpretación de  la  Corte  Suprema,  de conformidad con la cual con la modificación introducida  por  la  Ley 1121 de 2006 el concierto para promover grupos armados al margen de  la  ley no ha desaparecido, el demandante apunta que nada hay “más alejado de  la  realidad”,  pues “tal como se analizó en el anterior acápite, a partir  de  2006,  dicha conducta tal como fue tipificada originalmente desapareció del  listado  de  delitos,  ya  no constituye ilícito alguno” y, más adelante, al  sustentar  la  violación  del  principio  de  legalidad,  insiste  en que “el  artículo  19 de la Ley 1121 de 2006, extrajo la conducta “Cuando el concierto  sea  para  (…)  promover (…) grupos armados al margen de la ley” del texto  original  del  artículo  340,  inciso  2  de la Ley 599 de 2000 y, en su lugar,  introdujo  “o  financiamiento  del  terrorismo  y  administración de recursos  relacionados  con  actividades  terroristas”,  lo  cual,  “sin  duda  alguna  implica  que  la  primera  conducta, hoy por hoy, es atípica y sin embargo, con  fundamento  en ésta, la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia  profiere sentencias condenatorias”.   

La pretendida vulneración de los principios  de  tipicidad y favorabilidad surgiría, entonces, de una comparación entre dos  interpretaciones   de  los  artículos  340  y  345  en  la  forma  como  fueron  respectivamente  modificados  por los artículos 19 y 16 de la Ley 1121 de 2006,  una  de  las  cuales  es  proporcionada  por  el  actor,  mientras  que  la otra  corresponde  a  la  lectura  efectuada  por  la  Corte Suprema de Justicia, cuya  declaración de inconstitucionalidad se solicita.   

36.    En   otros   términos,   a   la  inconstitucionalidad  de  la  interpretación  que  ha hecho la Corte Suprema de  Justicia  se  pretende  llegar por intermedio de otra interpretación de la ley,  que  es  la inicialmente planteada por el demandante. De allí se desprende, con  nitidez,  que  no  hay  cargo  directamente  formulado,  pues,  en  realidad, la  acusación  no  versa sobre la interpretación cuya separación del ordenamiento  se  pide,  sino  que  se  busca  su  desplazamiento  por otra lectura de la ley,  asumida  como  correcta  y a tal grado ajustada a la Constitución que, incluso,  sería     susceptible    de    cumplir    el    papel    de    parámetro    de  constitucionalidad.   

37.  La  Corte  estima  que  el  criterio  determinante  para establecer la constitucionalidad o la inconstitucionalidad de  una  específica  interpretación  de  la  ley  no  es  la  existencia  de  otra  interpretación  legal,  sino  su  comparación  directa  con  la Constitución,  comparación  que  no se puede evadir y menos tratándose de una interpretación  de  los  jueces,  pues,  como  se  ha  expuesto,  en tal evento el actor se debe  esmerar  por  presentar  fuertes  razones  de  contradicción  con  la  Carta  y  demostrar  que  el significado judicialmente atribuido es, en sí mismo y no por  referencia  a  otro  significado,  tan  arbitrario  e  irrazonable  que  no cabe  conciliarlo con la autonomía y la independencia de los jueces.   

38.  Ciertamente,  a  propósito  de  las  demandas  de  inconstitucionalidad  en contra de interpretaciones judiciales, la  Corte  ha  señalado  que  “si  una preceptiva legal puede ser interpretada en  más  de  un  sentido  por  parte  de las autoridades judiciales que tienen a su  cargo  la  interpretación  de  la  ley,  y  alguna  de  ellas entra en aparente  contradicción  con  los valores, principios, derechos y garantías que contiene  y  promueve  la  Constitución  Política,  corresponde  a la Corte adelantar el  respectivo  análisis de constitucionalidad con el fin de establecer cuál es la  regla  normativa  que,  consultando  el  espíritu  del precepto, en realidad se  ajusta   o   se  adecua  a  la  Carta  Política”26.   

Aún cuando una aproximación apresurada al  anterior  párrafo  podría  dar  lugar a pensar que cabe adelantar el juicio de  constitucionalidad  de  conformidad con la metodología propuesta en la demanda,  ya  que,  al  fin y al cabo, se presentan dos interpretaciones, una asumida como  constitucional  y  otra  cuya  declaración de inconstitucionalidad se busca, la  Corte  considera que el alcance de la doctrina citada no autoriza que se declare  la  inconstitucionalidad  de una interpretación con base en la comparación que  de   ella   se   haga   con   otra  interpretación  de  la  ley  y  no  con  la  Constitución.   

En efecto, en contra del rigor que se exige  del  concepto  de  la  violación,  extremadamente  sencillo  sería suscitar el  juicio  de constitucionalidad mediante el simple recurso consistente en oponer a  una  interpretación judicial de una ley cualquier otro significado de esa misma  ley,  incluso  uno  descabellado,  y  aducir,  de  entrada  y  como  una premisa  inamovible  e  incontrastable,  que  ese  es  el  significado  correcto  y no el  judicial  que,  además,  sería  inconstitucional  por  contradecir la peculiar  lectura aportada por el demandante.   

39.  No  es suficiente, entonces, la simple  oposición  de  una  interpretación de la ley a otra atribuida a la misma ley y  tampoco  cabe  escudarse  en  esa  oposición  para  omitir  la aducción de las  razones  de  índole constitucional respecto de la interpretación judicial cuya  declaración  de inconstitucionalidad se solicita, porque, según lo anotado, la  constitucionalidad  o,  en  su  caso, la inconstitucionalidad se predica de cada  interpretación  de  la  ley  y  ni  la  contradicción ni la conformidad con la  Carta   surgen  de  la comparación entre las diversas lecturas de un mismo  precepto  legal,  sino  de  la  comparación de cada una de esas lecturas con la  Constitución.   

40. La sentencia interpretativa ilustra muy  bien   la   anterior   afirmación,   pues,  ante  las  distintas  posibilidades  interpretativas   de  una  misma  disposición  legal,  sólo  a  partir  de  la  confrontación  de  cada  lectura  en  particular con los contenidos de la Carta  resulta  viable  afirmar  que  unos significados se avienen a la Constitución y  que otros significados son inconstitucionales.   

Nótese  que,  aún  cuando derivadas de un  mismo  precepto,  las  distintas interpretaciones son autónomas y separables la  una  de  la otra y que la inconstitucionalidad de algunas de ellas no depende de  que  haya  otras lecturas ajustadas a la Carta, sino de la circunstancia de que,  al   ser   comparadas   con   la  Carta,  se  comprueba  la  existencia  de  una  contradicción   que   no   se   presenta   en   el   caso   de   las   lecturas  constitucionales27.   

No  hay,  pues,  comparación  entre  las  distintas  lecturas  de  la  ley,  ya  que  la  situación  de cada una de ellas  respecto  de  la  Constitución  no  está  determinada por su relación con las  otras  lecturas,  sino  por el resultado de la respectiva confrontación con los  contenidos   superiores,   resultado   que,   en   últimas,  determina  cuáles  significados  se mantienen dentro del ordenamiento y cuáles deben ser separados  de            ese            ordenamiento28.   

41. Así las cosas, siempre que se pretenda  la  declaración  de  inconstitucionalidad de una interpretación judicial de la  ley,    el   concepto   de   la   violación   ha   de   contener   razones   de  inconstitucionalidad  directamente  relacionadas  con la interpretación acusada  de  contrariar  la  Constitución,  pues  la  simple  alegación de que hay otra  interpretación,  supuestamente  constitucional,  nada  demuestra  acerca  de la  situación   de  la  lectura  judicial  frente  a  la  Carta  y  menos  aún  su  inconstitucionalidad  que,  se repite, sólo puede demostrarse con fundamento en  su  directa  confrontación  con la Constitución, ya que, según lo ha estimado  la  Corporación, “aún cuando se demande por la interpretación jurídica que  la  autoridad competente hace de la norma atacada, el actor está obligado, como  en  cualquier  otro  evento, a formular cargos precisos, concretos y directos de  inconstitucionalidad,  pues de lo contrario no se podrá iniciar un juicio sobre  el         fondo         del        asunto”29.   

42.  Conforme  lo señaló la Corte en otra  oportunidad,  cuando en ejercicio de la acción pública de inconstitucionalidad  se  demanda  una  interpretación  y  el  punto de partida de la demanda es otra  interpretación  suministrada  por  el  accionante, la Corporación no tiene por  qué  asumir  esa  interpretación  de  manera  perentoria,  ni está obligada a  tenerla  por  constitucional  o  a emprender su análisis para determinar si esa  particular  lectura  se  ajusta  o no a la Carta, pues es el actor quien “debe  brindar   los   elementos  de  juicio  necesarios  para  no  trasladar  al  juez  constitucional  la  labor de revisar la totalidad del ordenamiento legal, con el  fin  de  establecer  si  una  determinada  interpretación es posible (o la más  posible)”30.   

43. Los elementos de juicio que debe aportar  el   demandante  han  de  versar,  ante  todo,  sobre  la  interpretación  cuya  declaración  de inconstitucionalidad se solicita y más aún si se trata de una  interpretación  judicial,  pues  el  análisis  de  su eventual arbitrariedad o  irrazonabilidad  no  puede  hacerse  al  margen  de las razones que sustentan la  interpretación  del  órgano  judicial  que  la ha adoptado y, por lo tanto, lo  menos  que  se  espera  del  demandante  es  que  controvierta,  con  argumentos  constitucionales,  las  razones  que  sirven  de  soporte  a  la interpretación  cuestionada  o que demuestre que, en definitiva, no existen tales razones o que,  desde una perspectiva constitucional, son evidentemente infundadas.   

44. Al revisar las providencias que el actor  adjuntó  a  la  demanda, la Corporación observa que la Sala de Casación Penal  de   la  Corte  Suprema  de  Justicia  ha  fundado  en  distintos  criterios  la  interpretación  que  ahora  se  controvierte.  En  ese sentido, por ejemplo, ha  estimado  que  “la  modificación  introducida al inciso 2º del artículo 340  del  Código  Penal  no suprimió el concierto para organizar, promover, armar o  financiar  grupos  armados al margen de la ley, sino que englobó esas conductas  en  el  nomen  iuris del tipo  penal  que  les  dio  autonomía, es decir, el de financiación del terrorismo y  administración   de   recursos  relacionados  con  actividades  terroristas”,  denominación  que “no es determinante de la atipicidad de los comportamientos  porque  no  integra  la  definición  típica  sino  que  es apenas una guía de  interpretación”31.   

45.  En  suma,  como  se  destaca  en  la  intervención  presentada  a nombre de la Corporación Nuevo Arco Iris, la Corte  Suprema  de  Justicia  ha  justificado  su  posición  valiéndose de argumentos  históricos  y  de  otros  provenientes  del proceso formativo de la Ley 1121 de  2006,  de  referencias  al  derecho internacional y a los compromisos adquiridos  por   el   Estado   colombiano,  así  como  de  interpretaciones  gramaticales,  sistemáticas         o         teleológicas34  y,  a  pesar  de  ello,  el  demandante  se  limita  a  fundar  su  cuestionamiento  en la comparación de la  hermenéutica  judicial  con su propia lectura de las disposiciones, sin aportar  razones  de  índole  constitucional que apunten directamente a controvertir las  razones  que  sustentan  la  interpretación de la Corte Suprema, a demostrar el  carácter  irrazonable o arbitrario del significado demandado o a establecer por  qué  esa interpretación desborda el marco de interpretaciones plausibles, como  lo sugiere en otra parte de su demanda.   

46.  El  aportar copia de las sentencias en  las  que  la Corte Suprema ha vertido su lectura, si acaso constituye una simple  constancia  de  las  razones  que  ha  esgrimido la Corte Suprema de Justicia en  apoyo   de   su  interpretación,  mas  no  suple  la  carga  de  argumentación  correspondiente  al  actor  ni  le  impone  a  la Corte la labor de emprender la  revisión  puntual  de la interpretación cuestionada, porque, en supuestos como  el  presente,  el  juez constitucional carece de facultades oficiosas y no puede  reemplazar  al  demandante  en  lo  que  a él le atañe, enmendar sus errores o  construir  los cargos, sin incurrir en el riesgo de desbordar sus competencias y  de  “asumir la doble condición de juez y parte”35.   

47.  Así  pues,  a  falta  de  motivos  de  inconstitucionalidad  directamente  esgrimidos  en  contra de la interpretación  que  la  Corte  Suprema  de  Justicia  ha  hecho de los artículos 340 y 345 del  Código  Penal,  modificados  por  la  Ley  1121  de 2006, queda en claro que el  demandante  pretende demostrar la inconstitucionalidad que alega con base en una  comparación   entre   una   interpretación   particular,   la   suya,   y   la  interpretación  judicial  demandada, con lo cual mantiene la controversia en el  plano  de  la  legalidad  e  incumple el requisito de pertinencia por no aportar  razones dotadas de relevancia constitucional.   

48.  Por  lo  demás,  es  de anotar que el  contraste  entre  las referidas interpretaciones no ha sido ajeno a la actividad  que  la  Corte  Suprema  de  Justicia ha cumplido en ejercicio de sus funciones,  pues  en  los  procesos  que  han  dado lugar a la interpretación demandada los  defensores  de  las  personas implicadas han aducido la atipicidad del concierto  para  promover  grupos  armados  al margen de la ley y, precisamente, la Sala de  Casación  Penal  ha  enunciado  su interpretación en respuesta a la hipótesis  que aboga por la comentada atipicidad de esa conducta.   

Así por ejemplo, en los antecedentes de la  sentencia  proferida  el  16  de  mayo de 2008 dentro del proceso No. 26.470, la  Corte  Suprema  de Justicia hace constar que la defensa adujo que “la conducta  de  concierto  agravado  para  organizar,  promover,  armar  o  financiar grupos  armados  al  margen  de  la  ley  fue  despenalizada por la Ley 1121 de 2006, al  modificar  los  artículos  340  inciso  2º y 345 del Código Penal y consagrar  tanto  la  asociación  criminosa  como  la  conducta  individual  encaminada al  financiamiento  del  terrorismo  y  administración de recursos relacionados con  actividades terroristas, respectivamente”.   

En  la  parte  considerativa  de  la  misma  providencia  se  lee  que  “la  Sala,  en  términos  generales, no discute el  análisis  que desde el punto de vista dogmático realiza el defensor acerca del  tipo   penal  de  concierto  para  delinquir.  Lo  que  si  no  acepta  son  sus  particulares  conclusiones,  tendientes  a  destacar  que  la  Ley  1121 de 2006  despenalizó  el  concierto  para  promover  grupos  armados al margen de la ley  descrito en el artículo 340 del Código Penal”.   

Lo mismo acontece en la sentencia dictada el  1º  de  agosto  de 2008 dentro del proceso No. 26.470, en cuyas consideraciones  aparece  que  “como  quiera  que  previamente  la  defensa (…) cuestionó la  vigencia  del  delito  de  concierto  para  delinquir agravado que se le imputa,  conviene  señalar  que  la  Sala  en  diferentes  decisiones  se  ha ocupado de  precisar  que  esa  conducta permanece vigente, pese a las modificaciones que la  Ley  1121  de  2006  le introdujo a los textos de los artículos 340 y 345 de la  Ley 600 de 2000”.   

49. En las anotadas condiciones, si la Corte  Constitucional   emprendiera   la  realización  del  contraste  entre  las  dos  interpretaciones  relativas  al  alcance  de  las modificaciones operadas en los  artículos  340  y  345  del Código Penal, por los artículos 19 y 16 de la Ley  1121  de  2006  no haría cosa diferente a terciar en un debate de estirpe legal  ya  desarrollado  en  su  sede  natural  y,  si  optara  por  la interpretación  contraria  a  la  de  la Corte Suprema el resultado sería la imposición de una  reorientación  jurisprudencial,  so  pretexto  del  ejercicio  del  control  de  constitucionalidad36.   

50.  Con  acierto  la Corte ha indicado que  cuando  se  tramitan  demandas  en  contra  de interpretaciones judiciales no se  trata  de  establecer “el alcance de los dos preceptos acusados”, asunto que  compete  a  la  jurisdicción  respectiva  y  respecto  del cual la Corporación  “tendría  que  declararse  incompetente, sino de efectuar una interpretación  de  ellos  acorde  con  los  principios,  fines  y  valores  que  subyacen en la  Constitución”37,   pero   para   ello   es  indispensable  que  en  la  demanda se exponga de qué manera la interpretación  cuestionada,  que  es  el objeto del control, desconoce esos principios, fines y  valores.   

51.    En   ausencia   de   cargos   de  inconstitucionalidad  directamente  dirigidos  a  cuestionar  la interpretación  judicial   que   se   pide   separar   del  ordenamiento,  una  declaración  de  inconstitucionalidad  no tendría “la finalidad primordial de hacer prevalecer  los  dictados  constitucionales  o  de  depurar el ordenamiento de disposiciones  legales  susceptibles  de  albergar  contenidos  reñidos con la Carta, sino que  únicamente  cumpliría  el propósito de resolver una disputa legal mediante el  desplazamiento  de  una  de  las posibles lecturas de la disposición censurada,  seguido  de  la  aplicación  del sentido que se estima apropiado”38.   

Semejante proceder desconocería la índole  del  juicio  de  constitucionalidad  que  “se  fundamenta  en  la necesidad de  establecer  si  realmente  existe una oposición objetiva y verificable entre el  contenido  de  la  ley  y  el texto de la Constitución Política”39     y  desvirtuaría,  además, las características del control ejercido por la Corte,  pues  versaría  sobre  la aplicación de la ley y tendría por finalidad juzgar  si la aplicación que se ha hecho es debida o indebida.   

52.  El  control  sobre  interpretaciones  judiciales  de  las  leyes  ha de cumplirse de un modo tal que pueda conciliarse  con  los rasgos característicos del control de constitucionalidad instaurado en  Colombia,  que  no  es  control  de  la  aplicación  de  la  ley ni instrumento  orientado  a  producir  una  eventual  corrección de problemas suscitados en la  praxis                    judicial40,  corrección  que, incluso,  cabría  intentar ante la autoridad competente y de conformidad con las reglas y  oportunidades  procesales  establecidas  para  cada  tipo  de  procesos,  mas no  mediante      el      ejercicio      de      la      acción     pública     de  inconstitucionalidad41.   

53.  La  solución,  en  sede de control de  constitucionalidad,  de  debates  surgidos a propósito de la interpretación de  la  ley,  también afectaría el carácter abstracto del control, carácter que,  de  una parte, limita la posibilidad de enjuiciar la aplicación de la ley y, de  otra,  indica  que  el  juicio  ha  de  proponerse y realizarse, “al margen de  cualquier  litigio concreto, ya que cualquier ciudadano puede demandar cualquier  ley,  aún cuando ésta no lo afecte directamente”42.   

Ciertamente, la Corte ha considerado que del  carácter  abstracto  del  control  de  constitucionalidad  no  cabe  inferir la  incompetencia  de  la  Corporación  para  enjuiciar  “interpretaciones de los  funcionarios  judiciales”,  pero  también  ha advertido que ese es uno de los  rasgos     que     contribuye     a    mostrar    “que    ese    control    es  excepcional”43  y  que,  por  lo  tanto, no  puede  ser  extendido  al  punto  de  tornarlo  en  mecanismo  de resolución de  conflictos  legales  suscitados  a  raíz  de  la aplicación de la ley en casos  concretos  y sin que se aduzcan los motivos de inconstitucionalidad que permitan  entrar al análisis de la hermenéutica controvertida.   

Ya la Corte ha advertido que también “la  pertinencia  hace  referencia  a  las  características  propias  de  la acción  pública  de inconstitucionalidad que deben ser respetadas por el actor, como es  que  se trata de un proceso de control abstracto y no de un proceso concreto con  efectos  inter  partes,  por  lo  cual  no  son de recibo argumentos dirigidos a  resolver  conflictos  personales  sustentados  en  razones egoístas o meramente  subjetivas”44.   

Otros   requisitos   de   los  cargos  de  inconstitucionalidad y la demanda examinada   

54.  La  demanda  que  ahora  se examina no  cumple,  pues,  el  requisito de pertinencia y tampoco otros que, conforme se ha  anotado,  deben  cumplir  los  cargos  de inconstitucionalidad para dar lugar al  examen de la cuestión de fondo.   

55.   En   efecto,   tratándose  de  las  acusaciones  dirigidas  en  contra  de interpretaciones judiciales de la ley, la  Corte  ha  indicado  que  el  requisito  de  especificidad  se cumple cuando las  razones  de  inconstitucionalidad  son  puntuales  y  recaen  sobre el contenido  normativo  cuyo  alcance  específico  ha  sido  fijado  por  la interpretación  acusada,  pero no sobre la base de argumentos vagos, indeterminados, indirectos,  abstractos            y           globales45.   

Si,  como  se ha explicado, la solicitud de  inconstitucionalidad  no  se  funda  en  razones  directamente sustentadas en la  interpretación  cuestionada,  sino que se busca su separación del ordenamiento  con  base en su comparación con otra interpretación de la ley, es evidente que  las  razones  esgrimidas  no  recaen  “sobre uno de los contenidos de la norma  sometida  a  examen:  el  que surge de la interpretación que en sentido general  hace       la      autoridad      competente”46  y  que, en consecuencia, se  incumple el requisito de especificidad.   

56.   En  lo  atinente  al  requisito  de  suficiencia,  la Corporación ha señalado que en el caso de cuestionamientos de  interpretaciones   judiciales   “exige   aportar  los  elementos  fácticos  y  argumentativos  para  demostrar que la interpretación no sólo existe, sino que  plantea     una     verdadera     problemática    constitucional”47 y si bien en  el  presente evento la demanda identifica la interpretación objeto de reproche,  no  puede  decirse  que en relación con esa interpretación esté demostrada la  existencia  de  un  problema  constitucional,  dado  que no fueron aportadas las  razones  que  sustenten  esa afirmación, tornándose evidente que los cargos no  son suficientes.   

57.  En  cuanto al requisito de certeza, la  Corte  ha  expuesto  que la demanda en contra de una interpretación judicial lo  incumple,  entre  otros  supuestos,  cuando  la hermenéutica acusada no conduce  “a  las  implicaciones  reprochadas,  sino  que  responden  a una proposición  jurídica     inferida     por     el    actor”48,   lo  cual  sucede  en  la  demanda   examinada,   por   cuanto   el   actor  no  logró  demostrar  que  la  interpretación  de  la  Corte  Suprema  de  Justicia  tiene  como  consecuencia  inexorable  la  creación “jurisprudencial” de un delito, la sanción de una  conducta  que  ya  no  está  tipificada  o  el desconocimiento del principio de  favorabilidad,   todo   lo   cual   lo   deriva  la  demanda  de  la  particular  interpretación  del  libelista,  mas  no  de  la  interpretación supuestamente  inconstitucional, cuyos fundamentos no fueron controvertidos.   

Así las cosas, se impone la inhibición de  la  Corte,  pues  la  demanda,  en lugar de suscitar una duda, siquiera mínima,  sobre   la   inconstitucionalidad  de  la  interpretación  acusada,  genera  la  convicción  de  que, como en otros casos similares, en el ahora analizado no se  puede  pretender  que  sea “el órgano encargado de la guarda y supremacía de  la  Constitución,  en  ejercicio  del  control abstracto de constitucionalidad,  quien   dirima   asuntos   particulares  y  concretos,  pues  ello  conlleva  la  desnaturalización   de  esta  acción  pública”49.   

VII. DECISION  

En  mérito  de  lo  expuesto,  La  Corte  Constitucional,  administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la  Constitución,   

RESUELVE:  

DECLARARSE    INHIBIDA    para  proferir  fallo  de  mérito,  por  ineptitud sustancial de la  demanda.   

NILSON PINILLA PINILLA  

Presidente  

Ausente con Excusa  

MARIA VICTORIA CALLE CORREA  

Magistrada  

MAURICIO GONZALEZ CUERVO  

Magistrado  

Impedimento Aceptado  

JUAN CARLOS HENAO PEREZ  

Magistrado  

GABRIEL EDUARDO MENDOZA MARTELO  

Magistrado  

JORGE IVAN PALACIO PALACIO  

Magistrado  

JORGE IGNACIO PRETELT CHALJUB  

Magistrado  

HUMBERTO ANTONIO SIERRA PORTO  

Magistrado  

LUIS ERNESTO VARGAS SILVA  

Magistrado  

MARTHA     VICTORIA     SACHICA     DE  MONCALEANO   

Secretaria General    

1 Cfr.  Corte  Constitucional,  Sentencia  C-187  de 2008. M. P. Humberto Antonio Sierra  Porto.   

2 Cfr.  Corte  Constitucional,  Auto  No.  103  de  2005.  M. P. Humberto Antonio Sierra  Porto.   

3 Cfr.  Corte  Constitucional,  Sentencia  C-802  de  2008.  M.  P.  Clara  Inés Vargas  Hernández.   

4 Cfr.  Corte  Constitucional,  sentencia  C-496  de  1994.  M.  P.  Alejandro Martínez  Caballero.   

5 Cfr.  Corte  Constitucional,  Sentencia  C-802  de  2008.  M.  P.  Clara  Inés Vargas  Hernández.   

6  Ibídem.   

7 Cfr.  Corte  Constitucional,  Auto  No.  103  de  2005.  M. P. Humberto Antonio Sierra  Porto.   

8 Cfr.  Corte  Constitucional,  Auto  No.  196  de  2005.  M.  P.  Marco  Gerardo Monroy  Cabra.   

9 Cfr.  Corte   Constitucional,   Sentencia   C-207  de  2003.  M.  P.  Rodrigo  Escobar  Gil.   

10 Cfr.  Corte  Constitucional,  Sentencia  C-496  de  1994.  M.  P.  Alejandro Martínez  Caballero.   

11  Cfr.  Corte  Constitucional, Auto No. 103 de 2005. M. P. Humberto Antonio Sierra  Porto.   

12  Cfr.  Corte  Constitucional,  Sentencia C-557 de 2001. M. P. Manuel José Cepeda  Espinosa.   

13  Cfr.  Corte  Constitucional,  Sentencia  C-426  de  2002.  M. P. Rodrigo Escobar  Gil.   

14  Cfr.  Corte  Constitucional, Sentencia C-1052 de 2001. M. P. Manuel José Cepeda  Espinosa.   

15  Cfr.  Corte  Constitucional,  Sentencia  C-802 de 2008. M. P. Clara Inés Vargas  Hernández.   

16  Cfr.  Corte  Constitucional, Sentencia C-1052 de 2001. M. P. Manuel José Cepeda  Espinosa.   

17  Ibídem.   

18  Cfr.  Corte  Constitucional,  sentencia  C-181  de  2005.  M. P. Rodrigo Escobar  Gil.   

19  Cfr.  Corte  Constitucional,  Sentencia  C-802 de 2008. M. P. Clara Inés Vargas  Hernández.   

20  Cfr.  Corte  Constitucional,  Sentencia  C-426  de  2002.  M. P. Rodrigo Escobar  Gil.   

21  Cfr.  Corte  Constitucional,  Sentencia  C.207  de  2003.  M. P. Rodrigo Escobar  Gil.   

22  Cfr.  Corte  Constitucional,  Sentencia  C-802 de 2008. M. P. Clara Inés Vargas  Hernández.   

23  Cfr.  Corte  Constitucional,  Sentencia  C-207  de  2003.  M. P. Rodrigo Escobar  Gil.   

24  Cfr.  Corte  Constitucional,  Sentencia C-048 de 2001. M. P. Eduardo Montealegre  Lynett.   

25  Cfr.  Corte  Constitucional,  Sentencia  C-426  de  2002.  M. P. Rodrigo Escobar  Gil.   

26  Cfr.  Corte  Constitucional,  Sentencia  C-426  de  2002.  M. P. Rodrigo Escobar  Gil.   

27  Cfr.  Corte  Constitucional,  sentencia C-690 de 1996. M. P. Alejandro Martínez  Caballero.   

28 En  la  Sentencia  C-236  de 1997. M. P. Antonio Barrera Carbonell, la Corte estimó  que  el  enjuiciamiento  de  una  norma  legal sólo es posible si se tiene como  punto de referencia la Constitución.   

29  Cfr.  Corte  Constitucional,  Sentencia  C-422  de  2006.  M.  P.  Alvaro  Tafur  Galvis.   

30  Cfr.  Corte  Constitucional,  Sentencia  C-158  de  2007. M. P. Humberto Antonio  Sierra Porto.   

31  Cfr.  Corte  Suprema  de  Justicia,  Sala de Casación Penal, Sentencia de 19 de  diciembre de 2007. Proceso No. 26.118.   

32  Cfr.  Corte  Suprema  de  Justicia,  Sala de Casación Penal, Sentencia de 16 de  mayo de 2008. Proceso No. 26.470.   

33  Véase,  Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, Sentencia del 19 de  diciembre de 2007. Proceso No. 26.118.   

34 La  exposición  de los distintos criterios se encuentra en el Auto de 14 de mayo de  2007,  dictado  por  la  Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia  dentro del proceso No. 26.942.   

35  Cfr.  Corte  Constitucional,  Sentencia  C-229  de  2003.  M. P. Rodrigo Escobar  Gil.   

36 En  la  Sentencia  C-403  de 1998. M. P. Fabio Morón Díaz, la Corte consideró que  mediante  la  acción pública de inconstitucionalidad no se puede pretender una  interpretación con autoridad de la ley.   

37  Cfr.  Corte  Constitucional,  Sentencia  C-1436  de 2000. M. P. Alfredo Beltrán  Sierra.   

38  Cfr.  Corte  Constitucional,  Sentencia  C-880  de  2008.  M. P. Rodrigo Escobar  Gil.   

39  Cfr.  Corte  Constitucional, Sentencia C-1052 de 2001. M. P. Manuel José Cepeda  Espinosa.   

40  Cfr.  Corte  Constitucional,  Sentencia  C-048  de  2004. M. P. Alfredo Beltrán  Sierra.   

41  Cfr.  Corte  Constitucional,  Sentencia  C-159  de  2007. M. P. Humberto Antonio  Sierra Porto.   

42  Cfr.  Corte  Constitucional,  Sentencia  C-569  de  2004.  M. P. Rodrigo Uprimny  Yepes.   

43  Ibídem.   

44  Cfr.  Corte  Constitucional,  Sentencia  C-803  de  2006.  M.  P. Jaime Córdoba  Triviño.   

46  Cfr.  Corte  Constitucional,  Sentencia  C-426  de  2002.  M. P. Rodrigo Escobar  Gil.   

47  Cfr.  Corte  Constitucional,  Sentencia  C-802 de 2008. M. P. Clara Inés Vargas  Hernández.   

48  Ibídem.   

49  Cfr.  Corte  Constitucional,  Sentencia  C-048  de  2004. M. P. Alfredo Beltrán  Sierra.     

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